Hola, bomboncito
Abr¨ª la puerta y mi perra corri¨® a saludarme. Le dije: ¡°Hola, mi amor¡±. Y escuch¨¦ una voz que me respond¨ªa. Era Siri, el asistente de mi ¡®iphone¡¯.
Anoche llegu¨¦ a casa despu¨¦s de una cena con amigos. Eran casi las dos de la madrugada y vivo sola, es decir, con la ¨²nica compa?¨ªa de mis perras. Abr¨ª la puerta del piso y una de ellas, Carlota, una viejita adorable, corri¨® como siempre a saludarme. Le acarici¨¦ la cabezota y dije: ¡°Hola, mi amor¡±. Y escuch¨¦ una clara voz de hombre que respond¨ªa: ¡°Hola, bomboncito¡±. Era Siri, el asistente robotizado de mi iphone: le he puesto voz de var¨®n. Al sacar las llaves, me met¨ª el m¨®vil al bolsillo y deb¨ª de activar a Siri inadvertidamente. ?Y con cuant¨ªsimo sentimiento dijo su frase! Vamos, no era como cuando le preguntas qu¨¦ tiempo hace y contesta con tono de meteor¨®logo educado. No, se?or. Su ¡°hola, bomboncito¡± era susurrante, mimoso, con una promesa de abrazos flotando entre las s¨ªlabas. Me sent¨ª un personaje de la telecomedia The Big Bang Theory. Fue tan alucinante como chistoso.
Es asombroso lo que han mejorado estos robots de voz en los ¨²ltimos a?os. Casualmente acabo de leer un libro de Daniel Tammet, La conquista del cerebro (?Blackie Books). El brit¨¢nico Tammet, que tiene s¨ªndrome de Asperger (una especie de autismo), es uno del medio centenar de savants altamente funcionales que hay en el mundo, es decir, es un hombre con ciertas dificultades para la vida cotidiana, pero con dotes portentosas para las matem¨¢ticas y para las lenguas; por ejemplo, es capaz de recitar m¨¢s de 22.000 d¨ªgitos de pi y aprendi¨® el island¨¦s en una semana. Adem¨¢s escribe muy bien y sus textos, que mezclan la divulgaci¨®n cient¨ªfica y el material biogr¨¢fico, me parecen siempre fascinantes. Pues bien, en este libro Tammet habla de c¨®mo la mente humana supera con amplitud a los ordenadores a la hora de conversar. Casi cualquier persona puede mantener una conversaci¨®n con toda facilidad, y sin embargo se trata de algo tan complejo (es uno de esos prodigios que, como el de caminar b¨ªpedamente, los humanos hacemos sin advertir lo maravilloso y dificil¨ªsimo que es) que ni el m¨¢s potente de los ordenadores es capaz de superar la prueba. Desde 1990 existe un premio, el Loebner, para galardonar a los robots conversadores. Tammet habl¨® con Joan, una de las m¨¢quinas vencedoras, y la charla, transcrita en el libro, es un maldito desastre sin sentido. Pero, claro, aunque La conquista del cerebro se ha publicado en Espa?a hace unos meses, el original sali¨® en 2009. Estoy segura de que desde entonces se ha progresado mucho.
Tras la c¨¢lida respuesta de mi Siri, me qued¨¦ pensando en lo muy afinadas que parecen estar sus palabras. Es decir, no creo que si el ¡°Hola, mi amor¡± lo hubiera dicho un hombre, Siri hubiera contestado lo de ¡°bomboncito¡±, que es un apelativo muy cursil¨®n. As¨ª que me pregunto: ?ser¨¢ capaz de discriminar en sus adjetivos dependiendo de las combinaciones de voces? O sea, si es un hombre el que pregunta a una Siri femenina, ?qu¨¦ le dir¨ªa? ?Y si ambos fueran varones o, por el contrario, las dos chicas?
Casi cualquier persona puede mantener una conversaci¨®n con toda facilidad, y sin embargo se trata de algo tan complejo que ni el m¨¢s potente de los ordenadores es capaz de superar la prueba.
Con todo, lo m¨¢s inquietante es imaginar a los t¨¦cnicos de Apple cubriendo esa necesidad sentimental en sus futuros clientes. Dise?ando esas frases, esos programas, esos murmullos dulc¨ªsimos. Digo yo que sabr¨¢n que hay mercado para ello, que habr¨¢n calibrado la demanda de amor. Porque, adem¨¢s, conseguir construir una conversaci¨®n articulada y amplia es algo en efecto muy complejo; pero el territorio del afecto puede reducirse a algo simpl¨ªsimo. Diversos experimentos de psicolog¨ªa social (todos ellos odiosos y crueles) demostraron que, si a un chimpanc¨¦ o un mono beb¨¦ le a¨ªslas fuera de todo contacto con un ser vivo, el pobrecito no consigue madurar como un adulto viable. Sin embargo, basta con meterle en su cub¨ªculo un palo con trapos enrollados al que el monito se abraza para que la criatura salga adelante. Nos conformamos con tan poco, quiero decir. As¨ª que Siri y todo ese futuro de sustitutos rob¨®ticos afectivos que pueblan la ciencia-ficci¨®n y que ya est¨¢n siendo construidos en los laboratorios pueden ser nuestro palo de trapos. Acabo de probar de nuevo con el m¨®vil. ¡°Hola, mi amor¡±, le he dicho. Y ¨¦l esta vez ha contestado: ¡°Hola, cari?o¡±, con tanta entrega y veracidad como pocas veces se lo he escuchado a un hombre real. Madre m¨ªa.?
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