Luise Straus, una vida a la sombra de Max Ernst y sepultada por los nazis
La artista alemana, asesinada en Auschwitz, fue recordada a la sombra de su exmarido, Max Ernst, pero encarn¨® un modelo de mujer avanzada borrada por el exilio y el machismo.
YA NO necesitas un marido. Tienes 28 a?os. Lo sabes todo del amor¡±, le dijo Max Ernst a Luise Straus el d¨ªa que rompi¨® con ella. Corr¨ªa 1921, Colonia era una ciudad abierta, tolerante y culturalmente intensa, pero Ernst hab¨ªa decidido irse a Par¨ªs para ampliar sus horizontes art¨ªsticos.
Tambi¨¦n le empujaba a marcharse el romance a tres que viv¨ªa con Gala y Paul Eluard. Ante las l¨¢grimas de Luise, el artista intent¨® un ¨²ltimo consuelo: ¡°Tienes un hijo. ?Qu¨¦ m¨¢s quieres?¡±. Ella respondi¨® con deses?peraci¨®n: ¡°?Quiero vivir!¡±. Lo que Max Ernst no sab¨ªa es que estaba de nuevo embarazada. Y nunca lo sabr¨ªa porque d¨ªas despu¨¦s de ser abandonada, Luise Straus iniciaba un viaje a Insbruck para abortar.
La ruptura se produjo ocho a?os despu¨¦s de que la pareja se conociera en la Universidad de Bonn, donde ella estudiaba Historia del Arte. En 1917, con la Primera Guerra Mundial de fondo, fue elegida para dirigir el Museo Wall?raf-Richartz, donde iba a comisariar una exposici¨®n sobre la representaci¨®n pict¨®rica de la guerra entre los siglos XV y XVIII. La muestra result¨® todo un acontecimiento y Luise se convirti¨® en el modelo de la mujer alemana que comenzaba a destacar en esos a?os. ¡°Surge en la Rep¨²blica de Weimar gracias a la aprobaci¨®n del sufragio femenino y del protagonismo que adopta la mujer en la vida empresarial y universitaria¡±, explica Mechthild Gilzmer, profesora de la Universidad del Sarre. De ese grupo de profesionales cultivadas van a aparecer las primeras feministas en Alemania.
En esos a?os Colonia era una urbe divertida y abierta, una ciudad sin prejuicios contra los jud¨ªos, una comunidad bien posicionada en la vida comercial, cultural y pol¨ªtica. Lo explica la escritora Eva Weisweiller: ¡°Ese ambiente permiti¨® que Luise, nacida en un ambiente jud¨ªo liberal, fuera a una escuela con chicas cat¨®licas y protestantes¡±. Weisweiller es autora de Notre Dame de Dada, una biograf¨ªa de Luise Straus en la que queda patente que ni su formaci¨®n acad¨¦mica e intelectual ni su arrojo bastaron para que evitara que su matrimonio se convirtiera en jaula.
¡°Adem¨¢s de jud¨ªo, tu padre
es un artista degenerado; no me sorprende que seas tan mal estudiante¡±, le dijo un profesor
al hijo de Luise y Max Ernst
El padre de Lou quer¨ªa casarla con un joven jud¨ªo, Otto Keller, pero Max se cruz¨® en su camino. En ese momento, Ernst, pintor, escultor y artista gr¨¢fico, ya estaba sumergido en el dada¨ªsmo y trabajaba en sus primeros collages, en los que Luise iba a colaborar.
Al inicio, la vida matrimonial fue divertida. Ambos eran j¨®venes y cultos y se dedicaban a su pasi¨®n art¨ªstica. En 1920 tuvieron un hijo, Jimmy, que tambi¨¦n ser¨ªa artista y que escribir¨¢ en 1985 A Not So Still Life, unas memorias donde resume la vida cotidiana con su padre con esta frase: ¡°?Por qu¨¦ hay que comerse el postre al final?¡±. Esa alergia por el convencionalismo tambi¨¦n la ten¨ªa Luise, pero fue ella la que acept¨® trabajos fuera del ¨¢mbito art¨ªstico, por ejemplo vendiendo medias en unos almacenes, para que no faltase de nada en una casa donde tambi¨¦n deb¨ªa ejercer ¡°de c¨¢lida anfitriona¡±.
Entre los invitados que recib¨ªa el matrimonio estaban Paul Klee, Tristan Tzara o Sophie Tauber, que ve¨ªan c¨®mo poco a poco la joven Straus reduc¨ªa sus inquietudes personales para atender asuntos m¨¢s perentorios como pagar el alquiler. Tambi¨¦n fue abandonando a sus amigos, sobre todo a los que no eran del agrado de su marido. Dej¨® de tocar el viol¨ªn y empez¨® a leer solo los libros que le aconsejaba Max.
De ese comportamiento se arrepentir¨ªa tras el divorcio: ¡°Me hab¨ªa convertido en una copia disminuida de su persona¡±, dijo en Nomadengut, libro donde confes¨® que el ni?o la separ¨® de Ernst. Jimmy, por su parte, culp¨® de la ¡°disminuci¨®n¡± de su madre a su progenitor: ¡°El esp¨ªritu de rebeli¨®n contra las costumbres de la odiada burgues¨ªa no penetr¨® en las vidas privadas de los inconformistas como Max Ernst y los dada¨ªstas¡±. Ni de los surrealistas, como luego iba a comprobar en Par¨ªs.
El primog¨¦nito de la pareja lo corroboraba as¨ª: ¡°Muchas de las prerrogativas masculinas las manten¨ªan esos artistas en sus casas, incluido un c¨®digo moral distinto para hombres y mujeres¡±. El mundo del arte es poco convencional, pero no ajeno al machismo. Tampoco el de esas creadoras surrealistas, aparentemente ajenas a las ataduras sociales.
Tras su separaci¨®n, Luise se esforzar¨ªa por volver a la cr¨ªtica de arte y a la actividad muse¨ªstica. Para lograrlo cont¨® con la ayuda de otra mujer: Maja, ni?era de Jimmy, que lo cuidaba para que ella asistiera a entrevistas y actos sociales, le arreglaba vestidos y, a veces, incluso compraba la comida de su propio bolsillo.
Luise sali¨® adelante escribiendo art¨ªculos para varios medios y redactando discursos para la concejal¨ªa de cultura del Ayuntamiento de Colonia, gobernado por Konrad Adenauer, a quien le un¨ªa una buena amistad. ¡°Sus art¨ªculos son divertidos, inteligentes y, no menos importante, muy emocionantes¡±, explica Weisweiller, que destaca tambi¨¦n el talento de Straus para el relato corto. En su nuevo c¨ªrculo de amistades proliferar¨ªan artistas de izquierdas, como los compositores Kurt Weill y Hanns Eisler o el dramaturgo Bertolt Brecht.
Es as¨ª como fue recuperando su espacio y su independencia y decidi¨® mudarse a S¨¹lz, un barrio residencial donde alquil¨® una casa en la calle Emma. All¨ª vivir¨¢ unos a?os felices y tendr¨¢ algunos romances, pues, como recuerda su hijo, era una mujer atractiva y liberal. Para Gilzmer, Straus encarn¨® perfectamente el modelo de la nueva mujer alemana hasta que se cas¨®. ¡°Fue tras la separaci¨®n de Ernst cuando acab¨® de emanciparse¡±.
¡°?El Reichstag est¨¢ en llamas!¡±, grit¨® un joven enmascarado en el baile del P¨¢jaro del Para¨ªso, fiesta de Carnaval de Colonia. Era 27 de febrero de 1933 y Luise contar¨ªa que, a pesar del anuncio, nadie dej¨® de bailar. ¡°?C¨®mo esper¨¢bamos que la gente sencilla estuviera preocupada cuando hasta nosotros, los informados, neg¨¢bamos que la situaci¨®n fuera tan grave?¡±, se pregunt¨® con cierto sentimiento de culpa en su autobiograf¨ªa.
Jimmy tambi¨¦n recuerda las se?ales de alarma: profesores luciendo brazaletes con la esv¨¢stica o el d¨ªa en que uno le ri?¨® por no saber resolver un problema de matem¨¢ticas: ¡°Adem¨¢s de ser jud¨ªo, tu padre es un artista degenerado, as¨ª que no me sorprende que seas tan mal estudiante¡±. Una tarde de 1933, en la que Otto Helmut F?rster, director del Museo Wallraf, invit¨® a un grupo de amigos a tomar el t¨¦ a su casa, Luise se percat¨® de que todos eran jud¨ªos. ¡°Adi¨®s¡±, dijo el anfitri¨®n tras aclarar que esa cita era, realmente, una despedida. En realidad, ¨¦l fue el ¨²nico en darse cuenta de lo que ven¨ªa.
En 1943 llevaron a Luise Straus
al campo de concentraci¨®n
de Drancy. Luego fue deportada
a Auschwitz. All¨ª fue gaseada
el 30 de junio de 1944
D¨ªas despu¨¦s, miembros de las SS registraban la casa de Luise: al mismo tiempo empez¨® a recibir menos encargos para escribir art¨ªculos. Cuando Adenauer fue sustituido en el Ayuntamiento por un alcalde nombrado por los nazis, Luise decidi¨® huir. Su padre le prometi¨® prestarle dinero para abrir una galer¨ªa de arte en Par¨ªs y ella tom¨® ese rumbo con la idea de volver a por su hijo cuando estuviese asentada. Pero el padre sigui¨® sin perdonarle el matrimonio con Ernst y no le dio un c¨¦ntimo. La galer¨ªa nunca se har¨ªa realidad y Jimmy no volver¨ªa nunca a vivir con su madre. En Par¨ªs, Luise se dedic¨® a dar clases de idiomas y a escribir alg¨²n art¨ªculo para medios suizos, pero pronto se hizo evidente que deb¨ªa empezar de nuevo. ¡°Esas nuevas mujeres pol¨ªticas, artistas o periodistas de la Rep¨²blica de Weimar fueron expulsadas por los nacionalsocialistas¡±, explica Gilzmer. Para la experta, sus conocimientos y sus habilidades, as¨ª como ¡°su percepci¨®n de s¨ª mismas como mujeres activas y creativas¡±, quedaron aniquilados por el exilio. Algunas tuvieron suerte: la fot¨®grafa Gis¨¨le Freund o la cr¨ªtica Lotte Eisner, cofundadora de la Cinemateca de Par¨ªs, son dos ejemplos. Pero tambi¨¦n dos excepciones.
¡°El exilio no es una materia nueva en las universidades, pero durante d¨¦cadas se ha obviado el g¨¦nero para analizarlo¡±, explica Gilzmer, que cita a la historiadora Aur¨¦lie Audeval como pionera en el estudio de las exiliadas alemanas que llegaron a Francia en los a?os treinta. ¡°Hasta ese trabajo, se las hab¨ªa tratado como si fueran un grupo homog¨¦neo¡±. En Espa?a tambi¨¦n se dio una recuperaci¨®n parecida. Esto se apreci¨® en libros como De ciudadanas a exiliadas: un estudio sobre las republicanas espa?olas en M¨¦xico, de Pilar Dom¨ªnguez, donde analizaba la importancia del trabajo femenino para la supervivencia del grupo familiar en el exilio.
La propia Luise tambi¨¦n vio esa diferencia: ¡°La enorme adaptabilidad de la mujer le da ventajas, pues el hombre suele tener una profesi¨®n m¨¢s especializada¡±, escribi¨® en el Pariser Tageblatt bajo el seud¨®nimo de Louise Amelie. En ese art¨ªculo sosten¨ªa que saber coser, limpiar y cuidar ni?os era una salida. Pero no ignoraba que eso ten¨ªa un precio y que para muchas, como ella, supon¨ªa un retroceso: ¡°?D¨®nde est¨¢ mi energ¨ªa de anta?o? Tal vez la p¨¦rdida de control sobre mi oficio, mi buena vida, la separaci¨®n de Jimmy y la inmigraci¨®n me han causado un shock mayor del que quiero admitir¡±, escribe. Para Gilzmer, ¡°el exilio supone un retorno a los patrones de conducta que se consideran desactualizados¡± y no tiene duda de que ¡°la nueva mujer alemana¡± se diluye en esa huida y, en algunos casos, desaparece para siempre en los campos de concentraci¨®n.
Al principio, Jimmy visitaba a su madre cuando ten¨ªa vacaciones y consegu¨ªa reunir el dinero. Luise llevaba cinco a?os en Par¨ªs y hab¨ªa intentado huir a Estados Unidos varias veces sin ¨¦xito. En 1938 lo organiz¨® todo con unos amigos de Colonia para que fuera su hijo el que iniciase ese viaje y para salvarlo de los nazis y la guerra. En 1941, Max ?Ernst tambi¨¦n sigui¨® el mismo rumbo, emigrando gracias a la que luego ser¨¢ su esposa, Peggy Guggenheim. Pero Luise no lo consigui¨®. En 1940 fue internada unos meses en el campo de concentraci¨®n de Gurs, a 34 kil¨®metros de la frontera espa?ola. El fot¨®grafo alem¨¢n Fritz Neugass la ayud¨® a escapar y a viajar a Manosque, donde ella y otros jud¨ªos iban a encontrar refugio en casa del escritor Jean Giono. All¨ª, entre 1941 y 1942 escribi¨® sus notas autobiogr¨¢ficas, que no ver¨ªan la luz hasta 1999. Sigui¨® intentando huir a Am¨¦rica, pero ni la ayuda que le prest¨® su hijo desde all¨ª ni la intermediaci¨®n de Eleanor Roosevelt, esposa del entonces presidente de EE UU, sirvieron de nada. En 1943, a Luise la llevaron al campo de Drancy y luego fue deportada a Auschwitz, donde lleg¨® en el pen¨²ltimo tren que parti¨® a ese destino desde Francia. El 30 de junio de 1944 fue asesinada en una c¨¢mara de gas.
A Luise Straus se la recuerda en su pa¨ªs como Luise Straus-Ernst por ser la primera esposa de Max. Recientemente se ha empezado a recuperar su obra. En 2012, la editorial Greven Verlag recopil¨® y edit¨® sus art¨ªculos period¨ªsticos del exilio; en 2016, Weisweiller public¨® su biograf¨ªa, y en 2017, el Museo Wallraf la evoc¨® haciendo una reconstrucci¨®n id¨¦ntica de la exposici¨®n que dirigi¨® en 1917. Pero el primero en reivindicarla fue Jimmy, su hijo, que vivi¨® en Estados Unidos y que cuando viaj¨® a Par¨ªs para enterrar a su padre, Max Ernst, fue m¨¢s consciente que nunca del silencio al que hab¨ªa sido sometida su madre. ¡°?D¨®nde est¨¢n sus cenizas?¡±, se pregunt¨® mientras recog¨ªa las de Ernst, y por eso escribi¨® unas memorias bell¨ªsimas. Por lo dem¨¢s, no queda pr¨¢cticamente nada en Colonia que la recuerde; solo un Stolperstein (un adoqu¨ªn dorado colocado en la calle con los nombres de los deportados por el nazismo) del artista Gunter Demnig. El de Luise Straus est¨¢ frente al n¨²mero 27 de la calle Emma y en ¨¦l se ve el apellido de su exmarido unido al suyo.?
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