La sombra del arquitecto Mart¨ªn Dom¨ªnguez Esteban
Mart¨ªn Dom¨ªnguez Esteban ha sido un arquitecto fantasma. Dos veces exiliado, su nombre fue borrado por el franquismo y el castrismo, y su obra adjudicada a otros autores. Una exposici¨®n en la Fundaci¨®n ICO, de Madrid, rescata su trabajo y reivindica a toda una brillante generaci¨®n de arquitectos.
EL HIP?DROMO DE la Zarzuela de Madrid, con sus espectaculares tribunas y las desafiantes cubiertas en voladizo, forma parte de los anales de la arquitectura. Tambi¨¦n el edificio Focsa de La Habana, ese ¡°libro abierto¡± de 39 plantas, inspirado en Le Corbusier, que dialoga con la bah¨ªa y el malec¨®n de la capital cubana. Detr¨¢s de estas dos obras tan emblem¨¢ticas, tan estudiadas, tan diseccionadas, se esconde, curiosamente, un fantasma. Un nombre que no figura en los libros ni en las publicaciones especializadas. No es un error. Es el olvido al que dos dictaduras, la de Francisco Franco y la de Fidel Castro, condenaron a un hombre liberal e ¨ªntegro: el arquitecto vasco Mart¨ªn Dom¨ªnguez Esteban (1897-1970).
Durante d¨¦cadas, el hip¨®dromo, proyectado en 1934, se adjudic¨® oficialmente al ingeniero Eduardo Torroja. Los otros coautores, Mart¨ªn Dom¨ªnguez y Carlos Arniches, fueron borrados de la memoria. El edificio Focsa aparece asignado al arquitecto Ernesto G¨®mez Sampera. Mart¨ªn Dom¨ªnguez es ignorado en las gu¨ªas de arquitectura cubana, incluso en la que edit¨® en 1998 la Junta de Andaluc¨ªa con las autoridades de La Habana.
¡°Con el esp¨ªritu humanista de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, quer¨ªan transformar una sociedad agraria y caciquil en otra m¨¢s justa, moderna e ilustrada¡±
Dom¨ªnguez engros¨® la lista de arquitectos condenados al exilio o al ostracismo tras la Guerra Civil, muchos de ellos depurados, como Josep Llu¨ªs Sert, Manuel S¨¢nchez Arcas, F¨¦lix Candela, Carlos Arniches o Arturo S¨¢enz de la Calzada, en lo que supuso el desmantelamiento de la vigorosa arquitectura espa?ola de la primera mitad del siglo XX. En el caso de Mart¨ªn Dom¨ªnguez, el exilio fue doble: primero a Cuba, con 40 a?os, y luego a Estados Unidos, ya con 62. Pero sus derrotas personales frente a los totalitarismos nunca le apartaron de su compromiso: poner la arquitectura al servicio de la sociedad. Muri¨® en Nueva York en 1970. Hoy, el tes¨®n de su hijo, el tambi¨¦n arquitecto Mart¨ªn Dom¨ªnguez Ruz, y de Pablo Rabasco, profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de C¨®rdoba, ha permitido rescatar un legado y una biograf¨ªa memorables.
MADRID. Sue?os frustrados. ¡°Mira los arcos. Marcan el ritmo de todo el edificio. El ritmo del galope de un caballo¡±. Un ritmo acompasado por las cubiertas onduladas de las tribunas de espectadores. A unos cuantos metros, los cascos de los purasangres retumban en la pista. Mart¨ªn Dom¨ªnguez Ruz tiene 72 a?os. A los 23 pis¨® por primera vez el Hip¨®dromo de la Zarzuela, en el madrile?o Monte de El Pardo. Corr¨ªa 1968 y tom¨® unas fotos que de vuelta a Nueva York mostr¨® a su padre, Mart¨ªn Dom¨ªnguez Esteban. El arquitecto vasco, uno de los tres autores de aquel proyecto, nunca pudo ver la obra acabada. Los trabajos llevaban dos a?os cuando estall¨® la Guerra Civil, en 1936. ¡°Mi padre march¨® al exilio. A Carlos Arniches, que se qued¨®, lo represaliaron y no pudo terminarla. El ingeniero Eduardo Torroja s¨ª pudo seguir y se mantuvo fiel a los planos¡±.
Como buen arquitecto, a Mart¨ªn le gusta desgranar la filosof¨ªa que subyace a la estructura. El hip¨®dromo es una proeza t¨¦cnica, s¨ª, pero tambi¨¦n una manera de entender un momento hist¨®rico. ¡°Mi padre y Arniches quisieron recrear un pueblo en fiestas, donde se mezcla lo elitista con lo popular, lo tradicional con lo moderno. Un entramado de espacios que invita al paseo y al encuentro con los yoqueis y los caballos, con el paddock en el centro, rodeado de soportales, como en las corridas en la plaza central de Sep¨²lveda en las fiestas patronales¡±. Todo ello combinado con un gran desaf¨ªo t¨¦cnico: las grandes marquesinas de hormig¨®n armado que parecen ondear sobre las tribunas y que se sujetan con su propio peso al hall de entrada.
Los muros encalados y las cubiertas de teja ¨¢rabe desataron en su d¨ªa las cr¨ªticas de los ortodoxos de la vanguardia. Pero Arniches y Dom¨ªnguez no quer¨ªan romper con el pasado. Se trataba de ir al futuro partiendo de las propias tradiciones, muy en el esp¨ªritu humanista de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza y la Residencia de Estudiantes, donde Dom¨ªnguez se aloj¨® entre 1918 y 1925. Su hijo traza un paralelismo con el proyecto teatral de La Barraca, de Federico Garc¨ªa Lorca, amigo de su padre. ¡°Quer¨ªan transformar una sociedad agraria y caciquil en otra m¨¢s justa, m¨¢s moderna y m¨¢s ilustrada a trav¨¦s del lenguaje arquitect¨®nico¡±. Y aqu¨ª llega el momento de poner las cosas en su sitio. ¡°El hip¨®dromo es una obra unitaria. Es fruto del di¨¢logo entre dos arquitectos y un ingeniero, que unen dos tradiciones constructivas contrapuestas. Ha habido historiadores que han tenido la temeridad de decir que las tribunas eran de Eduardo Torroja, y eso era conveniente porque Arniches y Dom¨ªnguez no contaban con las simpat¨ªas del r¨¦gimen. La realidad es que fue una obra conjunta de tres profesionales que se respetaban, y en la memoria se dice muy claramente. Esto sin Torroja no hubiera sido as¨ª, pero sin los arquitectos tampoco¡±.
Hasta 1936, la carrera de Mart¨ªn Dom¨ªnguez parec¨ªa imparable. Procedente de una familia de la alta burgues¨ªa de San Sebasti¨¢n, compart¨ªa su estudio, ubicado en el hotel Palace, con Carlos Arniches, al que hab¨ªa conocido en 1924. Ambos participan de lleno en el movimiento modernizador que se abre paso en Espa?a. Se implican en la construcci¨®n de los Albergues de Carretera del Patronato Nacional de Turismo (semilla de los Paradores Nacionales), una iniciativa de 1928 para fomentar el turismo con autom¨®viles y actualizar las espantosas infraestructuras hosteleras del interior del pa¨ªs. Proyectan poblados agr¨ªcolas y colaboran con su mentor, Secundino Zuazo, en la construcci¨®n de los Nuevos Ministerios. Y se vuelcan en el proyecto de renovaci¨®n pedag¨®gica, con la obra del Instituto Escuela y el Parvulario (hoy, el instituto Ramiro de Maeztu) y el Audit¨®rium de la Residencia de Estudiantes en la calle de Serrano (destruido nada m¨¢s acabar la guerra y reconvertido por Miguel Fisac en la capilla del Esp¨ªritu Santo).
¡°Mi padre supo desde el principio d¨®nde iba a terminar la revoluci¨®n cubana. Pronto identific¨® los discursos de Fidel Castro con los de la Pasionaria¡±
Cuando estalla la contienda, Mart¨ªn Dom¨ªnguez se ofrece a la capitan¨ªa general para realizar con otros arquitectos los planos de las defensas de Madrid, que ser¨ªan construidas por obreros desempleados. Los sindicatos rechazan el plan. ¡°Mi padre vio ah¨ª que la guerra estaba perdida. Y as¨ª se lo dijo a Juan Negr¨ªn¡±, recuerda su hijo. En diciembre de 1936. Mart¨ªn Dom¨ªnguez cruza a pie la frontera francesa. Llu¨ªs Companys ha intercedido con el l¨ªder de la CNT para que le den el salvoconducto (¡°tiene cara de simp¨¢tico, le dejamos salir¡±, le dijo el jefe sindical). Acaba en Amberes y se embarca en un buque rumbo a Veracruz. De ah¨ª viajar¨ªa a Estados Unidos. El barco hace una escala de dos semanas en La Habana. Y el arquitecto cambia sus planes y decide quedarse en tierra. Carlos Arniches, por su parte, se enclaustra en un exilio interior hasta su muerte, en Madrid en 1958. En esos a?os construy¨® los poblados de colonizaci¨®n de Algallar¨ªn (C¨®rdoba) y G¨¦vora (Badajoz) o el Centro de Estudios del Tabaco, en Sevilla.
LA HABANA. Los a?os dorados. Abril de 2017. Mart¨ªn Dom¨ªnguez Ruz explica en la Escuela de Arquitectura de Cuba el proceso de creaci¨®n del Hip¨®dromo de la Zarzuela con las mismas diapositivas que usaba su padre. Hac¨ªa 58 a?os que no pisaba su pa¨ªs natal, que dej¨® siendo adolescente. El reencuentro le provoca sensaciones encontradas. ¡°Nunca hab¨ªa visto tantos polic¨ªas y militares juntos. Pero luego dices¡ Dios, qu¨¦ ciudad tan bella. Y el contacto con la gente no oficial es tan amable y tan c¨¢lido. Encontr¨¦ muy pocas personas afectas al r¨¦gimen¡±. Decidi¨® regresar junto a Pablo Rabasco para buscar las huellas de su progenitor, sobre todo las viviendas p¨²blicas que desarroll¨® en varios barrios habaneros. Pero ninguno de los expertos los ayuda. ¡°Sus carreras peligraban. Resulta que el que hizo esos planos no fue un hombre nuevo guevarista, sino un se?or liberal y dem¨®crata, salido de Cuba y denominado despu¨¦s ¡®gusano¡¯. As¨ª que ahora los autores han pasado a ser arquitectos revolucionarios del Instituto Nacional de la Vivienda. Cambiar el relato va a ser dif¨ªcil¡±.
La Cuba que conoci¨® Mart¨ªn Dom¨ªnguez padre era muy diferente. Un pa¨ªs efervescente, con una econom¨ªa boyante y una agitada vida cultural. Pero hab¨ªa un problema: el Colegio de Arquitectos se neg¨® a reconocer su t¨ªtulo profesional. ¡°Fue por corporativismo. En mi certificado de nacimiento, de 1945, figura que soy hijo de Josefina Ruz, secretaria y trabajadora del hogar, y de Mart¨ªn Dom¨ªnguez Esteban, decorador de interiores. Se presentaba as¨ª, con su guasa¡±. Pese a todo, Dom¨ªnguez pronto empieza a destacar. Se asocia con otros arquitectos y firma los planos como tesorero o como ingeniero. Con Miguel Gast¨®n construye para el grupo de comunicaci¨®n CMQ, el m¨¢s importante de Cuba, el edificio Radiocentro, en el barrio del Vedado. Terminado en 1947, fue el primer complejo multifuncional del pa¨ªs, con comercios, oficinas, estudios de radio y televisi¨®n y el cine Warner (hoy, Yara). Walter Gropius, el fundador de la Escuela de la Bauhaus, lo alab¨® en una visita a La Habana.
Precisamente para dar alojamiento a los empleados de la emisora surge el proyecto m¨¢s audaz de Mart¨ªn Dom¨ªnguez en Cuba: el edificio FOCSA (Fomento de Obras y Construcciones, SA), realizado con Ernesto G¨®mez Sampera. El edificio, de 39 plantas (en su momento era el segundo m¨¢s alto del mundo en estructura de hormig¨®n), se plante¨® como una peque?a ciudad autosuficiente, siguiendo los par¨¢metros de Le Corbusier, uno de los grandes referentes de Mart¨ªn Dom¨ªnguez, y a quien conoci¨® en la Residencia de Estudiantes. El inmueble se estructuraba en dos alas que part¨ªan de una charnela central y su juego de niveles constitu¨ªa un alarde t¨¦cnico. El FOCSA deber¨ªa haber recibido la medalla de oro del Colegio de Arquitectos de 1957, pero el asalto al palacio presidencial provoc¨® la cancelaci¨®n de la convocatoria. Fue un presagio de la inestabilidad pol¨ªtica que se avecinaba y cristaliz¨® con la revoluci¨®n de enero de 1959.
Para entonces Mart¨ªn Dom¨ªnguez se hab¨ªa implicado en la construcci¨®n de viviendas sociales para sindicatos, en terrenos comprados por la compa?¨ªa FOCSA. Tras el triunfo de la revoluci¨®n, el arquitecto recomienda a los due?os que vendan los terrenos al Estado, antes de que los confisquen. ¡°Mi padre lo vio venir todo desde el principio, por su experiencia en el lado republicano. Pronto identific¨® los discursos de Fidel Castro con los de la Pasionaria. ¡®Esto ya lo he o¨ªdo yo antes¡¯, dec¨ªa. Sab¨ªa muy bien a d¨®nde iba aquello. Mi madre no, pero ¨¦l s¨ª¡±. La junta de FOCSA le env¨ªa a hablar con el Che Guevara, que llevaba el Ministerio de Hacienda y la Fortaleza de La Caba?a. ¡°Ah¨ª todas las ma?anas fusilaban gente. Las r¨¢fagas se o¨ªan en toda La Habana. Negocia con ¨¦l y venden los terrenos por debajo del precio de adquisici¨®n, claro. Luego el Che lo invita a cenar¡±. Y ah¨ª Mart¨ªn Dom¨ªnguez sella su suerte. El comandante Guevara quiere saber m¨¢s de ¨¦l. ¡°Bueno, Dom¨ªnguez, usted es republicano espa?ol. ?Y cu¨¢les son sus ideas?¡±. ¡°?Mis ideas?¡±. ¡°S¨ª, sus ideas¡±. ¡°Pues desde el punto de vista personal soy conservador, y desde el punto de vista pol¨ªtico soy liberal¡±. A partir de aquella conversaci¨®n empezaron a llegarle agitadores a las obras, para sublevar a los obreros. Entre tanto, Dom¨ªnguez, junto a G¨®mez Sampera e Ysrael Seinuk, hab¨ªa presentado el proyecto del edificio Libertad, un espectacular rascacielos de 50 plantas, a un concurso oficial para conmemorar la revoluci¨®n. ¡°El jurado de arquitectos iba a darles el primer premio. Mi padre no figuraba, claro, pero cuando le ense?an el proyecto a Fidel, dice que no lo acepta, y que ese gallego no vuelve a construir en Cuba¡±.
ITHACA. Fin del trayecto. Mart¨ªn Dom¨ªnguez sabe que ha llegado la hora de volver a partir al exilio. Acepta una propuesta de trabajo de la prestigiosa universidad Cooper Union, en Nueva York, y espera durante meses un certificado de penales de Espa?a que nunca lleg¨®. A finales de abril de 1960, el arquitecto abandona La Habana en un barco rumbo a Miami, con su esposa y su hijo, de 15 a?os, con un coche, algo de ropa, fotos, 150 d¨®lares por persona y un libro que cada uno escogi¨® de la biblioteca familiar. El padre, los ensayos de Manuel Aza?a. La madre, un recetario espa?ol de arroces. El adolescente, las obras completas de Garc¨ªa Lorca. ¡°Pasamos una noche en Miami. Yo quer¨ªa quedarme m¨¢s tiempo, ten¨ªamos familia, pero mi padre me dijo: ¡®No nos quedamos ni un momento m¨¢s de lo necesario. Tu madre y yo nunca volveremos a Cuba. No quiero vivir de a?oranzas y de falsas expectativas. No vamos a mirar atr¨¢s. Siempre adelante¡±. Cuando llegaron a Nueva York, alguien hab¨ªa ocupado la plaza en la Cooper Union por el tiempo transcurrido, pero consigue otro puesto de profesor al norte del Estado, en la Universidad de Cornell, en Ithaca, que defin¨ªa como ¡°una Siberia con ¨ªnfulas modernistas¡±. Mart¨ªn Dom¨ªnguez tiene 62 a?os. Y vuelve a reinventarse. Se vuelca con gusto en la docencia, trabaja como consultor en programas de viviendas en Latinoam¨¦rica y proyecta la preciosa casa Lennox, en Rochester, su ¨²ltima obra. ¡°Mi padre afront¨® el segundo exilio con su sentido del humor y su integridad intactos. Ten¨ªa una fortaleza de car¨¢cter inusual. En Ithaca, pese a las bajas temperaturas, sigui¨® tomando su ducha de agua fr¨ªa todas las ma?anas¡±. Pero detr¨¢s de su humor y su elegancia, siempre pervivi¨® en ¨¦l ese ¡°hambre constante del exiliado¡± que mencionan las tragedias griegas, y que en el fondo nada pudo saciar.
Un premio anual con su nombre recuerda a Mart¨ªn Dom¨ªnguez en la Universidad de Cornell, que le dedic¨® en su d¨ªa una gran exposici¨®n. La de Madrid es la segunda. ¡°Nuestro objetivo ahora es hacerla en La Habana¡±, dice entusiasta el profesor Pablo Rabasco. ¡°Ser¨¢ la mejor manera de cerrar el c¨ªrculo¡±. Y borrar el olvido.
La exposici¨®n Arniches y Dom¨ªnguez. La arquitectura y la vida puede visitarse en la Fundaci¨®n ICO hasta el 21 de enero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.