Utilizar a las v¨ªctimas
El PP alienta una bochornosa bronca pol¨ªtica sobre la prisi¨®n permanente
La de ayer fue una jornada negra para el legislativo espa?ol. No porque la bronca pol¨ªtica fuera ¨¢spera ¡ªalgo esperable de un Parlamento¡ª, sino por el empe?o del Gobierno de Rajoy en apelar al dolor y a la comprensible sed de venganza de las v¨ªctimas para defender la prisi¨®n permanente revisable. El llamamiento del diputado popular Berm¨²dez de Castro para que la oposici¨®n mirase a la cara a los padres de j¨®venes asesinados y/o desaparecidos antes de decidir resume a la perfecci¨®n la bochornosa estrategia gubernamental. Por si hab¨ªa alguna duda, estos fueron despu¨¦s recibidos por Rajoy.
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Las v¨ªctimas de cr¨ªmenes horrendos deben tener un lugar destacado en las pol¨ªticas gubernamentales. Estas deben contar no solo con ayudas estatales, sino con una protecci¨®n especial y un acompa?amiento que mitigue todo lo posible su dolor. Pero no deben intervenir en ning¨²n modo en la labor legislativa punitiva, salvo que lo que se busque sea venganza y no la justicia rehabilitadora que inspira el ordenamiento jur¨ªdico espa?ol. Salvo que se busquen tambi¨¦n ¡ªy este parece el caso¡ª argumentos m¨¢s guiados por la demagogia con fines electorales que por la raz¨®n.
Todos los sondeos coinciden en se?alar a Ciudadanos como una amenaza electoral para el Partido Popular, lo que permite interpretar las posiciones de ambos partidos respecto a la prisi¨®n permanente como una guerra sin cuartel para atraer al electorado m¨¢s conservador. Solo as¨ª se explica que sin esperar el dictamen del Tribunal Constitucional sobre la prisi¨®n permanente instaurada por el PP en 2015, el Gobierno se haya lanzado a proponer nuevos supuestos que ¡ª?coincidencia!¡ª responden a casos de delitos recientes, como el de Diana Quer. Y solo as¨ª se explica el bandazo de Ciudadanos, que ahora apoya esta nueva pena despu¨¦s de haber sido contrario a ella.
La derogaci¨®n de la prisi¨®n permanente revisable seguir¨¢ su largo y tortuoso camino parlamentario; muy incierto ahora tras el cambio de la formaci¨®n de Albert Rivera. El debate sobre esta nueva modalidad de pena, que supuso introducir de facto la cadena perpetua en Espa?a, est¨¢ plagado de espinas. Las penas espa?olas son de las m¨¢s altas de Europa y la prisi¨®n permanente facilita por una parte la reducci¨®n del cumplimiento de la pena m¨¢xima (40 a?os) y, por otra, introduce un elemento subjetivo (la opini¨®n de un juez al revisar la condena) que incrementa la incertidumbre del reo acerca de la liberaci¨®n. Muchos penalistas critican, adem¨¢s, su inutilidad. ¡°Sin ella vencimos a ETA¡±, argument¨® acertadamente el socialista Juan Carlos Campo, ¡°y con ella no evitamos la muerte de Gabriel¡±.
Ninguna pena (puede que ni siquiera la de muerte) ser¨¢ consuelo suficiente para los padres de un menor asesinado. Ninguna puede ser elaborada con tal fin. El Gobierno y ahora Ciudadanos desenfocan el problema con un populismo que aterra y que pervierte el final ¨²ltimo de la legislaci¨®n penal de un pa¨ªs democr¨¢tico que, como Espa?a, registra un bajo nivel de delincuencia y una elevad¨ªsima ocupaci¨®n carcelaria.
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