Puigdemont, su doble y su ¡°muerte¡±
El ¡®expresident¡¯ extrema su carrera de supervivencia forzando el colapso general y el propio
Tiene escrito Strindberg que la aparici¨®n de tu doble es la premonici¨®n de tu muerte. Hablamos de Carles?Puigdemont en sentido metaf¨®rico. Y no de la decapitaci¨®n a la que ha sido expuesto en los carnavales, sino de la decisi¨®n que implica desdoblarse en una imagen virtual, en una proyecci¨®n de s¨ª mismo, en una sombra cuyo contorno evoca el sudario con que el PDeCAT trata de ocultar el cad¨¢ver de Convergencia.
La prosaica corrupci¨®n ha extirpado de Catalu?a el partido que m¨¢s poder ha tenido desde la transici¨®n, aunque la agon¨ªa no se explica sin la negligencia de Artur Mas y sin el golpe de gracia de Puigdemont, precisamente porque el ex president ha diluido las siglas del PDeCAT en una lista en la que prevalec¨ªa el plebiscito de su propio indulto.
La victoria en las urnas de Junts per Catalunya?le ha servido de coartada para la extorsi¨®n de ERC en las pulsiones fraticidas del independentismo. Y le ha permitido perseverar en su camino de supervivencia, hasta el extremo de imponer el esperpento de la investidura telem¨¢tica, reanudar el desaf¨ªo al Estado, profanar el parlamento a semejanza de las ¨²ltimas fechor¨ªas, elegirse a s¨ª mismo por el voto delegado y deslizar el chantaje de otras elecciones en caso de discut¨ªrsele su derecho a la presidencia extracorp¨®rea y a la versi¨®n replicante.
Hay un t¨¦rmino germano que describe el fen¨®meno, doppleg?nger, aunque m¨¢s que el vocablo en s¨ª interesa el concepto subyacente. Crear el doble de uno mismo supone arriesgarse a la tiran¨ªa de la reproducci¨®n. Y Puigdemont el real corre el peligro de acabar encerrado en su propio holograma.
Empezar¨¢ a costarle trabajo diferenciarse de s¨ª mismo. Y deber¨¢ pagar la factura de estos pactos mefistof¨¦licos. No es gratuita la bilocaci¨®n a la que aspira Puigdemont. Estar en Bruselas y en Barcelona a la vez requiere un tributo a la altura del prodigio. Especialmente si decide valerse de una marioneta para ejercer la ventriloqu¨ªa puigdemoniaca.
Artur Mas era un espantap¨¢jaros hasta que ejecut¨® al patriarca Pujol, del mismo modo que Puigdemont se introdujo en nuestras vidas como un presunto subalterno del propio Mas. El crimen ed¨ªpico es el escarmiento al que se arriesga ahora el ex president. Ungiendo a su valido estar¨¢ escogiendo a su ejecutor, m¨¢s all¨¢ de la anomal¨ªa que supone inducir el colapso de la pol¨ªtica catalana con el cetro del mando a distancia.
No le estamos aconsejando a Puigdemont que se entregue a las autoridades -es su deber-, pero s¨ª que eluda la tentaci¨®n de duplicarse. Ahora que celebramos el bicentenario de Frankenstein, el ex president deber¨ªa considerar la rebeli¨®n que su doble puede urdirle. Hasta extinguirlo.
?No se merece Catalu?a un presidente de ficci¨®n. O al menos, s¨®lo la merecen quienes han otorgado no credibilidad, sino credulidad a las cadenas del fantasma de Flandes en el gobierno de ultratumba.
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