Joyas, Bulgari y pasiones de famosos
Un libro re¨²ne las an¨¦cdotas de Liz Taylor, Nancy Reagan o el sha de Persia, algunos de los los clientes ilustres de la joyer¨ªa que visti¨® con diamantes la 'dolce vita'
Cuando Elizabeth Taylor y Richard Burton, una de las parejas m¨¢s intensas y delirantes de Hollywood, discut¨ªan ¨Cy lo hac¨ªan a menudo, cuentan las cr¨®nicas¨C solo hab¨ªa un lugar en el que encontraban paz: la m¨ªtica joyer¨ªa de Bulgari en la Via Condotti de Roma. De hecho, la actriz se convirti¨® en una de las mejores clientas y embajadoras de la firma predilecta de las celebridades de medio mundo. Si hay un punto en el que cine, aristrocracia y lujo confluyen bien puede ser una joya de la firma. El libro Bulgari: Treasures of Rome, de Vincent Meylan, recoge las an¨¦cdotas detr¨¢s de los diamantes, a modo de recorrido por la Ciudad Eterna y las divas y princesas que posaron para los paparazzi luciendo dise?os que ya son parte de la historia de la alta joyer¨ªa.
Meylan buce¨® en los archivos de la casa y sigui¨® la pista a una selecta clientela que coron¨® a los Bulgari como los joyeros que vendieron la dolce vita. Durante las d¨¦cadas de los cincuenta y los sesenta, Roma y sus estudios de Cinecitt¨¤ se convirtieron en el epicentro del cine y pasarela de estrellas internacionales.
Como los excesivos Liz Taylor y Richard Burton. Se quer¨ªan intensamente un d¨ªa ¨C¡°no hay vida sin ti¡±, dec¨ªa ¨¦l¨C y no se soportaban al siguiente. La joyer¨ªa de Roma se convirti¨® en testigo directo de las turbulencias de su romance. ¡°Enamorad¨ªsimos, tremendamente pendencieros y a menudo, achispados¡±. As¨ª los recordaba hace unos a?os Paolo Bulgari, el nieto del hist¨®rico Sotirio Voulgaris, en una entrevista con el diario la Repubblica. ¡°Llegaban como dos furias a la tienda y ¨¦l, para hacer las paces, le regalaba una joya¡±, contaba. ¡°Bulgari era la ¨²nica palabra en italiano que ella conoc¨ªa¡± dec¨ªa Burton y bromeaba: ¡°Yo present¨¦ la cerveza a Liz y ella me present¨® a Bulgari¡±. Las espectaculares im¨¢genes de Taylor luciendo su legendario collar de esmeraldas y diamantes con pendientes a juego, recorren las p¨¢ginas del libro y se mezclan con historias de lo m¨¢s variopintas.
La favorita del autor es la de la exc¨¦ntrica condesa Dorothy di Frasso, una rica estadounidense que se cas¨® con un arist¨®crata romano en 1920. Su lujosa Villa Madama era el centro de fiestas fara¨®nicas que reun¨ªan a lo m¨¢s destacado del panorama social del momento. De hecho, fue ella quien introdujo la firma italiana entre la jet set norteamericana. Fue amante de Gary Cooper, cuando este era ¨ªntimo de Marlene Dietrich, estaba obsesionada con envenenar a Mussolini y muri¨® en un tren camino a Las Vegas a causa de una sobredosis de nitroglicerina. ¡°Era una gran cliente de Bulgari. Su collar de diamantes fue el pedido m¨¢s importante del a?o 1939¡±, recuerda Meylan.
La primera dama de Estados Unidos Nancy Reagan fue otra de las ilustres adeptas a las piedras preciosas del bel paese. Durante la fiesta nacional del 4 de julio de 1986, en la hist¨®rica reapertura de la estatua de la Libertad de Nueva York, luci¨® un anillo de rub¨ªes, zafiros y diamantes que imitaba la bandera estadounidense. Tras su muerte en 2016, se vendi¨® en una subasta por m¨¢s de 300.000 d¨®lares, aunque part¨ªa de una valoraci¨®n inicial de 7.000.
Bulgari siempre ha sido sin¨®nimo de valor incalculable. El conde Vittorio Cini de Monselice, una de las mayores fortunas de Italia, fue secuestrado por las SS y liberado a cambio de un gran n¨²mero de alhajas de la marca.
El imaginario de la firma no conoce confines. Otro cliente ilustre que pag¨® una fortuna por las exclusivas creaciones fue el sha de Persia Mohammad Reza Pahlavi, casado en segundas nupcias con Soraya Esfandiary, que pas¨® a la historia como ¡®la princesa de los ojos tristes¡¯. Detr¨¢s del glamur de la corona, su vida estuvo marcada por la tragedia y la enfermedad, tanto que en su boda, tuvo que llevar un chaleco de lana debajo de su espectacular vestido de Dior por orden m¨¦dica, dado su d¨¦bil estado de salud. Durante los d¨ªas de reposo, el Sha le llevaba cada d¨ªa una joya diferente y se las colocaba en la almohada. Acab¨® acumulando una impresionante colecci¨®n que la hizo famosa en Europa, donde las luc¨ªa en sus viajes entre Roma, Par¨ªs y Munich. Ciudades en las que vivi¨® y frecuent¨® cuando su marido la repudi¨® y se divorci¨® de ella en 1958, tras siete a?os de matrimonio, por no poder darle un hijo.?
Las joyas que Ingrid Bergman eligi¨® personalmente para su papel en?La visita, o la tiara de platino con aguamarina de la infanta Beatriz de Espa?a, cuya imagen se publica en el libro por primera vez, completan el recorrido por el arte de Bulgari.
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