Forges: re¨ªr mientras lloramos, esa extra?a sensaci¨®n cuando se muere un c¨®mico
El fallecimiento del vi?etista m¨¢s famoso de EL PA?S nos sorprende lamentando su p¨¦rdida a la vez que re¨ªmos al repasar su obra. Probablemente, la meta de cualquiera que haya dedicado su vida al humor
Es curioso lo que sentimos cuando se muere una figura c¨¦lebre. Nos sorprendemos experimentando pena por alguien a quien nunca hemos conocido en persona. La sensaci¨®n se multiplica cuando se muere un c¨®mico, porque su conexi¨®n con nosotros ha sido todav¨ªa m¨¢s especial e intensa que la de un ¨ªdolo de cualquier otro ¨¢mbito.
Nos disgustamos ante una muerte, ?pero d¨®nde nos metemos la solemnidad y el gesto serio cuando aquel que se ha ido solo nos ha hecho re¨ªr? La muerte no estaba invitada a esta fiesta
El c¨®mico se convierte en algo parecido a un amigo personal porque de repente, en alg¨²n momento duro, gris o sencillamente aburrido de nuestra vida, se col¨® en nuestra casa y nos hizo re¨ªr. La muerte del humorista Antonio Fraguas de Pablo, Forges?(1942-2018) esta madrugada equivale a la de ese compa?ero de trabajo, de bar o de bloque de apartamentos que cada ma?ana, durante m¨¢s de dos d¨¦cadas, hac¨ªa un comentario certero y lleno de humor sobre lo que ve¨ªa en el mundo. Y el vac¨ªo pasa a ser de otro tipo: no solo se ha muerto un ¨ªdolo, tambi¨¦n un artista cercano que nos hizo sonre¨ªr cuando el mundo apestaba.
La muerte de un c¨®mico tambi¨¦n nos sorprende intentando encajar un episodio negro en un lugar donde solo exist¨ªa la luz. No es que la muerte encaje f¨¢cilmente en ning¨²n otro ¨¢mbito, pero pongamos el ejemplo del pintor maldito, el director de cine pl¨²mbeo o el deportista de riesgo: una muerte cobra sentido como parte de su relato, como ¨²ltimo episodio de una carrera.
?Pero d¨®nde nos metemos la solemnidad y el gesto serio cuando aquel o aquella que se ha ido solo nos hab¨ªa hecho re¨ªr? La muerte no estaba invitada a esta fiesta. Esta ma?ana, en el metro de Madrid (situaci¨®n seguramente extensible a otros medios de transporte de toda Espa?a que llevaban a la gente al trabajo o al lugar de estudios) los viajeros repasaban las noticias en sus m¨®viles de la muerte de Forges y soltaban una sonrisa, cuando no alguna carcajada.
Casi todos los medios, claro, recordaban sus mejores vi?etas. Y s¨ª, algunas ten¨ªan que ver con la muerte, algo de lo que el propio Forges tuvo que hacer humor cuando la actualidad se lo impon¨ªa (genial la que le dedic¨® a Mingote tras su muerte en 2012, en la que el humorista fallecido llegaba volando al cielo y pasaba de largo de la nube donde le esperaba Dios, que gritaba: "?Antonio, que es aqu¨ª!").
?Re¨ªrse con la noticia de un fallecimiento! Probablemente es un honor, y a todas luces deber¨ªa ser el prop¨®sito de cualquier c¨®mico: que todos los art¨ªculos que cubran su muerte hagan re¨ªr. Ocurr¨ªa con Chiquito de la Calzada, en cuyos obituarios se recordaban sus frases m¨¢s surrealistas, con la norteamericana Joan Rivers, que suscit¨® un repaso a sus frases m¨¢s bestias y demoledoras, o hace 17 a?os con Miguel Gila, cuya muerte llen¨® los telediarios de v¨ªdeos de archivo en los que ped¨ªa al enemigo que se pusiera al tel¨¦fono. Pero ah¨ª volvemos a la sensaci¨®n extra?a que describ¨ªamos al principio: re¨ªrnos ante la muerte o la desgracia en cualquiera de sus formas nos hace sentir tal vez mal, luego un poco mejor, y al final, a todas luces, vivos.
Y Forges lidi¨® con esa paradoja. Durante sus 23 a?os como el vi?etista m¨¢s famoso de EL PA?S tuvo que ilustrar con humor la corrupci¨®n, el desastre del Prestige, la Guerra de Irak, el 11-M, el desempleo o la amenaza terrorista. En otras ocasiones, sus vi?etas funcionaban independientemente de la actualidad, con una serie de personajes desencantados, narigudos y espigados que sobreviv¨ªan con humor en un pa¨ªs lleno de demonios y prefer¨ªan hablar de las relaciones de pareja, de la tecnolog¨ªa, de la televisi¨®n o del clima.
Siempre con di¨¢logos demoledores, efectivos y cortos, que parec¨ªan adaptarse con lustros de antelaci¨®n a la dictadura de la s¨ªntesis que luego impondr¨ªa Twitter y que, por antiguos que sean, siguen funcionando hoy incre¨ªblemente bien con unas nuevas generaciones en una nueva plataforma.?
El humor y la muerte, cuando se juntan y podemos re¨ªr y sollozar a la vez, provocan un milagro. El humor, y todos los que se dedican a ¨¦l lo saben, nace de un lugar oscuro en el que convive con traumas, miedos y tumores emocionales enquistados.
Y poca gente reflej¨® los de un pa¨ªs entero con la maestr¨ªa de Forges.
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