Las buenas nuevas del ¡®proc¨¦s¡¯

Para alborozo de unos y depresi¨®n de otros, el consenso en la noche del 21-D fue que todo segu¨ªa igual. Han bastado tres semanas, sin embargo, para percatarse de que ha cambiado todo. Algunas cosas para mal, o sea, para peor, como la constataci¨®n de que en Catalu?a no saben c¨®mo gestionar los votos ni en Madrid el post-155. Otras son positivas, como la dimisi¨®n del otrora astuto Artur Mas, primer responsable de partir en dos su tierra y a quien le ha birlado el partido su desleal y fugitivo delf¨ªn.

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A la vez que los anuncios de medicamentos contra el colesterol y la gripe sustituyen en masa a los impostados reclamos sobre perfumes, las amargas revelaciones sobre el proc¨¦s remplazan a las mieles electorales de diciembre. Ahora resulta que los ap¨®stoles del no menos impostado derecho a decidir no saben qu¨¦ hacer con sus votos porque no tienen proyecto ni l¨ªder.

La soterrada pugna por ese liderazgo es ya estos d¨ªas una guerra a cielo abierto entre dos personajes que nos descubren desconcertantes limitaciones para dirigir una pr¨®spera regi¨®n de Europa. En semanas, Puigdemont ha dilapidado el prestigio europe¨ªsta catal¨¢n y ha vilipendiado a la UE porque no le presta ¡°atenci¨®n y respeto¡±. No lo conseguir¨¢ pidiendo su investidura telem¨¢tica, un experimento in¨¦dito en el planeta.

Enclaustrado en su realidad virtual, no menciona que Ciudadanos fue el partido m¨¢s votado en un an¨¢lisis electoral para Pol¨ªtico, pero se permite a?adir que, ¡°aparentemente¡±, el Gobierno espa?ol no respeta los resultados.

Junqueras, por su parte, se ha destapado como un m¨ªstico iluminado m¨¢s que como futuro molt honorable. Lo ha hecho al alegar su fe cristiana para ser excarcelado, confundiendo al Supremo con la Moreneta. O al escribir en Elnacional.cat que la confianza en la soberan¨ªa ¡°s¨®lo puede fundamentarse (en la tradici¨®n cristiana) en la certeza del amor infinito de Dios¡±.

En Madrid, mientras, queda acreditado estos d¨ªas que Rajoy no tiene un plan para esa comunidad, que a estas alturas debe ser para Espa?a entera, porque son los espa?oles en su conjunto los que necesitan otro marco para que los nacionalismos dejen de amenazar su estabilidad y su seguridad.

Junto con Artur Mas, en la balanza del haber est¨¢ el examen de conciencia de la izquierda, castigada por sus incoherentes veleidades con los independentistas. As¨ª se entiende que, desde el 21-D, sus l¨ªderes han estado ausentes del debate catal¨¢n. Empiezan a asimilar, por fin, que no se puede ser de izquierdas (igualdad y solidaridad) y nacionalista (diferencia y exclusi¨®n).

Todo ha cambiado. Tres semanas despu¨¦s del 21-D, el consenso es otro: la soluci¨®n, si llega, solo ser¨¢ posible con nuevos protagonistas. Los actuales ya han hecho suficiente da?o. Para alborozo de unos y depresi¨®n de otros.