Pronosticar es imprudente
Ahora los moderados son los de Junqueras y los extremistas los del incontrolado Puigdemont
Las pasadas elecciones catalanas sirvieron para dejar claras algunas cosas pero no una muy importante: qui¨¦n ser¨¢ el pr¨®ximo presidente de la Generalitat. En muchas ocasiones esta inc¨®gnita queda despejada en la misma noche electoral. Esta vez no ha sido as¨ª. Hubo algunas sorpresas.
La primera fue el claro triunfo de Ciudadanos al situarse como primer partido del Parlament, tanto en esca?os como en votos. Supone un cambio de mentalidad en una parte de la sociedad catalana que merece ser analizado con m¨¢s calma en otro art¨ªculo. La segunda sorpresa fue que la antigua Converg¨¨ncia, en esta ocasi¨®n bajo el nombre de Junts per Catalunya, obtuviera m¨¢s votos y esca?os que Esquerra Republicana, cuando un mes antes nadie hubiera apostado por este resultado sino por el contrario. La causa de este cambio tiene un nombre: Puigdemont.
En efecto, Puigdemont salv¨® el honor de su partido, impidi¨® que por primera vez ERC fuera el partido l¨ªder del nacionalismo catal¨¢n. Lo salv¨®, todo hay que decirlo, con una estrategia nada convergente, muy alejada del estilo propio de los viejos tiempos, una estrategia parecida a la que ha utilizado a veces Esquerra y, actualmente, la CUP: rompiendo con todas las reglas del juego pol¨ªtico habitual en las democracias serias y consolidadas. Lo que son las cosas, desde el relativo confort que supone vivir en Bruselas, Puigdemont ha ganado a Junqueras encarcelado en Estremera, un peque?o pueblo cercano a Madrid: con las armas de ERC ha ganado a ERC.
Pero, adem¨¢s de salvar el honor electoral de su partido, ?lo ha convertido a su vez en un partido distinto, hecho a su medida? Creo que s¨ª, que esta es la realidad.
Ciertamente, en la antigua Converg¨¨ncia, hasta Artur Mas por lo menos, conviv¨ªan dos grupos muy distintos: la derecha moderada, urbana, empresarial y profesional, poco dada a extremismos nacionalistas, por un lado; y el nacionalismo comarcal de peque?os y medianos empresarios, rural y campesino, con tradici¨®n familiar en la Lliga y en el carlismo, que en los dos ¨²ltimos decenios oscilaba entre CiU y ERC. Puigdemont, convergente de Girona, es decir, comarcal, se ha apoyado preferente en este ¨²ltimo sector y, por consiguiente, ha cambiado la naturaleza del partido. El indefinido PDeCAT no alzaba el vuelo y Puigdemont le ha dado alas. Ahora los moderados son los de Junqueras y los extremistas los del incontrolado Puigdemont. As¨ª de imprevisible es la pol¨ªtica catalana.
Por todo ello, atreverse a pronosticar lo que pueda suceder en las pr¨®ximas semanas es de una gran imprudencia. Todo es posible y, seguramente, lo m¨¢s inesperado es lo que va a ocurrir. El maldito embrollo catal¨¢n, tan cansino, sigue y seguir¨¢.
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