La historia de los perdedores
Los ensayos hist¨®ricos de Adam Hochschild demuestran el poder transformador de la denuncia social
Mi recomendaci¨®n literaria de esta semana vuelve a ser la de un autor, no solo la de un libro. Como en el caso de Michela Wrong, Adam Hochschild es un autor del que merece la pena leer cada cosa que se publique. Sus trabajos no solo interesar¨¢n a quienes les gustan los buenos relatos hist¨®ricos que exploran rincones poco habituales, sino que su enfoque atraer¨¢ de manera particular a los lectores de este blog. De hecho, estoy seguro de que bastantes de ustedes conocer¨¢n alguno de sus t¨ªtulos.
Yo he le¨ªdo tres de ellos. El primero, absolutamente imprescindible, es El fantasma del Rey Leopoldo. La historia del fabuloso imperio econ¨®mico del Estado Libre del Congo, propiedad personal de Leopoldo II entre 1885 y 1908, encapsula de manera tr¨¢gica las atrocidades cometidas contra ?frica durante la ¨¦poca colonial. Aunque el autor no utiliza nunca el t¨¦rmino ¡°genocidio¡±, la cifra estimada de muertos provocados por la explotaci¨®n laboral y los excesos de los colonos belgas ronda los 10 millones de personas. Hochschild desgrana en su relato una relaci¨®n fascinante de h¨¦roes que incluye a los misioneros de la ¨¦poca, a los africanos que se rebelaron y al pu?ado de activistas que denunciaron lo que estaba ocurriendo. Pero tambi¨¦n a villanos demasiado bien tratados por la historia como el explorador Henry Morton Stanley, que negoci¨® para el Rey Leopoldo buena parte de los contratos. El libro, publicado en 1998, desat¨® un verdadero vendaval p¨²blico en B¨¦lgica, cuya conciencia colectiva ha madurado desde entonces, como cuenta el propio autor en esta entrevista.
El segundo libro tuvo mucho menos impacto p¨²blico, pero a m¨ª me encant¨®. Se trata de Enterrad las cadenas: la batalla de los brit¨¢nicos por abolir la esclavitud. El libro es un relato conmovedor de la primera gran campa?a por la justicia global, que se desarroll¨® entre 1787 y 1833, cuando la Ley de Abolici¨®n de la Esclavitud puso fin legal en el Reino Unido a una pr¨¢ctica que continuar¨ªa todav¨ªa en muchas otras zonas del mundo. De nuevo, el libro es una verdadera galer¨ªa de personajes fascinantes: cl¨¦rigos, literatos, esclavos manumitidos, parlamentarios¡ Todos jugaron un papel en una estrategia que podr¨ªa ser firmada hoy por cualquier gran ONG internacional. Esto es lo que escrib¨ª cuando lo le¨ª por primera vez: ¡°(¡) el movimiento anti-esclavista convoc¨® los mejores sentimientos de una sociedad impresionada por las revoluciones francesa y americana, y utiliz¨® por primera vez las herramientas de campa?a que hoy nos resultan tan familiares: las cartas a los peri¨®dicos, las entrevistas con los representantes pol¨ªticos, los boicots al az¨²car de las plantaciones esclavistas o los informes que ilustraron con historias y datos los hechos que se pretenden denunciar. Por encima de todo, relata el empe?o de un pu?ado de activistas por transformar una realidad que en aquel momento era aceptada por la inmensa mayor¨ªa de sus sociedades¡±. ?Les suena esta l¨®gica cuando pensamos en el derecho a emigrar, por ejemplo?
Finalmente, en 2011 se public¨® Para acabar con todas las guerras: Una historia de lealtad y rebeli¨®n (1914-1918). De nuevo, el autor toma un evento hist¨®rico bien conocido (la I Guerra Mundial) y propone una mirada original e inspiradora. La primera gran carnicer¨ªa del siglo pasado no fue un episodio de locura colectiva absoluta. Un grupo de pacifistas organizados supo situarse al margen de ella, pagando incluso con su libertad. Como destac¨® The New York Times en la cr¨ªtica al libro, Hochschild tiende a escribir la historia ¡°desde abajo¡±, ¡°desde el punto de las v¨ªctimas¡±. Para acabar con todas las guerras no es una excepci¨®n. Pol¨ªticos, religiosos, sindicalistas y literatos denunciaron el modo en que las clases trabajadoras de Inglaterra, Alemania o Rusia pagaron las ambiciones y las obsesiones de las clases dirigentes. Lo hicieron en contra del criterio de figuras de la ¨¦poca como Rudyard Kipling, que les atac¨® duramente. Una vez m¨¢s, ?les suena esta actitud en los conflictos m¨¢s o menos violentos que vive el mundo contempor¨¢neo?
Hochschild escribe sobre perdedores. Pero su perspectiva hist¨®rica demuestra que todas las grandes consecuciones sociales no son otra cosa que la sucesi¨®n de una batalla perdida tras otra. Hasta la victoria final.
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