?Qu¨¦ soy: hombre o mujer?
El sexo gen¨¦tico no siempre determina la sexualidad. En algunos casos, a la pregunta del titular de esta pieza solo puede responder cada persona. Conocer cient¨ªficamente la intersexualidad ayuda a entender la diversidad de individuos m¨¢s all¨¢ de los t¨®picos y los bulos en torno a la identidad
LA MAYOR?A de las personas tienen una identidad sexual definida desde la infancia, acorde a los caracteres sexuales externos. Sentirse ni?o o ni?a, hombre o mujer, suele ser pr¨¢cticamente autom¨¢tico. Pero el sexo gen¨¦tico no siempre determina la sexualidad. Por esta raz¨®n, es muy importante conocer y definir los diferentes tipos de intersexualidad, de forma que podamos entender la diversidad de individuos desde una mirada cient¨ªfica, alejada de t¨®picos y desinformaciones.
En la especie humana hay casos de hermafroditismo verdadero ¡ªmuy raros¡ª, pseudohermafroditismo ¡ªmasculino o femenino¡ª y diferentes alteraciones del funcionamiento hormonal que determinan el desarrollo de los genitales externos e internos en un sentido u otro. Del mismo modo que el tama?o de los test¨ªculos o el desarrollo de las mamas var¨ªa seg¨²n la persona, los estados intersexuales tienen un desarrollo genital diferente. Algunos carecen de datos externos que nos hagan sospechar de la presencia de una disfunci¨®n hormonal. Otros, sin embargo, son mujeres con un aspecto masculinizado ¡ªandr¨®ginas¡ª, u hombres con apariencia femenina ¡ªginecoide¡ª. Sus ¨®rganos genitales internos pueden ser m¨¢s o menos incompletos, como las vaginas ¡°ciegas¡± o los test¨ªculos situados en el interior del abdomen.
Tan malo es no permitir a un ni?o jugar con mu?ecas como promocionar su feminidad o pretender que sea ¡°diferente¡±
El sexo gen¨¦tico, determinado por el cariotipo ¡ªcromosomas sexuales XX en la mujer, y XY en el hombre¡ª, no se analiza por norma en todas las personas. Solo ante situaciones de duda o por hallazgos casuales detectamos la incidencia de estos casos. La ausencia de menstruaci¨®n y la esterilidad son las causas m¨¢s frecuentes por las que se estudia, pero no faltan casos c¨¦lebres que han trascendido, fundamentalmente en el deporte. Uno muy conocido fue el de la sudafricana Caster Semenya: tras vencer en la final de 800 metros en el Mundial de Atletismo de Berl¨ªn en 2009, sus competidoras solicitaron un estudio por la sospecha de pseudohermafroditismo masculino. Result¨® tener cromosomas sexuales X e Y, es decir, su sexo gen¨¦tico es el propio de los hombres. En Espa?a, en los ochenta, la atleta Mar¨ªa Jos¨¦ Mart¨ªnez Pati?o, que no super¨® las pruebas de verificaci¨®n de g¨¦nero y se qued¨® sin participar en los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l, fue uno de los casos m¨¢s crueles y desafortunados por el trato recibido. Ella misma declaraba en la revista m¨¦dica The Lancet: ¡°Me expulsaron de la residencia de atletas, me retiraron la beca deportiva y mis marcas se eliminaron de los registros. Me sent¨ª humillada y abochornada. Perd¨ª a mis amigos, a mi novio, la esperanza y la energ¨ªa. Yo sab¨ªa, sin embargo, que era mujer¡±. ?Qu¨¦ son, entonces? ?Hombres o mujeres? Solo ellos pueden responder. Depender¨¢ de lo que se sientan. El cerebro tambi¨¦n es influenciado por las hormonas, de modo que, si predominan los estr¨®genos, la tendencia ser¨¢ a la feminizaci¨®n cerebral, y al contrario, en los casos de predominio de testosterona, ser¨¢n m¨¢s masculinos.
Luego hay tambi¨¦n quien a lo largo de su infancia y adolescencia va descubriendo que su aspecto f¨ªsico y su filiaci¨®n civil no son compatibles con su sentir. Son los transexuales. Tampoco disponemos de herramientas para objetivar cu¨¢ndo alguien es transexual. Solo la propia persona podr¨¢ explicarlo. No hab¨ªa dudas sobre su sexualidad hasta que ellos mismos las han tenido y lo han expresado. La mayor¨ªa de las veces atraviesan un duro proceso de identificaci¨®n.
Est¨¢ claro que los factores ambientales y educativos tienen una importante repercusi¨®n en la configuraci¨®n de las diferencias. Es imprescindible que se deje a los ni?os m¨¢rgenes de libertad; intentar que nuestro impacto sobre su identidad ¡ªno solo sexual¡ª sea limitado. Tan malo es no permitir a un ni?o jugar con mu?ecas como promocionar su feminidad por haber mostrado inter¨¦s por juegos considerados tradicionalmente femeninos: lo que estamos haciendo es ejercer una presi¨®n muy grave sobre ellos. Peor a¨²n es pretender que, si expresa afici¨®n por un juego u otro, sea un ni?o ¡°diferente¡±. Si el peque?o (o peque?a) muestra malestar por su sexualidad, habr¨¢ que ocuparse, informarse y consultar a los profesionales.?
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