Rebrotes violentos
Los clubes de f¨²tbol deben erradicar de su entorno a los grup¨²sculos extremistas y xen¨®fobos
Las tres pu?aladas que recibi¨® en la tarde del mi¨¦rcoles un hincha del Atl¨¦tico de Madrid en las proximidades del estadio Wanda Metropolitano son un nuevo episodio del clima de violencia latente que rodea el mundo del f¨²tbol y que espor¨¢dicamente estalla en agresiones intolerables. El ataque se produjo poco antes del comienzo del partido de ida de cuartos de final de la Copa del Rey entre el Atl¨¦tico y el Sevilla y, seg¨²n las investigaciones policiales, se tratar¨ªa de una pelea entre dos hinchas vinculados a grupos de ultraderecha. El agresor, integrante en su d¨ªa del sector m¨¢s racista y xen¨®fobo del Frente Atl¨¦tico, ya fue juzgado y absuelto por la muerte del seguidor de la Real Sociedad Aitor Zabaleta, apu?alado en las inmediaciones del Vicente Calder¨®n en 1998.
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Por su propio bien, los clubes de f¨²tbol deben erradicar de su entorno a estos grup¨²sculos extremistas, facciones de ideolog¨ªa neonazi que, amparadas en el deporte, siembran el terror dentro y fuera de los estadios. Combatir comportamientos salvajes como el ocurrido esta semana y atajar los recurrentes casos de apaleamiento de hinchas es una responsabilidad que no pueden eludir los clubes ni las autoridades deportivas. Las declaraciones bienintencionadas ya no bastan; tienen que dar paso a regulaciones muy estrictas que expulsen del entorno del f¨²tbol a los seguidores m¨¢s proclives a la violencia.
Algunas entidades han adoptado medidas contundentes para impedir que los hooligans campen a sus anchas en los estadios: han expulsado a los socios m¨¢s radicales, venden entradas nominales en los desplazamientos y controlan mediante la huella digital el acceso de los espectadores que ocupan la llamada grada de animaci¨®n, frecuentada por aficionados conflictivos. La implantaci¨®n de los ¡°observadores de partido¡±, encargados de levantar acta de c¨¢nticos o carteles insultantes y xen¨®fobos, ayuda a vigilar a los energ¨²menos. El Mundial de Rusia ser¨¢ una prueba de fuego.
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