La sonrisa de los Le Pen y Salvini
La inmigraci¨®n se usa para ocultar la crisis de integraci¨®n de las capas sociales dominadas
El mal viento del pasado que hundi¨® a Europa en dos guerras mundiales devastadoras est¨¢ regresando con la misma fuerza rabiosa, envuelto con su misma ropa negra: la del nacionalismo rancio. En el siglo pasado buscaba apoderarse de riquezas, ajustar cuentas entre naciones guerreras y dominar a pueblos indefensos. Hoy, persigue hacer prevalecer una idea de Naci¨®n supuestamente amenazada por extranjeros. Una naci¨®n ¨¦tnica, basada en la ¡°raza¡± (seg¨²n Matteo Salvini, jefe de la italiana Liga Norte), libre de la ¡°contaminaci¨®n¡± resultante de la llegada de inmigrantes.
Este viento maloliente que sopla por doquier en Europa est¨¢ socavando las bases del Estado de derecho, minando las democracias y amenazando la convivencia c¨ªvica. Y los partidos pol¨ªticos, todos sin excepci¨®n, no encuentran una alternativa, porque, al fin y al cabo, no quieren realmente afrontar al monstruo renaciente de sus cenizas. Es el problema clave. Pues el ¨²nico modo de desvelar las mentiras sobre el papel de la inmigraci¨®n, las cifras infladas de los refugiados, la indignante correlaci¨®n que se establece, ahora de modo banal, en los discursos oficiales y oficiosos entre inmigraci¨®n e inseguridad, es decir la verdad.
?La verdad? S¨ª. Decir que los inmigrantes son necesarios para nuestro bienestar y que Europa, de la que dependemos en las fronteras externas, debe articular pol¨ªticas de regulaci¨®n de la demanda de trabajo promoviendo una inmigraci¨®n ordenada y respetuosa de los valores fundamentales de la Uni¨®n. Que la realidad hoy es que hay un juego malsano con unos pa¨ªses de origen que dejan actuar a las mafias, y que hay que poner reglas firmes, comunes a todos los pa¨ªses de recepci¨®n, en las relaciones con estos pa¨ªses. Que no hay problemas de integraci¨®n sino que hay un uso perverso de la inmigraci¨®n para ocultar la crisis de integraci¨®n de todas las capas sociales dominadas en el actual sistema econ¨®mico.
Que las naciones nunca fueron ¡°puras¡±, sino siempre mezcladas, y que esa tendencia es la condici¨®n humana natural de la historia. Que nuestro entorno cambia, y nosotros lo hacemos con ¨¦l, pues compartimos una civilizaci¨®n en la que la comunicaci¨®n global es nuestro pan cotidiano.
Merced a esa inter-humanidad que se est¨¢ construyendo, concretamente universalista, el otro es ya nosotros y viceversa. Es, al fin y al cabo, un enriquecimiento cultural para todos. Se puede demostrar f¨¢cilmente, por ejemplo, que la emigraci¨®n magreb¨ª ha trasladado al Magreb los modelos culturales europeos en materia de derechos, familia, igualdad de genero, contribuyendo a la evoluci¨®n de sus sociedades de origen. Y que los inmigrantes, ahora ciudadanos de Europa, se han adaptado en su inmensa mayor¨ªa a los usos y valores de las sociedades europeas, defendiendo las banderas de sus pa¨ªses de adopci¨®n o de nacimiento en todos los sectores creativos. En vez de silenciarse, los partidos civilizados deber¨ªan pasar a la ofensiva y, sin concesi¨®n politiquera, positivar la inmigraci¨®n frente a la barbarie sonriente de los Le Pen y Salvini.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.