?Por qu¨¦ los hombres heterosexuales feministas seguimos entre el p¨¢nico y el silencio?
Hoy se celebra el D¨ªa Europeo por la Igualdad Salarial, un foco de reivindicaci¨®n necesario para ir consiguiendo una sociedad cada vez m¨¢s justa
Los hombres heterosexuales ¨Ccomo los catalanes para Rajoy¨C hacemos cosas, pero sobre todo una: contradecirnos. Sobre todo con el feminismo. Sobre todo con la boca cerrada. La contradicci¨®n es, de todas las silenciosas, nuestra respuesta favorita. No tenemos ning¨²n grupo de WhatsApp para hablar de ello. No se comenta. No se verbaliza porque tampoco es un tab¨². Si reflexion¨¢semos cada vez que sucede, colapsar¨ªamos. Nuestra cara mutar¨ªa en pantalla de Windows 95 tratando de ejecutar el lanzamiento de una sonda lunar. Os aseguro que no querr¨ªais ver eso. Nuestro cuerpo pasar¨ªa del espasmo al estertor, se quedar¨ªa suspendido en el tiempo y el mundo tendr¨ªa que seguir girando sin nosotros (y sabemos que eso podr¨ªa no ser del todo perjudicial).
La raz¨®n es biol¨®gica: estudios neurocient¨ªficos aseguran que un 95% de nuestras decisiones pertenecen al subconsciente. Esa contradicci¨®n constante es una acci¨®n refleja. O dicho de otra manera: apenas tomamos el 5% de las decisiones de manera consciente. El grueso de lo que hacemos todos ¨Celles y elles¨C pertenece al g¨¦nero de las costumbres. Tambi¨¦n con el feminismo. A cada paso que damos, en cada esquina que doblamos, ante cualquier m¨¢quina de vending con esa cara de cordero degollado que nos deja el colch¨®n de Ikea, los hombres tomamos decisiones equivocadas con respecto a la desigualdad entre g¨¦neros. Lo hacemos todo el d¨ªa, se nos d¨¦ bien hacer la paella o suframos migra?as. De hecho, existe un efecto contagio en vosotras que tambi¨¦n ca¨¦is en el asunto.
En nuestro cerebro son cortocircuitos constantes. "Brrr. Brrr. Brrr". Apenas los sentimos. Pocas veces los vemos venir y, en cualquier caso, nunca lo decimos. Silencio. En mi caso, hasta hoy. Me lo dijo una ex el otro d¨ªa y se lo le¨ª a Virgine Despentes pocas horas despu¨¦s: los hombres, en realidad, no hablamos de lo que nos pasa. Es un intangible del problema contra el que se lucha en la calle este jueves, D¨ªa Europeo por la Igualdad Salarial. Es nuestra sigilosa e indirecta forma de proteger el mundo que se agota ¨Cel nuestro, el de toda la vida, joder...¨C del que se avecina: el de todos. La conjura de la rutina lo excluye de la conversaci¨®n. Nunca nada del todo consciente, porque en realidad solo es un 95% rutina y automatismos. Luego, en el espacio sobrante de RAM hay complejos y una reinterpretaci¨®n de la masculinidad de la que habla todo el mundo que no somos nosotros. Un fr¨¢gil equilibrio que va de la neovirilidad a la interpretaci¨®n de s¨ª mismo que hace cualquier mam¨ªfero desde que aprende a imitar.
"Es un intangible del problema contra el que se lucha en la calle este jueves, D¨ªa Europeo por la Igualdad Salarial. Es nuestra sigilosa e indirecta forma de proteger el mundo que se agota ¨Cel nuestro, el de toda la vida, joder...¨C del que se avecina: el de todos".
Pero incluso en ese escaso margen de consciencia hay ox¨ªgeno suficiente como para aceptar que este siglo servir¨¢ para balancear los roles. No sabemos c¨®mo seremos. Nos asusta (p¨¢nico de hombros ca¨ªdos). Nos deja el cuerpo como un cowboy que al volver a casa no encuentra su rev¨®lver bajo la almohada. Miramos al infinito. Nuestro cerebro pasa del "Brrr. Brrr" al "Chk. Chk". Todo en silencio. Pero lo vemos. Empezamos a repasar la galer¨ªa de cagadas cotidianas. Un paisaje on¨ªrico que redibuja el presente y pensamos cosas. Ese d¨ªa del que te hablaba me pill¨® con la tecla delante. No creer¨¢s lo que sucedi¨®...
Rebobinas hasta el mi¨¦rcoles: interior, oficina, reuni¨®n de trabajo, dos mujeres y dos hombres. El proyecto lo llev¨¢is entre t¨² y Ella1. Lo hab¨¦is hecho juntos y lo expon¨¦is juntos, pero de esto decides tomar las riendas t¨² [advertencia: eso no tiene por qu¨¦ ser necesariamente una cagada]. Y empiezas. "Pim. Pam. PowerPoint mon amour". Y terminas cada frase mir¨¢ndole a ?l2. Pero a ?l2 ni le va ni le viene. Est¨¢ pensando en si te planchar¨¢s las camisas o las tender¨¢s jodidamente bien. De hecho es Ella2 quien tiene que daros el visto bueno. Pero t¨² buscas a ?l2 con el final de cada diapo.
Necesitas ese gesto de complicidad. Tu mente va r¨¢pida y necesita recompensas. Es su compadreo el que te sirve. Porque pese a que llevas una semana pidi¨¦ndole perd¨®n a tu bull terrier por pasearle tan tarde, porque pese a que te has quedado a trabajar con Ella1 cada una de las ¨²ltimas tres noches, o pese a que Ella2 es la que decide, t¨² necesitas manejar esto con "los que saben". Ahora que solo queda rematar la jugada, le pasas el bal¨®n todo el rato a tu compa?ero de g¨¦nero. Hay otros dos cuerpos oxid¨¢ndose en la habitaci¨®n, pero el ataque se convierte en un toma y daca. Tuya, m¨ªa. M¨ªa, tuya. Una pared tras otra, avanzando por el terreno de juego. Una. Otra. As¨ª hasta llegar al ¨¢rea peque?a. ?Gol del mansplaining!
En efecto, estabas en tu 95% de que siga todo igual, por favor. Estabas en modo autom¨¢tico, sin m¨¢s. Llegas a casa. Abres una lata de mejillones al natural y una cerveza low cost. Ninguna de las dos cosas sabe exactamente a lo que promete su packaging y es quiz¨¢ por eso que durante unos segundos te das cuenta de todo. Entras en el terreno de la contradicci¨®n. Un ruido blanco, como un zumbido, te mantiene concentrado en esa idea. Son varios segundos, as¨ª que tampoco te da tiempo a comentarlo con nadie. No colapsas. Es m¨¢s, decides no darle mucha importancia. ¡°Es nuestra forma de ser¡±, te dices, justo antes de darte cuenta de que tu bull terrier mueve muy r¨¢pido su cola, mir¨¢ndote de 'esa manera¡¯. Le diriges m¨¢s palabras que a tu compa?era durante la presentaci¨®n mientras cargas el ¨²ltimo podcast de La vida moderna, te pones el abrigo y los auriculares (por este orden) y bajas. ¡°?Qu¨¦ puto fr¨ªo hace!¡±. Las ideas se congelan. Y debe ser eso lo que ha provocado el silencio esta vez.
Tienes este tipo de ¡®interrupciones de la rutina vital¡¯ cuando te quedas un fin de semana en casa de tus padres: la ropa entra en ese ciclo m¨¢gico por el cual estaba sucia el viernes y aparece doblada y planchada sobre la cama el domingo. La mano del hombre, del hombre en s¨ª, no ha intervenido en el proceso. Miras fijamente al vac¨ªo. Eres consciente. Del "Brrr. Brrr" al "Chk. Chk". Silencio. Otro d¨ªa un conocido tiene el est¨®mago de comentar en voz alta una noticia de acoso laboral sugiriendo que tambi¨¦n se ha sentido ¡°as¨ª¡± alguna vez por el trato de una persona gay en ¡°id¨¦nticas circunstancias¡±. Sabes que el contexto social, que la presi¨®n del entorno y la suma cultural convierten esos dos casos en dimensiones paralelas. "Chk. Chk". Y te quedas calladito en tu pupitre, como cuando alguien alivia un acting de macromachismo con el hashtag del #micromachismo que, resulta, ahora, todo lo cura.
"El mundo de los que pretenden una sociedad m¨¢s habitable no se puede permitir discriminar de facto al 50% de la poblaci¨®n mundial. Y me refieron a un mundo en el que no somos tan idiotas como para situar todos los casos ni todas las aristas del problema al mismo nivel del eje cartesiano"
El mundo de los que pretenden una sociedad m¨¢s habitable no se puede permitir discriminar de facto al 50% de la poblaci¨®n mundial. Y me refieron a un mundo en el que no somos tan idiotas como para situar todos los casos ni todas las aristas del problema al mismo nivel del eje cartesiano. Ni mucho menos ni como preocupa a tantos sublevados vivimos en sociedades tan idiotas que, por el hecho de desear ser menos desiguales, aceptan que no hay mujeres malas. Ese tipo de argumentos en v¨ªa muerta son, a menudo, otro de los factores que aletargan la soluci¨®n al problema. Otro m¨¢s es el desequilibrio de intensidades que se ejerce desde los medios cuando quien rapta a sus hijos o comete un homicidio es una mujer. Tambi¨¦n, desde este oficio, porque lo extraordinario tiene un valor mucho m¨¢s llamativo en la alquimia de las audiencias.
La enumeraci¨®n puede continuar porque son muchos los brazos que reman en contra de una igualdad real para todos, aunque sea la inercia silenciosa la que los mueve en su mayor¨ªa; aunque sean brazos poderosos. En el casco de ese barco com¨²n hay grietas esperando a ser torpedeadas, algo a lo que ayuda y mucho generar focos de reivindicaci¨®n como este D¨ªa Europeo por la Igualdad Salarial. Como lo hicieran las ideas en el Siglo de las Luces ¨Cno sin riesgos ni bajas por el camino¨C ser¨¢ el uso de la voz p¨²blica, la sugesti¨®n y cierto margen de tiempo el que ir¨¢ perforando la preeminencia del "Brrr. Brrr" frente al liberador "Chk. Chk". Llegados a este punto, conscientes de seguir cag¨¢ndola desde el automatismo, si hay algo que pocos pueden dudar es que este ser¨¢ el siglo de las mujeres. A su consecuencia, la sociedad ser¨¢ otra. Como poco, menos desigual y m¨¢s justa.
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