Una dictadura, necios
Hay generaciones que no saben lo arriesgado que era levantar no ya un dedo, sino la voz, en Espa?a entre 1939 y 1975.
Contaba Juan Cruz en un art¨ªculo que, en un intercambio tuitero con desconocidos (a qu¨¦ pr¨¢cticas arriesgadas se presta), alguien lo hab¨ªa conminado a callarse con esta admonici¨®n, o semejante: ¡°Est¨¢s desautorizado, perteneces a una generaci¨®n que permiti¨® a Franco morir en la cama¡±. Que alg¨²n imb¨¦cil intervenga en estas discusiones ha de ser por fuerza la norma, pero Cruz a?ad¨ªa que se trataba de un argumento ¡°frecuente¡± o con el que se hab¨ªa topado numerosas veces, y esto ya trasciende la an¨¦cdota, porque supone una criminal ignorancia de lo que es una dictadura. En parte puede entenderse: cuando yo era ni?o y joven, y o¨ªa relatar a mis padres las atrocidades de la Guerra, me sonaban, si no a ciencia-ficci¨®n, s¨ª a lecci¨®n de Historia, a cosa del pasado, a algo que ya no ocurr¨ªa, por mucho que a¨²n vivi¨¦ramos bajo el l¨¢tigo de quien hab¨ªa ganado esa Guerra y hab¨ªa cometido gran parte de las atrocidades. Pero s¨ª lograba imaginarme la vida en aquellos tiempos, y los peligros que se corr¨ªan (por cualquier tonter¨ªa, como ser lector de tal peri¨®dico o porque un vecino le tuviera a uno ojeriza y lo denunciara), y el pavor provocado por los bombardeos sobre Madrid, y el miedo a ser detenido y ejecutado arbitrariamente por llevar corbata o por ser maestro de escuela, seg¨²n la zona en que uno estuviese. Me hac¨ªa, en suma, una idea cabal de lo que no era posible en ese periodo.
Tambi¨¦n hay fr¨ªvolos ¡°valerosos¡± que reprochan a los espa?oles no haberse echado a la calle para parar el golpe de Tejero el 23-F, olvidando que los golpistas utilizaron las armas y que hab¨ªa tanques en algunas calles.
Tal vez los que pertenecemos a la generaci¨®n de Cruz no hayamos sabido transmitir adecuadamente lo que era vivir bajo una dictadura. Hay ya varias que s¨®lo han conocido la democracia y que s¨®lo conciben la existencia bajo este sistema. Creen que en cualquier ¨¦poca las cosas eran parecidas a como son ahora. Que se pod¨ªa protestar, que las manifestaciones y las huelgas eran un derecho, que se pod¨ªa criticar a los pol¨ªticos; creen, de hecho, que hab¨ªa pol¨ªticos y partidos, cuando ¨¦stos estaban prohibidos; que hab¨ªa libertad de expresi¨®n y de opini¨®n, cuando exist¨ªa una censura f¨¦rrea y previa, que no s¨®lo imped¨ªa ver la luz a cualquier escrito m¨ªnimamente cr¨ªtico con el franquismo (qu¨¦ digo cr¨ªtico, tibio), sino que al autor le acarreaba prisi¨®n y al medio que pretendiera publicarlo el cierre; ignoran que en la primera postguerra, a?os cuarenta y en parte cincuenta, se fusil¨® a mansalva, con juicios de farsa y hasta sin juicio, y que eso instal¨® en la poblaci¨®n un terror que, en diferentes grados, dur¨® hasta la muerte de Franco (el cual termin¨® su mandato con unos cuantos fusilamientos, para que no se olvidara que eso estaba siempre en su mano); que hab¨ªa que llevar cuidado con lo que se hablaba en un caf¨¦, porque al lado pod¨ªa haber un ¡°social¡± escuchando o un empedernido franquista que avisara a comisar¨ªa. Tambi¨¦n ignoran que, pese a ese terror arraigado, Franco sufri¨® varios atentados, ocultados, claro est¨¢, por la prensa. Que mucha gente resisti¨® y padeci¨® largas condenas de c¨¢rcel o destierro por sus actividades ilegales, y que ¡°ilegal¡± y ¡°subversivo¡± era cuanto no supusiera sumisi¨®n y loas al Caudillo. O ser homosexual, por ejemplo.Tampoco saben que, una vez hechas las purgas de ¡°rojos¡± y de disidentes (entre los que se contaban hasta democristianos), la mayor¨ªa de los espa?oles se hicieron enfervorizadamente franquistas. Se creen el cuento de hadas de la actual izquierda ilusa o falsaria de que la instauraci¨®n de la democracia fue obra del ¡°pueblo¡±, cuando el ¡°pueblo¡±, con excepciones, estaba entregado a la dictadura y la vitoreaba, lo mismo en Madrid que en Catalu?a o Euskadi. De no haber sido por el Rey Juan Carlos y por Su¨¢rez y Carrillo, es posible que esa dictadura hubiera pervivido alguna d¨¦cada m¨¢s, con el benepl¨¢cito de much¨ªsimos compatriotas. Estas generaciones que se permiten mandar callar a Juan Cruz no saben lo temerario y arriesgado que era levantar no ya un dedo, sino la voz, entre 1939 y 1975. Que, si alguien ca¨ªa en desgracia y ten¨ªa la suerte de no acabar entre rejas, se ve¨ªa privado de ganarse el sustento. A m¨¦dicos, arquitectos, abogados, profesores, ingenieros, se les prohibi¨® ejercer sus profesiones, entrar en la Universidad, escribir en la prensa, tener una consulta. Hubo muchos obligados a trabajar bajo pseud¨®nimo o clandestinamente, gente proscrita y condenada a la miseria o a la prostituci¨®n, qu¨¦ remedio.
Tambi¨¦n hay fr¨ªvolos ¡°valerosos¡± que reprochan a los espa?oles no haberse echado a la calle para parar el golpe de Tejero el 23-F, olvidando que los golpistas utilizaron las armas y que hab¨ªa tanques en algunas calles. Cuando hay tanques nadie se mueve, y lo sensato es no hacerlo, porque aplastan. Hoy las protestas tienen a menudo un componente festivo (la prueba es que no las hay sin su insoportable ¡°batucada¡±), y quienes participan en ellas se creen que nunca ha habido m¨¢s que lo que ellos conocen. Reprocharles a una o dos generaciones que Franco muriera en la cama es como reprocharles a los alemanes que Hitler cayera a manos de extranjeros o a los rusos que Stalin tuviera un fin apacible. Hay que ser tolerante con la ignorancia, salvo cuando ¨¦sta es deliberada. Entonces se llama ¡°necedad¡±, seg¨²n la brillante y antigua (retirada) definici¨®n de Mar¨ªa Moliner de ¡°necio¡±: ¡°Ignorante de lo que pod¨ªa o deb¨ªa saber¡±.
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