Catalu?a y el tarro de las esencias
Las reflexiones sobre los atributos nacionales s¨®lo conducen a la melancol¨ªa
Parece que ahora hay muchos catalanes aplic¨¢ndose a la ardua tarea de regresar sobre algunos interrogantes fundamentales: ?qui¨¦nes somos? ?De d¨®nde venimos? ?Ad¨®nde vamos? En Espa?a lo hicieron hace tiempo ya, y con un ¨¦xito m¨¢s que dudoso, los escritores de la generaci¨®n del 98, y un poco m¨¢s cerca fue Siniestro Total, el grupo gallego de punk, el que decidi¨® entrar a saco en un asunto tan central y se atrevi¨® a plantear con valent¨ªa si est¨¢bamos solos en la galaxia o acompa?ados. ¡°?Qu¨¦ es el ser?, ?qu¨¦ es la esencia?, ?qu¨¦ es la nada?, ?qu¨¦ es la eternidad?¡±, se preguntaba Juli¨¢n Hern¨¢ndez, el autor de aquella canci¨®n.
Esas preguntas, que a mediados de los ochenta golpeaban a esos j¨®venes que se afanaban por tomar las riendas de su vida, han vuelto en Catalu?a cuando el proc¨¦s se encuentra en tierra de nadie. Los independentistas pusieron en marcha un proyecto en el que bastaba con el entusiasmo de cuantos se sab¨ªan profundamente distintos de la caspa del resto de Espa?a, y daban por hecho que Europa iba a abrirles las puertas de par de par. Las cosas no han ido finalmente por ah¨ª y, del mismo modo que el sentimiento de angustia tron¨® en el alma de un escritor como Unamuno ante los desastres de Espa?a, as¨ª tambi¨¦n ha habido catalanes que se han visto ahora obligados a hurgar en el tarro de las esencias. Y han tirado de Josep Pla.
El periodista Josep Cun¨ª, por ejemplo, sosten¨ªa hace poco en este diario que ¡°el catal¨¢n es un fugitivo¡±. Y, claro, volv¨ªa sobre Pla, que alguna vez escribi¨® sobre su manera de ser: ¡°Huye hacia otras culturas, se extranjeriza, se destruye; huye intelectual y moralmente. Unas veces parece cobarde y otras un sombr¨ªo orgulloso. Unas veces parece sufrir de man¨ªa persecutoria y otras de chuler¨ªa¡±. As¨ª est¨¢n las cosas.
En Historias de las dos Espa?as, Santos Juli¨¢ se acuerda de aquella ¨¦poca en torno al desastre del 98 en que empez¨® a circular ¡°la dolorosa reflexi¨®n sobre esa Espa?a que Unamuno ve¨ªa empantanada en una charca de aguas pestilentes y Maeztu pintaba postrada en su carrito de paral¨ªtica, mientras Azor¨ªn la recib¨ªa ¡®en un estado de par¨¢lisis incre¨ªble¡±. Tocaba buscar ah¨ª en las profundidades ignotas de su ser la respuesta al descalabro.
Eran otros tiempos. Ya Stendhal se hab¨ªa fijado en su libro sobre el amor en las caracter¨ªsticas nacionales para saber c¨®mo eran las mujeres y los hombres de los distintos pa¨ªses y entender de paso c¨®mo ligaban. Man¨ªas del siglo XIX, se dir¨ªa, donde cada naci¨®n inventaba su imaginario para saberse radicalmente distinta de la vecina.
El recurso est¨¢ ya demasiado gastado a estas alturas como para darle mucho cr¨¦dito, y m¨¢s en este mundo de fronteras porosas y de comunicaci¨®n instant¨¢nea. El catal¨¢n huye hacia otras culturas, dec¨ªa Pla. Pues si se trata de eso, igual va a resultar que no somos tan distintos.
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