Ellas, puritanas; ellos, galantes
El manifiesto franc¨¦s es tramposo y ataca al #MeToo como si este amenazara a la libertad sexual
El apoyo pr¨¢cticamente un¨¢nime a la campa?a #MeToo (#YoTambi¨¦n) contra las agresiones sexuales a la que se han sumado en tromba tantos hombres no pod¨ªa durar demasiado. El contrapunto lo han puesto algunas opiniones cr¨ªticas, pero, sobre todo, un manifiesto franc¨¦s suscrito por un centenar de mujeres del mundo de la cultura que est¨¢ dando la vuelta al mundo y que intenta desbrozar el camino; delimitar lo que es un delito (la violaci¨®n, por ejemplo), de una simple groser¨ªa (que un desconocido frote su sexo contra una mujer en un transporte p¨²blico). El debate est¨¢ servido y, tambi¨¦n, llega cargado de trampas.
Es muy probable que, como denuncian las firmantes del manifiesto franc¨¦s, se haya producido una persecuci¨®n indiscriminada de supuestos agresores, como actores retirados fulminantemente del reparto u obras repentinamente censuradas. Son v¨ªctimas colaterales y es urgente reparar tales da?os, pero con todos sus defectos y carencias la campa?a #MeToo es de un enorme valor.
El mundo de la cultura y el del espect¨¢culo, el que fija estereotipos sociales, ha estado y sigue estando dominado por los hombres. No hace falta revisar las escandalosas estad¨ªsticas que ofrecen organizaciones como la espa?ola Cl¨¢sicas y Modernas. Son los hombres en su inmensa mayor¨ªa los que producen, dirigen, critican, seleccionan y premian las obras creativas. El resultado es que la mujer es casi siempre un autor ninguneado y un actor secundario en los relatos que hace el amor como ellos sue?an o grita rid¨ªcula e in¨²tilmente ante los peligros que vence el h¨¦roe; por ejemplo.
#MeToo es una potente palanca feminista en el coraz¨®n de la industria cultural. Visualiza el desequilibrio que sufre la m¨¢quina que amuebla hoy el imaginario colectivo y que sigue pretendiendo vender como norma una visi¨®n de parte; la masculina.
Es comprensible la consternaci¨®n que ha producido el manifiesto franc¨¦s entre el feminismo. Y es que resulta, entre otras cosas, irritante el uso tramposo que hace de los conceptos. Que se sepa, por ejemplo, nadie ha asimilado una violaci¨®n con poner una mano en la rodilla. El problema es que esa mano pertenezca a un poderoso productor que previamente se ha quedado en pelotas y la rodilla, a una actriz que pretende hacer carrera de su mano (no de esa exactamente). Sorprende negativamente que se defienda la libertad sexual como si aquel movimiento la amenazara y se considere que para disfrutarla sea ¡°indispensable la libertad de importunar a una mujer¡±. Y es casi escandaloso venir a asumir las agresiones defendiendo las fantas¨ªas sexuales propias de la intimidad cuando se afirma que ¡°la pulsi¨®n sexual es por naturaleza ofensiva y salvaje¡±. ?De verdad?
Aunque sus firmantes sean mujeres, este manifiesto me recuerda a aquel que suscribieron en 2013 los autodenominados ¡°343 cabrones¡± titulado No toques a mi puta. En ¨¦l se reclamaba el amor libre aun con acuerdo mercantil por medio. La h¨¢bil campa?a pretend¨ªa frenar el proyecto gubernamental franc¨¦s no de penalizar a las putas, sino a multar a sus clientes. Un requiebro singular de garantizado ¨¦xito medi¨¢tico.
En este manifiesto tambi¨¦n hay contradicciones. Si no se quiere consolidar el papel de v¨ªctimas de las mujeres, ?por qu¨¦ criticar entonces que estas denuncien la agresi¨®n sufrida? Y hay, por ¨²ltimo, deslices que debilitan su tesis. Esos pobres hombres injustamente denunciados y sufrientes, viene a decir, por una tonta torpeza de tirar los tejos cuando nada promet¨ªa reciprocidad es propio, proclama, de una sociedad ¡°victoriana¡± y ¡°puritana¡± en la que se considera la ¡°galanter¨ªa¡± una agresi¨®n sexual. Entrecomillo tres palabras especialmente trasnochadas, que describen comportamientos alejados del acercamiento sexual libre entre hombres y mujeres de hoy y tambi¨¦n, creo, del objetivo del liberador movimiento de Hollywood.
Un funcionario europeo me contaba un d¨ªa con irritaci¨®n c¨®mo sus colegas franceses abusaban de su fama de galantes invitando a las escasas mujeres participantes en las reuniones negociadoras a tomar la palabra en primer lugar. ?l, como el resto, sabe que en ese tipo de encuentros es imprudente y arriesgado ser el primero en posicionarse. Imagino el desconcierto de esas mujeres en su incomodidad de tener que agradecer el paternalista cumplido saltando, sin embargo, involuntariamente a la arena antes de tiempo. El machismo grosero es m¨¢s sencillo de rebatir. Las trampas hoy ya no son para elefantes. ¡°Galante¡±, define la Real Academia, ¡°atento, cort¨¦s, obsequioso, en especial con las damas¡±¡ ¡°Dicho de una mujer: de costumbres licenciosas¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.