?Debe volver la mili a Espa?a?
La idea de Macron cuaja en los pa¨ªses n¨®rdicos en nombre de la cohesi¨®n y la autodefensa
Habiendo sido objetor de conciencia, puede resultar ahora estrafalario reivindicar desde aqu¨ª el regreso del servicio militar, pero tambi¨¦n es cierto que la beligerancia juvenil de Javier Solana contra la OTAN no le impidi¨® luego convertirse en el secretario general de la Alianza Atl¨¢ntica.
Nos hac¨ªamos objetores no tanto por recelo al Ej¨¦rcito como porque la mili truncaba los estudios o la oportunidad de un trabajo. Y porque ya entonces -a?os noventa- se presum¨ªa el salto cualitativo hacia el profesionalismo. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se ocup¨® de confirmarlo en 2001 y lo hizo?en abierta discrepancia con el Ministerio de Defensa.
Termin¨® con los ritos de iniciaci¨®n, con los sorteos, con el pesaje de los mozos. Y con algunas facultades terap¨¦uticas del servicio, no exactamente el proceso de convertirse en hombre con el rito de pasaje de las primeras armas, pero s¨ª la posibilidad de encontrar en un barrac¨®n el aleph de la sociedad. Castas y plebe, campo y mar, ricos y pobres, desfilaban con el mismo uniforme a semejanza de la alegor¨ªa de la igualdad. Y se expon¨ªan a la disciplina, a la jerarqu¨ªa, al orden, a la comuni¨®n de unos valores. Y a las novatadas, al desaf¨ªo darwinista, a la arbitrariedad de un sargento de hierro.
Habla uno de o¨ªdas con los estigmas del objetor, pero ha le¨ªdo con atenci¨®n la iniciativa con que Macron ha restaurado la mili en Francia. No es un servicio demasiado exhaustivo ni en tiempo ni en compromiso, ni aspira tampoco a emular la idiosincrasia castrense del pueblo israel¨ª -Israel no es un Estado con ej¨¦rcito, sino un ej¨¦rcito con Estado-, pero s¨ª al prop¨®sito de inculcar en sus compatriotas el sentido del deber, el principio de la cohesi¨®n social al abrigo de los s¨ªmbolos patri¨®ticos, la noci¨®n de la naci¨®n amenazada y hasta el desaf¨ªo de defenderla.
El ¨²ltimo reemplazo franc¨¦s se produjo en 2001, pero el yugo yihadista, la novedad del terrorismo de vecindario y hasta el fervor patri¨®tico en tiempos de emergencia nacional convirti¨® la mili en un poderoso argumento electoral en las elecciones presidenciales de 2017. Partiendo de que la opini¨®n p¨²blica -80%- se declara favorable al servicio militar obligatorio.
Es el doble de cuanto sostienen los alemanes, pero la distancia de la sociedad germana no contradice que el Bundestag haya acu?ado un nuevo concepto de defensa civil entre cuyas ambiciones destaca la reactivaci¨®n del reclutamiento obligatorio y temporal.
Las motivaciones son parecidas a las de Francia en el contexto de la psicosis terrorista, pero el Gobierno de Angela Merkel incorpora a su argumentario la amenaza de Rusia. Tan expl¨ªcita en sus aspiraciones expansionistas que los pa¨ªses n¨®rdicos tambi¨¦n han inculcado entre sus compatriotas el retorno m¨¢s o menos inminente del servicio militar.
Es el caso de Noruega y es el caso de Suecia, cuyo ministro de Defensa, Peter Hultqvist, parece dispuesto a promoverlo en 2019, sin distinci¨®n de sexos y con la pretensi¨®n de proporcionar a la poblaci¨®n un mecanismo inici¨¢tico de autodefensa. Con m¨¢s raz¨®n cuando el peligro yihadista tanto se manifiesta desde c¨¦lulas sofisticadas como lo hace desde f¨®rmulas imitativas, indetectables, dom¨¦sticas, pero acaso susceptibles de neutralizarse con los recursos de una poblaci¨®n militarmente instruida -medidas b¨¢sicas- y mejor preparada para una emergencia.
Estas mismas razones de aprensi¨®n, de autodefensa y de exposici¨®n al terrorismo isl¨¢mico podr¨ªan trasladarse a Espa?a, aunque la hip¨®tesis de restaurar el servicio militar todav¨ªa se antoja una posibilidad remota. Y no ya por la precariedad parlamentaria del PP o por la impopularidad de la iniciativa -Pablo Iglesias abjura de Marte en beneficio de Venus, del mismo modo que S¨¢nchez sopes¨® suprimir el Ministerio de Defensa- sino por la convicci¨®n de que un ej¨¦rcito profesional preparado, bien financiado y dotado de medios tecnol¨®gicos, representa todav¨ªa la mejor alternativa a las amenazas contempor¨¢neas.
De otro modo, podr¨ªa suscitarse la preocupante sensaci¨®n de que el ciudadano defiende al Estado por la impotencia del Estado mismo, aunque no hay Estado capaz de neutralizar un cami¨®n desbocado ni un terrorista virgen que lleva a hombros una bombona de butano. Parece sensato darle a la ciudadan¨ªa algunos criterios y procedimientos de autodefensa, evocando acaso el pasaje m¨¢s ardoroso de La Marsellesa: "A las armas, ciudadanos, formad vuestros batallones".
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