El estado auton¨®mico: paciencia y barajar
La crisis catalana ha hecho tambalearse la creencia de que el Estado de las autonom¨ªas hab¨ªa adquirido, m¨¢s o menos, su forma definitiva. Pero lejos de romper con el sistema hay que aprovechar que la Constituci¨®n es reformable
La gran crisis catalana ha tenido sobre la naci¨®n dos efectos, manifiesto el primero y menos visible y tal vez m¨¢s importante el segundo. No es cuesti¨®n balad¨ª, desde luego, que la mitad de la clase pol¨ªtica se haya amotinado en una de las regiones m¨¢s pobladas de Espa?a y la cuarta en renta per c¨¢pita. Sin embargo, hay m¨¢s, mucho m¨¢s. El espasmo secesionista catal¨¢n ha conmovido la creencia de que el Estado auton¨®mico hab¨ªa adquirido su hechura definitiva, punto arriba, punto abajo. Esta idea encerraba un aspecto moral y otro ejecutivo: se entend¨ªa que los poderes locales proclives al nacionalismo estaban siendo capaces de conciliar su sesgo ideol¨®gico con una lealtad suficiente al pa¨ªs en su conjunto, y que no entra?aba riesgos grandes darle hilo a la cometa. Pero la hip¨®tesis ha deca¨ªdo, como la fe en la medicina homeop¨¢tica o la invulnerabilidad de la l¨ªnea Maginot. Un balance muy r¨¢pido de lo que en este momento se piensa y no siempre se dice, incluir¨ªa por lo menos los puntos siguientes: uno, que la vigencia de la ley en Catalu?a comenz¨® a debilitarse a partir de 1984, cuando se renunci¨® a pedir responsabilidades a Jordi Pujol en todo lo atinente a la quiebra de Banca Catalana; dos, que la inhibici¨®n prolongada del Estado indujo la aparici¨®n en aquella comunidad de fueros o jurisdicciones informales y no controlables; tres, que consecuencia y, a la vez, condici¨®n sine qua nonde todo esto, fue una desnaturalizaci¨®n de la Constituci¨®n; cuatro, que el comportamiento de los grandes partidos nacionales fue equ¨ªvoco, por cuanto inspirado, no ya en un principio de prudencia, sino en la necesidad en que cada uno se ve¨ªa de completar mayor¨ªas parlamentarias en oposici¨®n al otro; cinco, que la ¨²nica alternativa para hacer compatible la pugna partidaria con la imposici¨®n de la ley en todo el territorio, a saber, un acuerdo sobre m¨ªnimos en los extremos que m¨¢s afectan a la integridad del Estado, no se adopt¨® finalmente, o por sectarismo o por inadvertencia o por las dos cosas a un tiempo.
La deriva, proyectada en un horizonte virtual, apuntaba hacia un proyecto confederal
Resultar¨ªa enormemente injusto extraer de este diagn¨®stico una interpretaci¨®n integral de los a?os que nos separan del 78. Ahora bien, la ecuanimidad, exigible en los libros de historia, rara vez contagia a la historia misma, y no excluyo grandes sustos y accidentes en los a?os venideros. En lo referente a las causas mediatas o inmediatas del gran drama del uno de octubre de 2017 (drama en un sentido teatral, am¨¦n de hist¨®rico), caben conjeturas diversas. Es posible afirmar, no sin fundamento, que el proceso de desarticulaci¨®n nacional estaba muy avanzado, y que por alg¨²n sitio ten¨ªa que saltar la liebre; o tambi¨¦n que entraba dentro de lo esperable que el envi¨®n penal contra la familia Pujol fuera interpretado por c¨ªrculos convergentes como una ruptura del pacto impl¨ªcito que hasta ese momento hab¨ªa regido las relaciones entre Madrid y el nacionalismo catal¨¢n. En realidad, los dos argumentos son complementarios. El primero, no obstante, ofrece al an¨¢lisis m¨¢s ¨¢ngulos que el segundo. Conforme se desle¨ªa el Estado, la pol¨ªtica se iba adaptando a esa mengua o disminuci¨®n, complicada de sobrellevar aunque, en apariencia, no letal. La resulta ha sido una mutaci¨®n en bloc de las autonom¨ªas, de los partidos y de las expectativas asociadas a los mandatos constitucionales. M¨¢s a hurtadillas que de manera expl¨ªcita, y m¨¢s por v¨ªa pr¨¢ctica que enunciativa, se ingres¨® en usos de gobierno crecientemente alejados de lo previsto en el 78.
La deriva, proyectada en un horizonte virtual, apuntaba hacia lo que Pedro S¨¢nchez, en uno de sus momentos (momentos tan mudables y espantadizos, que se necesita cuaderno y l¨¢piz para no hacerse un l¨ªo cuando se intenta situarlos en el calendario), ha denominado ¡°naci¨®n de naciones¡±. En otras palabras, un arreglo confederal. Dado, sin embargo, que la confederaci¨®n no es viable, por razones que estimo innecesario enumerar aqu¨ª, nos encontramos con que el proceso ha terminado por ser, m¨¢s que de recolocaci¨®n, de descomposici¨®n, tanto en lo que toca a la estructura estatal, como a las conductas que deber¨ªan protegerla. Los compromisos, los reflejos, las inercias acumuladas durante decenios se han convertido en un obst¨¢culo para que se intente lo que no se puede dejar de intentar, esto es, una reconducci¨®n del Estado auton¨®mico y la inauguraci¨®n de modos pol¨ªticos menos atentatorios contra la estabilidad nacional.
No se comprende que la segunda comunidad en renta per c¨¢pita no transfiera recursos
Se comprueba lo apurado del caso observando el revuelo reciente sobre la aplicaci¨®n del cupo vasco. Ciudadanos la ha denunciado como insolidaria y poco democr¨¢tica. Absolutamente nadie puede poner en duda que es insolidaria y poco democr¨¢tica. No se comprende que la segunda comunidad espa?ola en renta per c¨¢pita no transfiera recursos y pueda, gracias a esta singularidad, invertir en dinero p¨²blico por habitante una cantidad que dobla a la media nacional. Pese a ello, muchos han acusado a Ciudadanos de demag¨®gico, me temo que no siempre de mala fe. En efecto, la libertad de maniobra, en los tiempos que corren, es muy estrecha, sobre todo si se asume el punto de vista de un profesional de la pol¨ªtica. Forzar la equidad en el Pa¨ªs Vasco obligar¨ªa a vencer la voluntad de las filiales populares y socialistas en aquella regi¨®n, producir¨ªa un enfrentamiento con el PNV y, punto m¨¢s interesante a¨²n, exigir¨ªa medidas cuyo alcance no es previsible y que podr¨ªan conducir, en virtud de una l¨®gica intr¨ªnseca, a revisar el juego de flujos, prestaciones y contraprestaciones que en la interfaz auton¨®mica (no sola catalana o vasca sino igualmente andaluza, manchega, gallega o castellanoleonesa) gobierna la captaci¨®n de recursos y habilita a los grandes partidos nacionales para proveer cargos y poner orden en sus filas. El argumento de que el encaje de Catalu?a ser¨¢ imposible mientras esta siga sufriendo un agravio fiscal comparativo, y de que el empate por lo alto tampoco es hacedero, puesto que la extensi¨®n del privilegio har¨ªa que el Estado fuera infinanciable, remite a tiempos y plazos que se perciben como remotos y por ende pol¨ªticamente no operativos. La resulta es una suerte de par¨¢lisis, o, peor, de multiplicaci¨®n de movimientos que mutuamente se contradicen. Lo evidencia la actitud esquizofr¨¦nica del PSOE, favorable en Catalu?a a pol¨ªticas no redistributivas, y en Andaluc¨ªa a la redistribuci¨®n en nombre, no de la igualdad de todos los espa?oles, sino de derechos regionales que se envuelven en una ret¨®rica de acento localista y fugas seudonacionalistas.
Por ah¨ª ir¨¢ perdiendo fuerza el sistema actual. Y por otros rotos y descosidos que el lector no tendr¨¢ dificultad en imaginar. Cada cierto tiempo, y ha transcurrido bastante, el tinglado partidario se desgasta, y se precisa algo m¨¢s que cataplasmas y composturas para que contin¨²e funcionando. Por fortuna, no se adivinan alternativas a la democracia del 78 ni nadie piensa seriamente en salirse de la Uni¨®n Europea, salvo algunos radicales y los independentistas, los cuales, bien mirado, tampoco quieren salirse de la Uni¨®n Europea. Y tenemos una Constituci¨®n, y, por tanto, la oportunidad de reformarla. Ya vendr¨¢ la buena. Paciencia y barajar.?
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