Sin investigaci¨®n no hay esperanza contra el c¨¢ncer
Dos segundos es el tiempo que transcurrir¨¢ en 2030 entre una muerte por c¨¢ncer y la siguiente. Esto no pretende ser un mensaje pesimista, sino un recordatorio del gran reto al que nos enfrentamos como sociedad, advierte el autor
Dos segundos, Tic Tac. Es el tiempo que transcurrir¨¢ en 2030 entre una muerte por c¨¢ncer y la siguiente. Esto no pretende ser un mensaje pesimista de una enfermedad que nos sobrecoge, sino m¨¢s bien un recordatorio del gran reto al que nos enfrentamos como sociedad. El c¨¢ncer se alza como la enfermedad del presente y del futuro, aquella que persiste cuando muchas otras patolog¨ªas antes letales dejan de ser una amenaza para nuestra vida. Y quiz¨¢ el primer malentendido surge en el momento en que lo nombramos: el c¨¢ncer. No, no es ¡°el c¨¢ncer¡±. Son ¡°los c¨¢nceres¡±. Decenas de enfermedades distintas, cada una de las cuales requiere un estudio espec¨ªfico y un tratamiento personalizado. El reto emana de la necesidad de conocer para tratar, de investigar para curar. ¡°Sin investigaci¨®n no hay esperanza¡± es un eslogan duro, pero certero.
El c¨¢ncer es la enfermedad de nuestro tiempo y ser¨¢ la de nuestro hijos e hijas, posiblemente tambi¨¦n la de nuestros nietos y nietas. Pero probablemente no ser¨¢ para ellos una amenaza ni una sentencia. Depende de nosotros. En las ¨²ltimas d¨¦cadas hemos vivido una explosi¨®n tecnol¨®gica. Est¨¢ en nuestras casas, en nuestros bolsillos, pero tambi¨¦n en nuestros laboratorios y hospitales. La secuenciaci¨®n del primer genoma humano fue una tarea tit¨¢nica y millonaria, y tan solo un par de d¨¦cadas despu¨¦s lo podemos realizar por un pu?ado euros. La tecnolog¨ªa nos permite hoy detectar trazas del c¨¢ncer en la sangre, e incluso educar y programar a nuestro sistema inmune para que encuentre y destruya c¨¦lulas tumorales.
Vivimos en un pa¨ªs que ha olvidado qu¨¦ quiere ser de mayor. Los pactos transversales con una visi¨®n estrat¨¦gica de futuro brillan por su ausencia
Con todo esto, cabr¨ªa decir que hay esperanza. La supervivencia tras la detecci¨®n y el tratamiento de los c¨¢nceres aumenta progresivamente. Nuestros m¨¦todos de detecci¨®n se afinan y se optimizan para detectar los tumores m¨¢s temprano y la atenci¨®n sanitaria es de mayor calidad. Pero, ?qu¨¦ necesitamos para consolidar este progreso? Tras hablar con muchos compa?eros, en Espa?a y en el extranjero, en formaci¨®n y liderando grupos de investigaci¨®n, una afirmaci¨®n se alza al un¨ªsono: estrategia. Vivimos en un pa¨ªs que ha olvidado qu¨¦ quiere ser de mayor. Los pactos transversales con una visi¨®n estrat¨¦gica de futuro brillan por su ausencia. Pero en la investigaci¨®n oncol¨®gica, que es lo que nos ata?e aqu¨ª, las consecuencias de la falta de estrategia est¨¢n haciendo estragos.
Tenemos un mapa de investigaci¨®n atomizado, donde los que sobreviven lo hacen en nichos aislados, dependiendo de fondos europeos o de estrategias regionales que representan una chispa de luz en la oscuridad. Programas como Ikerbasque o ICREA han permitido mantener un flujo de captaci¨®n de investigadores y han alimentado los centros de investigaci¨®n de Euskadi y Catalu?a. Esto, a su vez, ha repercutido en una mayor captaci¨®n de fondos internacionales. Sin embargo, los programas de captaci¨®n de ¡°joven talento investigador¡±, tanto del Ministerio de Econom¨ªa y Competitividad como del Instituto de Salud Carlos III, se van marchitando, con un continuo recorte de plazas (m¨¢s de 30% en la ¨²ltima convocatoria Miguel Servet) y una gran incertidumbre por la falta de estabilizaci¨®n de estos perfiles. Todo esto explica la ¡°fuga de cerebros¡±. Podemos consolarnos pensando que los investigadores j¨®venes, por ser j¨®venes, somos adaptables, maleables y estamos encantados de vivir en el extranjero, pero no nos enga?emos. Ser investigador joven hoy en d¨ªa tambi¨¦n es rozar los 40, ser padre o madre, y no poder aspirar a un contrato estable que te permita trabajar de un modo creativo para descifrar este gran reto que es el c¨¢ncer. ?C¨®mo podemos hacer investigaci¨®n oncol¨®gica de calidad sin fondos, sin estrategia de futuro y con la sombra del desempleo en cada giro de nuestra carrera?
La investigaci¨®n de hoy es el diagn¨®stico y el tratamiento de ma?ana. Los pol¨ªticos no lo saben ni lo quieren entender a juzgar por los hechos, pero la sociedad s¨ª
La investigaci¨®n de hoy es el diagn¨®stico y el tratamiento de ma?ana. Los pol¨ªticos no lo saben ni lo quieren entender a juzgar por los hechos, pero la sociedad s¨ª. El apoyo a la investigaci¨®n mediante donaciones a asociaciones sin ¨¢nimo de lucro no deja de crecer. ?stas a su vez invierten sus fondos en investigaci¨®n contra el c¨¢ncer, de un modo estrat¨¦gico, en consonancia con las necesidades del sistema y con la mirada puesta en el futuro. La gente, euro a euro a pie de calle, apoya hoy m¨¢s la investigaci¨®n que un ministerio que deber¨ªa tener este ¨¢rea en el punto de mira. Y mientras tanto, tenemos una Ley de Mecenazgo guardada en un caj¨®n. Una ley que en otros pa¨ªses nutre de un modo espectacular los fondos para investigaci¨®n. Tenemos investigadores de prestigio que se caen por los resquicios legales de una ley de la ciencia que no entiende de investigaci¨®n. La investigaci¨®n oncol¨®gica en Espa?a es de muy alta calidad, pero lo es a pesar del sistema; a pesar de la pobre estrategia en pol¨ªtica cient¨ªfica de los ¨²ltimos a?os.
Los investigadores j¨®venes son el futuro, son el motor que mantendr¨¢ la investigaci¨®n oncol¨®gica viva en nuestra sociedad. En la celebraci¨®n del d¨ªa internacional del c¨¢ncer nos debemos de plantear qu¨¦ papel debe desempe?ar nuestra sociedad en la cura de los c¨¢nceres. Si no planteamos una estrategia en investigaci¨®n oncol¨®gica, nuestros laboratorios envejecer¨¢n, nuestras universidades se vaciar¨¢n y tendremos que comprar el conocimiento a otros pa¨ªses en vez de generarlo. Los investigadores j¨®venes merecen una oportunidad para demostrar lo que pueden aportar, merecen poder investigar con un m¨ªnimo de estabilidad laboral. Como sociedad necesitamos investigadores j¨®venes - y no tan j¨®venes - para continuar generando un conocimiento que alimente el tejido industrial y sanitario y que nos sit¨²e entre los pa¨ªses de referencia en investigaci¨®n e innovaci¨®n. Este pa¨ªs necesita un plan estrat¨¦gico contra el c¨¢ncer. S¨®lo la investigaci¨®n ser¨¢ capaz de dilatar el tiempo que pasa entre una muerte y la siguiente, hasta que el c¨¢ncer deje de ser un riesgo para esta sociedad. Solo los j¨®venes investigadores tienen el potencial de tomar el relevo y hacer de esta esperanza una realidad. Es hora de reconocer el trabajo de los investigadores, de recuperar las cotas de inversi¨®n en investigaci¨®n de nuestros pa¨ªses vecinos y de construir un futuro m¨¢s saludable. Tic Tac.
Arkaitz Carracedo es profesor de investigaci¨®n Ikerbasque en CIC bioGUNE y miembro de la Junta directiva de ASEICA
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