Alicia Sintes, la f¨ªsica espa?ola que gan¨® parte del Nobel
La investigadora dirige el ¨²nico grupo nacional de cient¨ªficos que ha participado en la detecci¨®n de las ondas gravitacionales, hito premiado con el Nobel. Desde la Universidad de las Islas Baleares se abre una ventana al cosmos.
A LAS ESTRELLAS, y al estrellato del Nobel, se llega por e-mail. Por e-mail y un sinf¨ªn de llamadas, interminables horas de c¨¢lculo en potent¨ªsimos ordenadores, viajes y congresos, art¨ªculos, reuniones y teleconferencias a horas intempestivas. Con eso y d¨¦cadas de esforzado estudio, am¨¦n de la contribuci¨®n de otros 1.300 cient¨ªficos de 18 pa¨ªses, la menorquina Alicia Sintes (Sant Llu¨ªs, 1969) ha conseguido escuchar la voz de unas estrellas de neutrones en nuestra galaxia o la de una pareja de agujeros negros que se fusionaron en una danza catacl¨ªsmica a 3.000 millones de a?os luz de la Tierra. Ese sonido, en forma de ondas gravitacionales, habla de una predicci¨®n cumplida, la de la teor¨ªa de la relatividad general. Y lo hace ¡°justo un siglo despu¨¦s de que Einstein la propusiera, lo que queda muy elegante¡±, bromea Sintes. La detecci¨®n de estas ondas, que se produjo por primera vez el 14 de septiembre de 2015 (desde entonces se ha dado otras seis veces), se premi¨® en 2017 con el Nobel de F¨ªsica y el Princesa de Asturias.
Profesora e investigadora, formada entre Espa?a y Alemania, en el Instituto Max Planck, Sintes dirige en Palma el Grupo de Relatividad y Gravitaci¨®n de la Universidad de las Islas Baleares. Se trata del ¨²nico equipo espa?ol que ha participado desde el principio en el proyecto responsable de este hallazgo, canalizado a trav¨¦s de un observatorio en EE UU llamado LIGO, el mismo nombre del experimento en su conjunto. ¡°Estas ondas son perturbaciones del espacio-tiempo producidas normalmente por materia en movimiento que viajan a la velocidad de la luz¡±, explica con un tono de normalidad que colisiona con la magnitud de lo que cuenta. ¡°Con ellas se puede extraer informaci¨®n, por ejemplo, del universo hasta cuando no ten¨ªa ni un segundo de vida, as¨ª como de los propios cuerpos que las emiten¡±.
Acostumbrada a bregar en esa corriente de asombro continuo, la ventana desde la que Sintes mira al cosmos se abre en la pantalla de su ordenador, un Mac que preside su despacho en cohabitaci¨®n con objetos dispares como una colchoneta hinchable, que su hija de ocho a?os usa para echar la siesta cuando le toca esperarlos a ella o a su marido, Sascha Husa, un f¨ªsico austriaco que tambi¨¦n trabaja en la universidad. ¡°Yo ten¨ªa plaza aqu¨ª y fue ¨¦l quien dej¨® el Max Planck para venir. Pero lo habitual es que t¨² dejes tu puesto para seguir al marido¡±, comenta. Son las dificultades con las que suele toparse una mujer en un entorno donde ¡°los niveles m¨¢s altos a¨²n est¨¢n dominados por hombres¡±.
Si una jornada cualquiera la cient¨ªfica amanece con ¡°200¡± correos, aquel d¨ªa de septiembre de 2015 el flujo de entradas ¡°se desbord¨®¡±. Un s¨ªntoma de que algo bueno pasaba. ¡°Est¨¢bamos ansiosos, porque a¨²n necesit¨¢bamos semanas para hacer muchos test¡±. Hab¨ªa que comprobar la validez de la se?al que se hab¨ªa detectado. Despu¨¦s lleg¨® el Nobel, entregado a tres fundadores de la colaboraci¨®n: Kip Thorne, Barry Barish y Rainer Weiss, ¡°los genios del detector de ondas gravitacionales¡±. Sintes viaj¨® a Suecia para escuchar sus conferencias: ¡°Fue emocionante, dijeron que nunca habr¨ªan recibido el galard¨®n si no fuera por las 1.300 personas que llevaban d¨¦cadas trabajando. Agrada saber que te valoran, y que esto ha sido un hito que quedar¨¢ escrito en los libros de ciencia¡±.?
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