La esperanza de otro clima en Catalu?a
Con la racionalizaci¨®n del independentismo es como con los extraterrestres: se buscan se?ales para confirmar su existencia, sin perder la esperanza
Inevitablemente se ha querido ver, en la imagen de Ernest Maragall cediendo el testigo a Roger Torrent en el nuevo Parlament, un relevo entre lo viejo y lo nuevo. Lo viejo desde luego est¨¢ representado por Maragall, cuyo discurso delataba lo peor de la carcunda nacionalista, la cerrilidad est¨¦ril y el exhibicionismo supremacista, clamando contra el Estado b¨¢rbaro y proclamando ¡°este pa¨ªs siempre ser¨¢ nuestro¡±. Despu¨¦s de eso era f¨¢cil ver un relevo en Torrent, aunque resulte arriesgado creer que sea algo m¨¢s que un relevo generacional.
Con la racionalizaci¨®n del independentismo sucede como con la existencia de los extraterrestres: se buscan se?ales infatigablemente para confirmar su existencia, sin perder la esperanza. D¨ªas atr¨¢s, EL PA?S publicaba un reportaje sobre esa insistencia pertinaz, desde Marconi, incluso con un horario de silencio radiof¨®nico fijado por la Administraci¨®n Coolidge para facilitar las se?ales del espacio exterior. La esperanza no decae, y a¨²n se financian proyectos como Breakthrough Listen, del magnate Yuri Milner. Las antenas est¨¢n siempre conectadas persiguiendo se?ales esperanzadoras¡ como sucede con el independentismo.
La verdad, sin embargo, es que hay pocas se?ales, y de momento siempre, como con los extraterrestres, son interpretaciones optimistas fallidas. Fiar a la frase ret¨®rica ¡°coser la sociedad¡± un cambio de ciclo parece voluntarista, sobre todo si a continuaci¨®n su autor apuesta por investir a Puigdemont, decidido a todo lo contrario. En todo caso hay algo seguro: para buscar se?ales s¨®lo se puede enfocar hacia Esquerra, porque al otro lado queda el muro de JxM¨ª de Puigdemont; pero Esquerra, como apuntaba aqu¨ª Miquel Noguer, est¨¢ atrapada en la telara?a convergente. No hay se?ales.
La audacia escenogr¨¢fica incluso sofisticada de Puigdemont deber¨ªa desalentar, o al menos moderar, a quienes apuestan sin ambages a que no ser¨¢ investido. Puede encajar en su estilo acceder al Parlament, rodeado de una masa movilizada por la ANC, para tomar posesi¨®n y quedarse alojado all¨ª dentro, donde cuesta imaginar un asalto de las fuerzas policiales. Eso traer¨ªa otra vez el imaginario del Estado franquista que invade parlamentos y encarcela a presidentes elegidos democr¨¢ticamente. Un bomb¨®n para los medios anglosajones. Claro que Puigdemont es audaz pero no valiente; y parece m¨¢s probable la investidura telem¨¢tica tal como ha defendido apelando a que el siglo XXI se maneja a trav¨¦s de las nuevas tecnolog¨ªas. El recurso al Tribunal Constitucional traer¨¢ otro president, pero ser¨¢ un hombre de paja, y a ¨¦l ya nadie le quitar¨¢ la etiqueta de "presidente leg¨ªtimo en el exilio". Mandar¨¢ contra cualquier esperanza.
Es in¨²til tratar de hacer ver a Puigdemont que defiende las tecnolog¨ªas del siglo XXI para un proyecto pol¨ªtico del siglo XIX. El expresident est¨¢ decidido a mantenerse bajo los focos, y adem¨¢s en las tres pistas del circo: Barcelona, Bruselas, Madrid. Tiene todo a favor. En Barcelona, una mayor¨ªa con ERC y CUP sin margen de maniobra, y hasta la muleta de los Comunes; en Bruselas, la deslealtad del socio europeo con sus propios demonios; y en Madrid, un Gobierno que ya ha fracasado en el control del proc¨¦s, y una izquierda a la deriva. Hasta donde le llegue, Puigdemont no va a devolver el proc¨¦s a la racionalidad por m¨¢s se?ales que se busquen. S¨®lo hay una: The show must go on!
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