Me pas¨¦ dos d¨ªas en Londres fingiendo que era experto en whisky y electr¨®nica
Como invitado a una de las c¨¦lebres fiestas de Boiler Room y alojado en un hotel de lujo con roc¨®dromo
Me reconozco un completo ignorante en multitud de aspectos b¨¢sicos de la vida, pero si tuviese que colocar dos materias en el top de mi lista del desconocimiento, estas podr¨ªan ser f¨¢cilmente el whisky y la m¨²sica electr¨®nica. Siempre he odiado los licores fuertes y mi intransigencia musical me lleva a despreciar sistem¨¢ticamente todo lo que sea ajeno a mi gusto punkrockero, inmutable desde la adolescencia.
Sin embargo, por azares de la profesi¨®n, fui uno de los periodistas elegidos por Ballantine's para viajar a Londres a catar whiskies y asistir a una de las c¨¦lebres fiestas de electr¨®nica de Boiler Room. Y, como de gorronear y dejarme agasajar s¨ª que s¨¦ un huevo, acept¨¦ encantado para pasarme un d¨ªa un entero de postureo a cuerpo de rey, como paladar gourmet y especialista en sesiones de DJing.
Al llegar a Londres, y como no pod¨ªa ser de otra manera, me alejaron en un hotel de la zona de Shoreditch. Hace poco m¨¢s de una d¨¦cada, este barrio del este era uno de los m¨¢s abandonados y deprimidos de la ciudad, pero hoy, repleto de galer¨ªas, tiendas de segunda mano y caf¨¦s bohemios es, sin duda, uno de los centros mundiales del arte y el esnobismo postureta hipster.
"En mi habitaci¨®n del hotel hab¨ªa una guitarra Martin&Co., un sacapuntas de manivela antiguo y un mont¨®n de tarros de aceite para el pelo y la barba"
Fue precisamente aqu¨ª donde surgieron las primeras movilizaciones anti-gentrificaci¨®n que despu¨¦s se extendieron a otras ciudades y mi hotel encarna en un solo edificio todos los odios de estos activistas, construido a partir de un conglomerado de clich¨¦s de modernos con muchos vinilos en las paredes y un staff de barbudos con Macs.
Tengo que reconocer que la habitaci¨®n era una aut¨¦ntica maravilla. Las ventajas del exclusivismo: enorme, luminosa y decorada con, seg¨²n la propia descripci¨®n del hotel, ¡°mobiliario vintage y obras de arte originales¡±. Entre otras cosas, todas contaban de serie con una guitarra Martin&Co., un sacapuntas de manivela antiguo y un mont¨®n de tarros de aceite para el pelo y la barba que se cobraban aparte. Si el movimiento anti gentrificaci¨®n estuvo a punto de quemar en la hoguera a dos hermanos hipsters por vender cereales a precios de lujo, mejor que no le echen un ojo a la carta. Como ten¨ªa que gastar dos horas antes de que me recogieran, me dediqu¨¦ mientras tanto a caminar en albornoz por el hotel, que eso s¨ª que era gratis, y me enamor¨¦ del gimnasio del s¨®tano, con un roc¨®dromo espectacular de piedrecitas de colores que ocupa casi toda la sala. Prometo que en mi vida hab¨ªa visto un gimnasio tan bonito. Ni tan in¨²til.
A las 4 de la tarde, lleg¨® la hora de la cata de whisky y el momento de ponerme mi primer disfraz de sabido. En un peque?o pub, hab¨ªan reservado mesas para los periodistas invitados del L¨ªbano, Rusia y Espa?a, los tres pa¨ªses por los que, junto a Brasil, va a pasar la tercera gira de True Music, de Boiler Room y Ballantine's, en la que DJs destacados de la escena colaborar¨¢n con m¨²sicos locales de diferentes g¨¦neros.
Los encargados de la marca comenzaron por explicarnos los or¨ªgenes de la compa?¨ªa con un did¨¢ctico pase de diapositivas. En una foto aparec¨ªa el careto de su ilustre fundador, el se?or George Ballantine, que a mi me hac¨ªa mucha gracia porque me recordaba a un colega de mi barrio al que llam¨¢bamos ¡°El Balantains¡±. Supongo que no son exactamente familia directa, pero si ha seguido bebiendo al mismo ritmo hasta ahora, ya habr¨¢ hecho m¨¦ritos m¨¢s que suficientes como para heredar la empresa.
El precio a pagar por pertenecer al elitista club de los entendidos era beber whisky a palo seco, sin cocacola ni hielo ni nada, para poder captar con precisi¨®n los matices de sabor. Mientras nos instru¨ªan, la mayor¨ªa de los presentes pon¨ªamos cara de chupar un lim¨®n en cada sorbo y con un lagrim¨®n cay¨¦ndonos por la mejilla asegur¨¢bamos encontrar las ¡°notas de chocolate y miel¡± del whisky escoc¨¦s. En realidad, era un show bastante divertido. Para acabar, nos propusieron un juego en el que prob¨¢bamos tres copas distintas mientras sonaban diferentes tipos de m¨²sica.
Despu¨¦s de un largo debate intelectual sobre qu¨¦ copa molaba m¨¢s, desvelaron que, en realidad, hab¨ªan servido exactamente el mismo whisky en las tres, lo que, seg¨²n los expertos en neurociencia, demostraba que la m¨²sica act¨²a sobre nuestros sentidos de tal manera que nos hace percibir los sabores de forma diferente. Pero a m¨ª, m¨¢s bien me parece que el experimento hab¨ªa demostrado que, a distinto nivel, yo no era el ¨²nico que estaba fingiendo y que, llegados a ese punto, cualquiera de los que est¨¢bamos all¨ª nos hubi¨¦semos bebido el vidrio fundido de la copa si nos lo hubiesen pedido, antes que reconocer que en realidad no ten¨ªamos el paladar tan educado como hac¨ªamos parecer.
"El careto del se?or George Ballantine me hac¨ªa mucha gracia porque me recordaba a un colega de mi barrio al que llam¨¢bamos 'El Balantains"
Al terminar, un chofer nos esperaba en la puerta para llevarnos hasta la sala Grow, a s¨®lo unas cuantas calles de all¨ª, para asistir a la fiesta privada. Los eventos de Boiler Room son, para el que est¨¦ poco puesto como yo, unos guateques exclusivos que comenzaron a celebrarse hace ya ocho a?os en el cuarto de calderas de las oficinas de una revista online. Diskjockeys de primer nivel pinchaban para un selecto grupo de invitados mientras se retransmit¨ªa en directo en internet al resto del planeta, y ser parte de uno de esos eventos era una forma de alarde de estatus para artistas y p¨²blico. Con el tiempo, fue creciendo hasta convertirse en una compa?¨ªa internacional que organiza fiestas por todo el mundo pero su sello se sigue entendiendo hoy como una garant¨ªa de exclusividad y autenticidad.
Para este evento, hab¨ªan sido invitados en la cabina los productores y DJs, rRoxymore y Dollkraut, veteranos, me explicaron, de la escena electr¨®nica de Berl¨ªn y que ser¨¢n dos de los protagonistas de la gira. Yo, que mi mayor acercamiento a la m¨²sica electr¨®nica hasta la fecha hab¨ªa sido comerme una paella en la playa con Chimo Bayo, me sent¨ªa un poco fuera de lugar al principio, pero entre los whiskies, el catering y la pasi¨®n contagiosa de algunos de los asistentes a mi alrededor, no tard¨¦ demasiado en empezar a adaptarme y a disfrutar de la sesi¨®n. O por lo menos, a aparentar que lo hac¨ªa, que, al fin y al cabo, es de lo que se trata en este tipo de fiestas. Porque, si de algo puede presumir Boiler Room, es de haber conseguido elevar el postureo a la categor¨ªa de arte.
En estos eventos, el p¨²blico tiende a colocarse detr¨¢s del DJ para ser visto en la pantalla del streaming en un ejercicio de narcisismo colectivo d¨®nde la m¨¢xima aspiraci¨®n es la de identificarse como ¡°el coleguita del pincha¡±. Desde fuera, la estampa resulta un poco rara, una especie de concierto para disl¨¦xicos que desaf¨ªa la l¨®gica teatral, con m¨¢s gente en el escenario que debajo. As¨ª que, de nuevo, me di cuenta de que no era el ¨²nico impostor de la sala y desapareci¨® todo tipo de remordimiento.
Al fin y al cabo, todos somos actores sociales y oye, no hay nada de malo en disfrutar alguna vez de la falsa ilusi¨®n de pertenecer a la ¨¦lite de los molones. Tuve la oportunidad de estar en una ciudad cojonuda, en una gran fiesta y un ambiente de lo m¨¢s agradable, as¨ª que, y sin que sirva de precedente, voy a dejar por un instante mi papel de c¨ªnico quejica para interpretar el de chico agradecido. Me lo he pasado muy bien, gracias por la invitaci¨®n.
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