La ex¨®tica fauna ant¨¢rtica
En la Ant¨¢rtida s¨®lo hay animales marinos y aves en las zonas costeras. Jos¨¦ Miguel Vi?as habla de algunas de las especies que ha conocido durante la campa?a
Me quedan pocos d¨ªas para dejar la Ant¨¢rtida e iniciar el viaje de regreso a casa, y no pierdo a¨²n la esperanza de ver de cerca a las ballenas, cosa que todav¨ªa no he logrado. Alguna vi resoplar a lo lejos desde el Hesp¨¦rides, cuando hace algo m¨¢s de dos semanas atraves¨¦ en el barco el estrecho de Magallanes. Mi compa?ero de viaje Javier Urb¨®n tuvo algo m¨¢s de suerte, un d¨ªa en las cercan¨ªas de isla Decepci¨®n, ya que logr¨® captar con su c¨¢mara la enorme cola de uno de esos cet¨¢ceos emergiendo del agua.
Ver a las ballenas en su h¨¢bitat natural y al resto de fauna ant¨¢rtica es uno de los alicientes que tiene participar en una campa?a. Los animales en la Ant¨¢rtida se localizan ¨²nicamente en las fr¨ªas aguas de los mares circundantes y en una estrecha franja costera. En el resto de territorio ant¨¢rtico ning¨²n otro animal es capaz de sobrevivir, si exceptuamos a los seres humanos que habitan en las bases situadas en el gran desierto de hielo del interior del continente, gracias a unas costosas infraestructuras.
Salpicando distintos enclaves costeros de la isla Livingston, encontramos una rica y variada fauna aut¨®ctona. El entorno de la base Juan Carlos I no es uno de esos lugares, pues solo hay una peque?a ping¨¹inera y, espor¨¢dicamente, se ve tambi¨¦n alg¨²n lobo marino. En la cercana bah¨ªa que forma el glaciar Johnsons se encuentran habitualmente ping¨¹inos, focas, lobos y leones marinos. Tampoco me olvido de las esc¨²as, unas aves corpulentas que le intimidan a uno cuando se acerca m¨¢s de la cuenta a los nidos donde est¨¢n sus cr¨ªas. No conviene invadir su territorio, pues aunque no suelen atacar, efect¨²an vuelos rasantes a poca altura sobre la cabeza de uno, llegando en algunos casos a defecar sobre el paseante. No pasa lo mismo con otras aves, como los petreles, que apenas reaccionan cuando uno ronda la zona donde anidan.
Mi principal encuentro con la fauna ant¨¢rtica tuvo lugar hace unos d¨ªas en un lugar llamado Punta Hannah, durante una excursi¨®n que realic¨¦ junto a varios liquen¨®logos. Para llegar hasta all¨ª desde la base, fuimos en un par de zodiacs. Recorrimos un trayecto de algo m¨¢s de 10 kil¨®metros, durante unos 40 minutos de traves¨ªa. Durante los dos trayectos mar¨ªtimos, cada uno de nosotros tuvo que llevar puesto el viking; un traje herm¨¦tico especial, que, en caso de ca¨ªda al agua, alarga el tiempo de supervivencia unos valiosos minutos, aumentando las posibilidades de un rescate con ¨¦xito, antes de que la hipotermia resulte fatal. Sin el traje y en las fr¨ªas aguas ant¨¢rticas, la p¨¦rdida de la temperatura corporal es rapid¨ªsima. Sin el viking puesto, nadie es capaz de resistir con vida m¨¢s de unos seis a ocho minutos, pero con el traje ese tiempo aumenta hasta casi la media hora.
Al desembarcar en la playa de Punta Hannah me encontr¨¦ de bruces con varios elefantes marinos y con una nutrida comunidad de ping¨¹inos pap¨²a ¨Ccon el pico naranja¨C, una de las tres especies de ping¨¹ino que hay en las Shetland del Sur. Lo primero que sorprende al ver tan de cerca a un elefante marino es su gran tama?o, mucho mayor en el caso de los machos que en el de las hembras. La mayor parte del tiempo est¨¢n tumbados pl¨¢cidamente sobre las rocas y la arena de la playa, pero resulta interesante esperar pacientemente a ver c¨®mo se desplazan. Elevan su tren superior para conseguir reptar y, no con poco esfuerzo, logran arrastrar unos metros su enorme cuerpo. A su lado, los leones y lobos marinos parecen cr¨ªas.
La otra gran experiencia que tuve en Punta Hannah fue la visita a las ping¨¹ineras, pues nunca antes hab¨ªa visto tanto ping¨¹ino junto. Hab¨ªa ejemplares de las especies pap¨²a y barbijo. Gran parte de ellos eran pollos, a punto de alcanzar la madurez. La colonia estaba ya parcialmente desocupada, pues era 1 de marzo y la ¨¦poca de cr¨ªa llegaba a su fin. Los citados pollos ya ten¨ªan el tama?o de sus progenitores y estaban terminando de mudar las plumas, a punto de iniciar su vida de adulto. Me result¨® muy entretenido observar con detenimiento a los ping¨¹inos. Algunos caminaban en fila india, los hab¨ªa que se daban un chapuz¨®n en la playa, y tambi¨¦n algunos se enzarzaban en peque?as disputas territoriales. El terreno sobre el que se asentaba la ping¨¹inera era muy fangoso y resbaladizo, constituido por una mezcla de barro, algas y excrementos de ping¨¹ino. El olor era bastante desagradable, pero me queda un recuerdo inolvidable de ese d¨ªa, en el que por unas horas ejerc¨ª de naturalista en la Ant¨¢rtida.
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