Wilder Penfield, top¨®grafo del cerebro y mago de la epilepsia
El neurocirujano canadiense estimul¨® con impulsos el¨¦ctricos el c¨®rtex temporal de pacientes conscientes y logr¨® evocar en ellos emociones y recuerdos grabados neuronalmente
Con talento y sin sacrificio es casi imposible conseguir ninguna meta en la vida, pero hacerlo al rev¨¦s, sin talento pero con sacrificio, tiene mucho m¨¢s m¨¦rito, y as¨ª se lo inculcaron a Wilder Penfield en su infancia, en la que no destacaba ni por su mente para los estudios ni por su cuerpo desgarbado y poco pr¨¢ctico para la actividad f¨ªsica. Sin embargo, el voluntarioso Wilder se convenci¨® de que solo a trav¨¦s del estudio lograr¨ªa ser mejor persona y ¨²til a la sociedad, y no se conform¨® con recibir una buena formaci¨®n en letras sino que se atrevi¨® tambi¨¦n con la medicina para seguir la tradici¨®n familiar de su abuelo y su padre. Su autoenga?o para lograrlo fue decirse a s¨ª mismo que era ¡°la manera m¨¢s directa de hacer del mundo un lugar mejor para vivir¡±.
Al final, no solo triunf¨® en la medicina, sino que se convirti¨® en un referente mundial de la Ciencia por sus descubrimientos al aplicar los principios de la neurofisiolog¨ªa a la pr¨¢ctica de la neurocirug¨ªa y conseguir tratar la epilepsia considerada incurable hasta entonces. Tan met¨®dico como perseverante y dogm¨¢tico en su trabajo, tampoco es de extra?ar que fuese un hombre religioso en medio de los incre¨ªbles descubrimientos que logr¨® en el campo cerebral y del sistema nervioso, ni que por su humildad prefiriera llamarlos ¡°comienzos emocionantes del estudio del cerebro¡±.
Wilder Graves Penfield naci¨® el 26 de enero de 1891 en Spokane, Washington. Su familia ten¨ªa tradici¨®n m¨¦dica, ya que tanto su padre como su abuelo eran galenos, aunque la consulta privada de su progenitor fracas¨® y ese hecho afect¨® a la econom¨ªa familiar hasta el punto de separarse de su mujer.
La madre se hizo cargo de sus tres hijos cuando Wilder ten¨ªa ochos a?os y se trasladaron a la casa de los abuelos a Wisconsin. Con 13 a?os el adolescente Penfield vivi¨® la inflexi¨®n en su vida cuando su madre se enter¨® de la creaci¨®n de las becas Rhodes, destinadas a alumnos extraordinarios en sus condiciones f¨ªsicas y mentales, y pens¨® que estaba hecha a la medida de su hijo. Wilder acept¨® el reto y se prepar¨® a conciencia durante los siguientes a?os en la Universidad de Princeton, pero lo m¨¢ximo que consigui¨® el primer a?o fue ser suplente en el equipo de f¨²tbol americano de los novatos.
Wilder Penfield?prob¨® con la lucha grecorromana y, adem¨¢s de musculatura, gan¨® el trofeo de lucha de la Universidad y logr¨® un puesto de defensa en el primer equipo de f¨²tbol americano. A pesar de que pensaba que jam¨¢s se dedicar¨ªa a la profesi¨®n en la que su padre fracas¨®, las clases de su profesor de Biolog¨ªa y el convencimiento de querer ayudar a la gente inculcado por su madre le hicieron pensar que era la v¨ªa m¨¢s directa para mejorar el mundo.
Penfield se convirti¨® en un destacado deportista: era defensa en el equipo de f¨²tbol, entrenador del de b¨¦isbol, delegado de curso y alumno destacado, pero la beca no lleg¨® cuando la necesitaba, as¨ª que decidi¨® costearse sus estudios entrenando m¨¢s equipos y dando clases. Sin embargo, al a?o siguiente le concedieron la deseada beca, y a finales del oto?o de 1914 el joven Wilder se traslad¨® a Oxford. All¨ª conoci¨® a dos profesores que marcaron su vida para siempre: Osler y Sherrington, quienes con buen ojo vieron en Wilder un futuro buen m¨¦dico, le aconsejaron qu¨¦ estudiar para que le sirviese a su regreso a Estados Unidos y le abrieron los ojos para que se diera cuenta de que el sistema nervioso era ¡°un campo inexplorado en el que alg¨²n d¨ªa podr¨ªa explicarse el misterio de la mente humana¡±.
Precisamente en casa del doctor Osler Penfield se recuper¨® de las heridas sufridas en 1916, cuando un torpedo alem¨¢n hundi¨® el barco en el que cruzaba el canal de la Mancha para incorporarse a un hospital de la Cruz Roja en Francia. Iba a servir en el frente en la Primera Guerra Mundial, pero a ra¨ªz del suceso fue incluido en la lista de bajas y su necrol¨®gica hasta apareci¨® en un peri¨®dico americano, aunque ¨¦l se recuper¨® de sus lesiones y decidi¨® explorar ese territorio desconocido mencionado por sus mentores.
Wilder Penfield regres¨® a Estados Unidos en 1918 para recibir su doctorado, pero no tard¨® en volver a Oxford junto a Sherrington para saciar ese gusanillo de sabidur¨ªa sobre el desconocido mundo cerebral.
A partir de la d¨¦cada de los a?os 20 Penfield fue cambiando de destino, hospital e investigaci¨®n seg¨²n donde hubiera dinero y medios para ser fiel a lo que ya le apasionaba. De esta forma, pas¨® por el Instituto Neurol¨®gico de Nueva York trabajando en una cura para la epilepsia, por Quebec en un nuevo instituto de investigaci¨®n, fue profesor en la prestigiosa Universidad McGill y en el Hospital Reina Victoria, adem¨¢s de perfeccionar su t¨¦cnica microquir¨²rgica en Nueva York, Madrid y Breslau (Alemania). Todo ello, antes de aceptar el cargo como director del nuevo Instituto Neurol¨®gico de Montreal, lo que le sirvi¨® de excusa para, en 1934, conseguir la nacionalidad canadiense y empezar a lograr los avances por los cuales es m¨¢s conocido.
Este instituto de Montreal supuso para Penfield un sue?o hecho realidad, ya que se dio cuenta de que ¨¦l solo no llegar¨ªa tan lejos en el campo de la neurolog¨ªa como rodeado de otros cient¨ªficos, neurocirujanos y pat¨®logos que trabajaran juntos en espacios reducidos y compartieran informaci¨®n para acercarse a la comprensi¨®n de la mente humana.
En una de sus investigaciones, el ya entonces reconocido investigador Penfield llev¨® a cabo su idea de realizar una cirug¨ªa en pacientes que estaban despiertos utilizando una sonda el¨¦ctrica sensible para observar el efecto de la estimulaci¨®n cerebral en el cuerpo. Consider¨® que se trataba de un enfoque nuevo y nunca antes planteado en el ejercicio de la neurolog¨ªa, as¨ª que no dud¨® en aplicarlo a los pacientes con epilepsia m¨¢s severa.
La epilepsia, para Wilder Penfield, era como una especie de cortocircuito en el cerebro, ya que la mayor¨ªa de los pacientes experimentaba una combinaci¨®n de sensaciones y emociones antes de sufrir un ataque epil¨¦ptico. La innovaci¨®n del neurocirujano canadiense consisti¨® en utilizar impulsos el¨¦ctricos en varias ¨¢reas del cerebro y, bas¨¢ndose en el testimonio del paciente consciente, saber qu¨¦ zonas estaban afectadas y reducir los riesgos durante la cirug¨ªa.
Esta pr¨¢ctica, conocida como Procedimiento Montreal, tambi¨¦n permiti¨® compilar mapas de los c¨®rtex sensorial y motor del cerebro, que son los que presentan las conexiones de los c¨®rtex a los diversos miembros y ¨®rganos del cuerpo y que contin¨²an siendo usados en la actualidad tal y como Wilder Penfield los descubri¨®.
A fines de la d¨¦cada de los a?os 60 los m¨¦todos del neurocirujano se hab¨ªan perfeccionado tanto que aproximadamente la mitad de sus pacientes epil¨¦pticos se curaba y el n¨²mero y la gravedad de las convulsiones se hab¨ªan reducido otro 25 por ciento.
Otro gran hallazgo a partir de esa electroestimulaci¨®n sobre el c¨®rtex temporal fue que los pacientes pod¨ªan recordar momentos, emociones y hasta olores vividos y que cre¨ªan olvidados pero que en realidad estaban grabados neurol¨®gicamente.
Wilder Penfield se centr¨® tambi¨¦n en las funcionalidades de la mente y no s¨®lo revolucion¨® la neurocirug¨ªa, sino que tambi¨¦n sent¨® las bases de su gran influencia en campos relacionados como la neurolog¨ªa y la neuropsicolog¨ªa, adem¨¢s de realizar numerosos experimentos que, entre otros resultados, resolvieron un debate sobre la estructura celular del cerebro.
Penfield, convertido en el neurocirujano m¨¢s destacado de la ¨¦poca, hasta le realiz¨® una pionera y compleja intervenci¨®n quir¨²rgica a su hermana. El procedimiento no ten¨ªa precedentes en su complejidad y la mayor¨ªa de los cirujanos no lo habr¨ªan ni intentado pero ¨¦l se atrevi¨® a eliminar un tumor cerebral con ¨¦xito aunque, por desgracia, apareci¨® de nuevo y su hermana falleci¨® tres a?os despu¨¦s.
El doctor Penfield se jubil¨® de la Facultad de Medicina de McGill en 1954, pero continu¨® como director del Instituto de Neurolog¨ªa y dedic¨® los ¨²ltimos 15 a?os de su vida a disfrutar de una segunda carrera como escritor de novelas hist¨®ricas y biograf¨ªas m¨¦dicas. Su inter¨¦s y motivaci¨®n no cambiaron, y lo hizo como servicio p¨²blico, en especial en apoyo a la educaci¨®n universitaria. Sus escritos de este periodo incluyeron ¡®El misterio de la mente¡¯ (1975), que resume sus puntos de vista sobre el problema mente/cerebro, y ¡®Ning¨²n hombre solo¡¯ (1977), una autobiograf¨ªa de los a?os 1891-1934.
Wilder Penfield muri¨® a causa de un c¨¢ncer el 5 de abril de 1976 a la edad de 85 a?os, pero su legado en la que fue su casa, el Instituto Neurol¨®gico de Montreal, contin¨²a activo y siendo una referencia mundial.
La epilepsia se convirti¨® en la gran inspiraci¨®n de Penfield, y sus estudios quir¨²rgicos arrojaron grandes avances sobre los tumores cerebrales, los mecanismos del dolor de cabeza, la localizaci¨®n de las funciones motoras, sensoriales y del habla, el papel del hipocampo en los mecanismos de la memoria, adem¨¢s de ser la base de las teor¨ªas modernas de la funci¨®n separable de los dos hemisferios cerebrales, construidas sobre sus hallazgos.
El doctor Penfield contribuy¨®, m¨¢s de lo que ¨¦l pensaba, a descubrir ese mundo infinito de neuronas y conexiones cerebrales y hacerlo mucho m¨¢s sencillo e inteligible para la Ciencia actual.
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