Miserias del independentismo
El separatismo ha violado su propia ley, ha ejercido coerci¨®n y arbitrariedad. Y ni siquiera es leg¨ªtimo
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Frente a la decencia y la dignidad, un poco elegantemente anticuadas, de otros catalanismos, el independentismo del proc¨¦s acumula las miserias. A las consabidas falacias hist¨®ricas a?ade la irracionalidad que le permite entender los datos en un sentido a mediod¨ªa y en el contrario para la siesta; se acoge a la inmoral pretensi¨®n de anular por unos cuantos lo acordado por todos; incurre en el pecado de humanidad de excluir (el castellano, pongamos) donde lo f¨¢cil y grato es hermanar, etc¨¦tera, etc¨¦tera.
Descreo de los lugares comunes que tienen que ver con las manifestaciones del secesionismo sobrevenido. Como, por ejemplo, que es un problema pol¨ªtico y un problema espa?ol. Para nada, opino. Si fuera pol¨ªtico, podr¨ªa resolverse o m¨¢s bien se habr¨ªa ya resuelto por v¨ªas convencionalmente pol¨ªticas (y por torpes que fueran los encargados de resolverlo); y si fuera espa?ol (otra cosa es que no sea un problema para Espa?a), la Espa?a no catalana podr¨ªa echar una mano bastante m¨¢s eficaz para un final feliz.
Pero no. El problema catal¨¢n, nacido de la garganta del Zeus independentista, es estrictamente catal¨¢n: surge de la falsa percepci¨®n que muchos ciudadanos de Catalu?a tienen de s¨ª mismos y se robustece con su inexacta visi¨®n de la realidad en la que se mueven. Como prueba de ello, basta tener presentes los objetivos propuestos, el plan de acci¨®n urdido y los resultados efectivos del proc¨¦s ahora bajo tierra. El problema no tendr¨¢ m¨¢s soluci¨®n que aquella que se le d¨¦, de puertas adentro, entre los propios catalanes, due?os cabalmente, en eso s¨ª, del derecho a decidir.
Del conjunto de disparates que en los ¨²ltimos tiempos se han proferido a cuenta del separatismo, me crispa especialmente la concesi¨®n cort¨¦s que sus impugnadores suelen hacer al mencionarlo: ¡°...Que es perfectamente leg¨ªtimo...¡±. ?C¨®mo que leg¨ªtimo? En absoluto. En las versiones y aspavientos con que lo hemos visto presentarse de unos a?os para ac¨¢, P¨ªo XI muy bien pod¨ªa haberlo anatemizado, acaso en una reverdecida Mit brennender Sorge, como ¡°intr¨ªnsecamente perverso¡±.
Porque en una medida sensible el independentismo no puede ser sino una manera de racismo. Suavic¨¦moslo llam¨¢ndolo etnicismo, identitarismo, supremacismo, particularismo o, si nos apuran, solipsismo. Siempre le quedar¨¢ un poso de sus or¨ªgenes. Seg¨²n por fuerza ten¨ªa que ocurrir en la ¨¦poca en que germin¨®, las ra¨ªces del nacionalismo catal¨¢n est¨¢n regadas de proclamaciones por el estilo de: ¡°S¨ª, hi ha rassas¡±, los espa?oles son v¨ªctimas ¡°del temperament y de la sanch sem¨ªtica que portan a las venas¡± o ¡°Un crani d¡¯?vila no ser¨¤ mai com un crani de la Plana de Vic¡±.
Desde luego, ¡°la pedra inestructible de la rassa¡± ha ido adecent¨¢ndose desbancada por ¡°la terra¡±, ¡°el terrer¡±, ¡°el pa¨ªs¡± o, ahora mismo, ¡°la gent¡±, aparte siempre, claro, ¡°la naci¨®¡± y ¡°el poble¡±. Naturalmente, ¡°Un sol poble¡± (con irresistible invitaci¨®n a la parodia: ¡°Ein Volk, una Rep¨²blica, un Puigdemont¡±). Pero aquellos polvos trajeron los lodos que siguen patentes, si ya no en la teor¨ªa, s¨ª en pujos de superioridad, en sonrisitas desde?osas, y en negar de hecho la existencia de m¨¢s de la mitad de los catalanes.
Tal esencialismo, de una gratuidad futbol¨ªstica, vale decir, sin razones (y no apoyado en un memorial de agravios medianamente serios), se concreta apenas puede en el desplante de un proceder autoritario y el recurso a la imposici¨®n. La m¨¢s aparatosa muestra reciente de ese absolutismo est¨¢ en los sucesos acontecidos en un par de meses en el Parlamento de la ciudadela barcelonesa.
Pasando por encima de la mayor¨ªa de los ciudadanos de Catalu?a, negando la palabra a la oposici¨®n, contraviniendo el Estatuto, los reglamentos, los dict¨¢menes de los letrados, los separatistas impusieron su estrecha ventaja en esca?os para aprobar una ley de referendo que hac¨ªa tabla rasa de cualquier actitud democr¨¢tica.
Pero los requisitos fijados por esa ley, desde la actuaci¨®n de la sindicatura hasta la asignaci¨®n de colegios o el uso de las papeletas, quedaron en gran parte incumplidos. Como quedaron las circunstancias para declarar oficialmente el famoso: ¡°Estat independent en forma de rep¨²blica¡±. Los adictos a la secesi¨®n no tuvieron empacho en violar su mism¨ªsima legalidad, invalidando por ende la disposici¨®n que la instauraba y cuanto colgaba de ella. Coerci¨®n y arbitrariedad. Miserias del independentismo.
Francisco Rico es fil¨®logo e historiador.
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