La alta costura pide a voces una renovaci¨®n
Aunque magistrales, las colecciones que Chanel y Armani presentaron ayer Par¨ªs acusaron la falta de riesgo, un peligro que atenaza a la moda
El cambio es el motor que rige la industria de la moda. Y tras siglos de historia, la alta costura pide a voces desde la pasarela de Par¨ªs una renovaci¨®n. Este martes, Chanel y Armani Priv¨¦ ¡ªdos de las marcas m¨¢s ilustres dentro de esta disciplina¡ª han presentado colecciones tan magn¨ªficamente ejecutadas como predecibles. A sus 84 a?os, el director creativo de la primera, Karl Lagerfeld, ha vuelto a incidir en los trajes de tweed enriquecidos con pedrer¨ªa, icono irreductible de la casa fundada en 1910. Mientras, Giorgio Armani (83 a?os) ha ahondado una vez m¨¢s en su depurada sastrer¨ªa de aires orientales.
Su inmovilismo no es un fen¨®meno aislado. Responde a la falta de riesgo que atenaza, desde hace unas temporadas, a la industria, inmersa en su mayor crisis estructural hasta la fecha. Un estancamiento que en el caso de la alta costura resulta especialmente preocupante, ya que conjura su propia raz¨®n de ser en pleno siglo XXI y que no es otra que hacer so?ar. Y no dormir.
Como negocio, la haute couture se sit¨²a en la cumbre de la pir¨¢mide del lujo. Frente al pr¨ºt-¨¤-porter ;que se produce en serie y se vende en tiendas¡ª, solo se elabora por encargo, a mano y a medida. El precio de sus dise?os ronda el de un autom¨®vil de gama media. Y, aunque las marcas se niegan a dar cifras, sus compradores no llegan a varios miles en todo el mundo: unos 800 acuden esta temporada a los desfiles en la Semana de la Moda de Par¨ªs.
As¨ª que, por muy buenos que sean los resultados comerciales, su principal utilidad dentro de grandes compa?¨ªas como Dior, Chanel o Armani es otra. La alta costura constituye la interpretaci¨®n de la moda m¨¢s cercana al arte. Permite a las casas exhibir su grandeur artesanal y m¨²sculo creativo. Y, a trav¨¦s de las pasarelas y, sobre todo, de la alfombra roja, potenciar una imagen que luego se traducir¨¢ en la venta de perfumes, gafas, pa?uelos: la base sobre la que se asientan estas marcas. Pero cuando ya no logra inspirar ese deseo, esa necesidad de compra, cabe preguntarse qu¨¦ sentido tiene.
El mundo, las mujeres y sus aspiraciones han cambiado mucho desde que en 1863 se crease la C¨¢mara sindical de la alta costura parisina, el organismo que dar¨ªa paso en 1976 a la actual Federaci¨®n francesa de la costura, que decide qu¨¦ marcas cumplen los est¨¢ndares necesarios para poder utilizar la denominaci¨®n haute couture, protegida por ley. Dos siglos despu¨¦s, ha llegado el momento de repensar la alta costura. Si no para satisfacer a sus clientas s¨ª para que la inmensa inversi¨®n que supone organizar un desfile de frutos m¨¢s all¨¢ de varios cientos de vestidos vendidos.
Chanel es una de las casas que no suele escatimar recursos en estas puestas en escena. La imaginaci¨®n es el ¨²nico l¨ªmite que conoce y este martes ha convertido el Grand Palais en una rom¨¢ntica rosaleda (de pl¨¢stico) con una evocadora fuente de agua en medio. Alrededor de ella, Lagerfeld ha impartido una lecci¨®n de sastrer¨ªa y record¨® que pocos como ¨¦l son capaces de dar vida a una chaqueta de 50 formas distintas. Quiz¨¢ solo Giorgio Armani puede disputarle la hegemon¨ªa de la americana. Al ritmo de Vangelis, ha desplegado una colecci¨®n protagonizada por los estampados de nubes y donde las chaquetas de hombros armados acompa?aban a pantalones y minifaldas de gasa con microcristales bordados.
Giambattista Valli, uno de los m¨¢s j¨®venes miembros de la Federaci¨®n, convirti¨® su desfile del lunes por la noche en un cat¨¢logo para clientas. En ¨¦l, hizo recapitulaci¨®n de algunos de sus grandes ¨¦xitos: minivestidos de encaje decorados con pedrer¨ªa; vaporosas piezas de estampado floral, escote bardot y larga cola; y ampulosas creaciones con volantes de tul, perfectas para mantener cualquiera a los dos metros de distancia que impone su volumen.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.