Zadie Smith, la escritora que mira a los ¡®millennials¡¯ con ojos desorbitados
La intelectual londinense, que acaba de publicar 'Tiempos de swing', reflexiona sobre el feminismo y los saltos generacionales
Para entender de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de una obra redonda, conviene leer la ¨²ltima novela de Zadie Smith (Londres, 1975). Haga la prueba. Lea Tiempos de swing (Salamadra) y comp¨¢rela, por ejemplo, con una coreograf¨ªa moderna que le inspire confianza (Bausch, Carlson, Preljocaj¡, el referente que quiera). Al terminar, cuando a¨²n est¨¢n unidas las emociones y la melod¨ªa, ver¨¢ que, a veces, una novela tambi¨¦n puede ser una figura geom¨¦trica.
Seg¨²n la l¨®gica de Aimee (una cantante famosa, trasunto claro de Madonna, para la que trabaja la narradora an¨®nima de 'Tiempos de swing'), cuanto m¨¢s rica es una persona m¨¢s bondad atesora. ?Aimee es de este mundo? Creo que esto es una reacci¨®n a mi experiencia de vivir en?Estados Unidos desde hace 15 a?os. Yo vengo de un estado originariamente keynesiano donde la idea es que el gobierno se implique y participe de la vida de las personas y cobre impuestos a los ricos para poder ofrecer estos servicios al resto. Pero ahora vivo en Nueva York, donde las instituciones de arte, los hospitales y las universidades existen bajo la beneficencia de los ricos que dan su dinero y as¨ª ponen su nombre en las paredes. Me cost¨® mucho entender ese funcionamiento, que explica tambi¨¦n otras cosas. Por ejemplo: uno no puede ir a nadar f¨¢cilmente porque las piscinas no son el tipo de cosas que los ricos financien. Todo lo que los ricos no puedan comprar no existe. El espacio p¨²blico es muy reducido. Yo creo que no hay que depender de la generosidad de los millonarios ni para el arte, ni para la salud, ni para la educaci¨®n.
Las vidas de la narradora y de su amiga Tracey se ven marcadas por la infancia. ?Tanto determina el origen? A m¨ª me parece que, viviendo en Estados Unidos, s¨ª. La diferencia es c¨®mo se interpreta. Por ejemplo, si me re¨²no con mis estudiantes de clase media-alta blancos es poco probable que, cuando sean banqueros o abogados de ¨¦xito, piensen que sus antecedentes familiares o sociales han tenido algo que ver, ellos pensar¨¢n que son gente hecha a s¨ª misma y tal¡ En cambio, para un ni?o negro que nace en el Bronx est¨¢ clar¨ªsimo que su vida est¨¢ controlada por su nacimiento y por el c¨®digo postal de su barrio.
"Por supuesto que soy feminista. Pero soy de la vieja escuela: no siento la necesidad de defender la idea de lo femenino"
En su adolescencia, cuando Aimee forma parte de una banda g¨®tica, la narradora confiesa: ¡°Ten¨ªa 14 a?os, el mundo era dolor¡±. ?Tambi¨¦n usted tuvo momentos as¨ª en esa etapa tan compleja de la vida? Nunca fui g¨®tica, as¨ª que mi dolor no asumi¨® ese car¨¢cter. Hace ya mucho tiempo de ello, pero recuerdo que yo estaba trist¨ªsima. Como muchos escritores, me sent¨ªa fuera de lugar. Philip Larkin, el poeta, dice: ¡°Cuando era ni?o era un mis¨¢ntropo, odiaba a todo el mundo, pero cuando crec¨ª me di cuenta de que solo odiaba a los ni?os¡±. As¨ª es como me sent¨ªa yo, no me gustaban las ni?as adolescentes y al crecer me di cuenta de que no todo en el mundo son ni?as adolescentes.
?Se identifica como escritora feminista? Por supuesto, pero yo soy de una generaci¨®n de feministas anterior a las actuales. Es decir, yo soy de la vieja escuela, no siento la necesidad de defender la idea de lo femenino. Soy feminista, s¨ª, y crec¨ª en un contexto de feministas radicales, as¨ª que no me siento parte de las contempor¨¢neas, que tienen la necesidad de hacer que las cosas sean bonitas para los dem¨¢s, a m¨ª eso no me importa. Adem¨¢s, me siento inc¨®moda dando sermones a esta generaci¨®n porque nadie puede decir a las mujeres nada, simplemente hay que vivirlo. Tenemos el ejemplo de nuestras madres, que siempre dec¨ªan ¡°?no crees que deber¨ªas tener hijos?¡±, cuando en realidad solo quer¨ªan alertarnos sobre una realidad biol¨®gica que no quer¨ªamos escuchar. Creo que cada generaci¨®n tiene que vivir sus propias teor¨ªas y asumir sus propias consecuencias. Igual que la generaci¨®n de mi madre nos miraba con ojos desorbitados, as¨ª miro yo ahora a las millennials.
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