Mentir con la verdad
Dada la omnipresencia todopoderosa de los medios de comunicaci¨®n, ya no basta con contar la verdad: es urgente desenmascarar las mentiras.
LAS MEJORES MENTIRAS no son las mentiras puras sino las mentiras mezcladas con verdades. Las mentiras puras no son casi nunca cre¨ªbles; las mentiras m¨¢s cre¨ªbles ¡ªlas mejores mentiras, las m¨¢s eficaces y m¨¢s comunes¡ª son aquellas que contienen una dosis de verdad y poseen por tanto el sabor de la verdad. De ah¨ª que en toda gran mentira aniden casi siempre peque?as verdades.
El independentismo catal¨¢n conoce esta ley universal y ha hecho un uso soberbio de ella. Un ejemplo entre miles. El pasado mes de enero la Unidad de Inteligencia del semanario The Economist public¨® su estudio anual sobre la calidad de la democracia en el mundo. ?ste tra¨ªa malas noticias para la democracia espa?ola, que enseguida fueron difundidas y glosadas por cronistas, comentadores y tertulianos independentistas, as¨ª como por los mediopensionistas (los que un d¨ªa son independentistas y el otro no, o los que lo son o no seg¨²n d¨®nde escriban o hablen). Las malas noticias de The Economist dec¨ªan que, a causa de la deficiente gesti¨®n de la crisis catalana, la democracia espa?ola estaba a punto de dejar de ser una democracia plena (¡°a full democracy¡±) y de convertirse en una democracia imperfecta (¡°a flawed democracy¡±). Traduzco: ¡°El intento del Gobierno nacional de detener por la fuerza el refer¨¦ndum catal¨¢n de independencia celebrado el 1 de octubre y su tratamiento represivo de los pol¨ªticos favorables a la independencia la han puesto en riesgo de convertirse en una ¡®democracia imperfecta¡±.
Las malas noticias de The Economist dec¨ªan que, a causa de la deficiente gesti¨®n de la crisis catalana, la democracia espa?ola estaba a punto de dejar de ser una democracia plena
Todo esto comentaban en lo esencial los secesionistas y adl¨¢teres, y todo es verdad; pero, en la inmensa mayor¨ªa de sus comentarios, esa verdad era s¨®lo la dosis de verdad que dotaba del sabor de la verdad a una gran mentira, de hecho la principal mentira que la propaganda independentista ha difundido con ¨¦xito por momentos extraordinario dentro y fuera de Catalu?a, sobre todo despu¨¦s del 1 de octubre pasado: que Espa?a no es una democracia real sino una prolongaci¨®n del franquismo disfrazada de democracia. Ahora bien, si esto es mentira, ?cu¨¢l es la verdad? ?Qu¨¦ verdad completa ocultaban los independentistas con sus verdades parciales? ?Qu¨¦ dec¨ªa The Economist y el independentismo escondi¨® para amasar su embuste? Dos cosas. Primero, que en el mundo s¨®lo hay 19 ¡°democracias plenas¡± y que, aunque es verdad que en 2017 la nuestra ha bajado dos puestos en la clasificaci¨®n (el a?o pasado ocupaba el 17, ¨¦ste el 19), lo cierto es que Espa?a sigue siendo una democracia plena; y segundo, que, siempre seg¨²n el semanario brit¨¢nico, Italia no es una democracia plena (ocupa el puesto 21), ni Jap¨®n (puesto 23), tampoco Francia (29), ni siquiera Estados Unidos (21, como Italia). ?Y a que no adivinan qu¨¦ puesto ocupa B¨¦lgica, esa monarqu¨ªa en la que nuestros republicanos se refugian de la opresi¨®n de la monarqu¨ªa espa?ola? El 32. Han le¨ªdo bien: el 32. Dicho esto, ?se atrever¨ªa a decir alguien, independentista o no, que Italia es una dictadura disfrazada de democracia, que no es una democracia Jap¨®n, ni lo son Francia o Estados Unidos o B¨¦lgica? Esta es, nos guste o no, la verdad completa de The Economist. El resto son verdades parciales; es decir: trolas como casas.
A?ado dos cosas. Una: la actual omnipresencia todopoderosa de los medios de comunicaci¨®n nos condena a vivir inundados de mentiras, y no s¨®lo en Catalu?a; por eso ya no basta con contar la verdad: es igual de urgente desenmascarar las mentiras que se cuentan con la verdad. Dos: diga lo que diga The Economist, Espa?a es una democracia imperfecta. Las democracias perfectas no existen: una democracia perfecta es una dictadura (la democracia org¨¢nica del general Franco, las democracias populares comunistas); la democracia es una aspiraci¨®n, un horizonte, una utop¨ªa, y por eso una democracia real no es una democracia perfecta sino s¨®lo una democracia infinitamente perfectible. Hacia ese horizonte no se puede avanzar con mentiras; tampoco con quienes, como hicieron el oto?o pasado los gobernantes catalanes, intentan destruir una democracia real, con todas sus imperfecciones, en el nombre irreal de una democracia perfecta. As¨ª s¨®lo se avanza hacia la dictadura.?
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