El lenguaje lo sufre todo
Da la sensaci¨®n de que ciertos partidos est¨¢n se?alando tanto lo que desean, que acaban concentrados en su propio dedo
La lengua espa?ola lleva mucho tiempo siendo torturada por la pol¨ªtica, para ver si as¨ª confiesa sus culpas. La Constituci¨®n ya forz¨® el t¨¦rmino ¡°nacionalidades¡± en aras del consenso; pero nadie dice ¡°este a?o ha nevado mucho en mi nacionalidad¡±. A eso se uni¨® la bienintencionada decisi¨®n de suprimir del castellano los top¨®nimos tradicionales de Catalu?a (ojo: los tradicionales, no los inventados por el franquismo), y decimos ¡°Girona¡± y ¡°Lleida¡± mientras los catalanohablantes siguen mencionando, leg¨ªtimamente, ¡°Saragossa¡±, ¡°Lle¨®¡±, ¡°Conca¡±, ¡°Terol¡±¡ Los eufemismos se suman a esa tortura; y a ellos se a?aden, con opuesta voluntad, las duplicaciones de g¨¦nero (ahora ¡°portavoces y portavozas¡±) o hasta la conversi¨®n de epicenos en femeninos.
La solidaridad al contemplar los problemas de la mujer lleva a muchos ciudadanos a decir ¡°la jueza¡± y ¡°las juezas¡±. Esa a que marca el femenino no a?ade informaci¨®n, pero denota la intenci¨®n ideol¨®gica de fondo; y es comprensible.
Esta corriente, por cierto, ha mostrado gran inter¨¦s en ¡°jueza¡± o ¡°concejala¡±, pero ninguno en otros femeninos igualmente posibles, como ¡°corresponsala¡±, ¡°estudianta¡± o ¡°ujiera¡±; al tiempo que desde?a las duplicaciones de las que s¨ª dispone el idioma, como ¡°poeta¡± y ¡°poetisa¡±, pues se pretende unificar en ¡°poeta¡± las dos alternativas y usar una sola forma para los dos g¨¦neros, justo lo contrario de lo que pasa con ¡°juez¡± y ¡°jueza¡±.
La insistente campa?a duplicadora ha contribuido, s¨ª, a formar una conciencia general. Pero incluso las m¨¢s exitosas campa?as publicitarias caducan alg¨²n d¨ªa y son retiradas para no cansar al p¨²blico y resultar contraproducentes. De hecho, la machacona duplicaci¨®n del g¨¦nero (si fuera espor¨¢dica y m¨¢s simb¨®lica en un discurso se digerir¨ªa mejor) agota seguramente a muchas personas, y tal vez les hace pensar si no se atenta ya contra su inteligencia cuando alguien dice ¡°los diputados y las diputadas de mi grupo¡±; porque todos los espa?oles saben que los grupos est¨¢n formados por diputados y diputadas, y la duplicaci¨®n parece decirles que no se han enterado.
Del mismo modo, la frase ¡°fui a una boda y no dej¨¦ de gritar vivan los novios¡± activa de inmediato la imagen de un hombre y una mujer que se casan, pero ah¨ª s¨ª ser¨ªa necesario advertir de que los contrayentes eran por ejemplo un novio¡ y un novio. No se puede pensar en la aplicaci¨®n de la lengua sin reflexionar tambi¨¦n sobre c¨®mo los contextos compartidos (y cambiantes) influyen en los mensajes.
Ciertos partidos hacen tanto hincapi¨¦ en el l¨¦xico que, a fuerza de mirar el escaparate de su lenguaje, olvidamos lo que se deber¨ªa despachar en su mostrador: leyes que mejoren la vida de las mujeres y anulen la brecha salarial, dotaciones contra la desigualdad, m¨¢s servicios sociales...
?sas son las iniciativas que hacen falta. Ahora bien, requieren capacidad de pacto entre fuerzas afines que puedan formar mayor¨ªas para sacar adelante las soluciones. Pero da la sensaci¨®n de que esos partidos est¨¢n se?alando tanto lo que desean, que acaban concentrados, ellos mismos, en su propio dedo.
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