La sociedad est¨¢ en llamas: por eso vuelve el ¡®blaxplotation¡¯
A principios de los setenta, con el mundo hecho unos zorros, los afroamericanos tomaron el control de su destino cultural. Hoy, regresa aquel movimiento
Aquel agosto de 1966, Leonard Bernstein recibi¨® en su d¨²plex de 13 habitaciones en Park Avenue a unos invitados curiosos. La gran mayor¨ªa de sus amigos jam¨¢s hab¨ªa visto uno igual. Era su primera vez. Un periodista con traje blanco de tres piezas emborronaba una libreta: ¡°Dios m¨ªo, c¨®mo compaginar¨¢n los Panteras Negras todo eso, los pantalones ajustados, los jers¨¦is ajustados de cuello alto, los abrigos de cuero, las gafas de sol cubanas, los peinados afros. Pero afros aut¨¦nticos, no los que se recortan y riegan como un seto hasta adquirir un lustre de alfombra acr¨ªlica¡ sino verdaderos afros, afros naturales, al desgaire¡ salvajes (¡). Tiroteos, revoluciones, fotograf¨ªas en Life de polic¨ªas atrap¨¢ndolos como si fueran vietcongs¡, de alg¨²n modo todo se confunde mentalmente con el asunto de lo bellos que son¡±.
El texto de Tom Wolfe sobre la fascinaci¨®n folcl¨®rico-sexual, no exenta de pulsiones reprimidas, y el complejo de culpa que despertaban los activistas afroamericanos en la progres¨ªa pija neoyorquina, se publicar¨ªa en 1970 con el t¨ªtulo La izquierda exquisita. Muy pocos meses despu¨¦s se estrenaba en cines Sweet sweetback¡¯s baadasssss song, del genio Melvin Van Peebles, piedra fundacional de un subg¨¦nero en el que los negros, al fin, no tendr¨ªan que pedir permiso a jud¨ªos blancos progresistas para entrar en mansiones y afanarse ¡°bocaditos de queso roquefort rebozados con nuez molida¡±, ni siquiera para usar las bandejas de plata donde estos se ofrec¨ªan para volcar polvos blancos de esos que hacen que, durante un ratito, te sientas m¨¢s alto, m¨¢s fuerte, m¨¢s poderoso, m¨¢s locuaz, m¨¢s listo, m¨¢s todo.
Que era como, por primera vez en la historia del cine, se sent¨ªan los afroamericanos que empezaron a ir al ¨ªdem a ver pel¨ªculas protagonizadas por sus ¨ªdolos. Filmes donde los negros pod¨ªan ser h¨¦roes o villanos callejeros, siempre con buen coraz¨®n y tendencia a la leyenda bling ding, que arrasaron entre 1971 y 1975 aproximadamente. Eso que ahora llamamos cine Blaxploitation y que parece que vive en 2018 su revival definitivo.
Si en 1967 el agobio m¨¢ximo para un padre de familia era que su hija m¨¢s blanca que duchada con lej¨ªa trajera a cenar a casa a un afroamericano de sonrisa beat¨ªfica, traje correct¨ªsimo, intenciones castas y m¨¦dico de carrera, muy poco despu¨¦s, ese m¨¦dico aparecer¨ªa enfundado en abrigo de cuero o de chinchilla, tocado con un Fedora rosa flamenco, adornado por m¨¢s oro que en una Nochevieja de Pitita Ridruejo, con rev¨®lver al cinto y mostacho de herradura, cantando ¡°I¡¯m your doctor, when in need / Want some coke, have some weed¡± (Soy tu m¨¦dico en la necesidad / Quieres algo de coca, toma algo de hierba, los versos sobre coca¨ªna y marihuana que Curtis Mayfield imagin¨® para el protagonista de la pel¨ªcula Super Fly).
En solo unos a?os el cine estadounidense pas¨® de Adivina qui¨¦n viene esta noche, con ese Sidney Poitier tan formal que casi gustaba m¨¢s a las suegras blancas que a las chicas negras, a Adivina qui¨¦n viene a patear culos blanquitos hasta que salga el sol.
Meses antes de los estrenos de los primeros ¨¦xitos blaxploitation, Gil Scott-Heron cantaba eso de que la revoluci¨®n no ser¨ªa televisada. Era cierto que hab¨ªa que salir a la calle, pero para verla en otras pantallas, en los cines.
No es dif¨ªcil imaginar por qu¨¦ la taquilla se inund¨® de h¨¦roes duros como (y del color de) la obsidiana. Se hab¨ªan cargado a los dos principales l¨ªderes de las reinvidicaciones raciales, los marines de color que se hab¨ªan dejado la piel en Vietnam regresaban sin garant¨ªas precisamente por el color de esa piel, sobreviv¨ªan los programas sociales de los Panteras Negras y de la Naci¨®n del Islam, Nueva York se parec¨ªa m¨¢s a una peli de John Carpenter que a las de Woody Allen y Nixon balbuceaba en discursos televisivos donde hablaba de mayor¨ªas silenciosas (es decir, los racistas que no se manifestaban por los derechos civiles).
Poco antes, en los Juegos Ol¨ªmpicos de M¨¦xico de 1968, dos atletas negros alzaban un pu?o enguantado durante el himno nacional. Las superproducciones no eran tan rentables como antes, porque, entre otras cosas, no representaban la vida de muchos de los que podr¨ªan ir a verlas y que ahora no soportaban una vez m¨¢s a negros sumisos de capataces sure?os. Prefer¨ªan ver el negativo afro de pel¨ªculas de g¨¢ngsteres, de terror, de monstruos o de mafiosos. Porque los problemas raciales de Imitaci¨®n a la vida, de Douglas Sirk, les quedaban bastante m¨¢s remotos que los delirios imaginados por Chester Himes, el escritor negro de novela negra, con sus cadillacs de oro macizo o sus motos conducidas por jockeys sin cabeza.
Es en ese contexto en el que se estrenan, solo entre 1971 y 1973, Shaft, Super Fly, Cleopatra Jones, The Mack, Blacula, Trouble Man o Coffy. Pelis de medio mill¨®n de d¨®lares que recaudaban hasta 13 porque representaban a ¨ªdolos de color problem¨¢ticos, hiperviolentos, pero tambi¨¦n glamurosos, honestos, a su modo, e hipersexuales, en guetos de Nueva York o Chicago. Lo que encumbr¨® a este cine no fue la finura en el trazo o los recursos de Hollywood, sino el entusiasmo insobornable de su audiencia, que, por as¨ª decirlo, no sal¨ªa diciendo ¡°pues la fotograf¨ªa me ha gustado¡±, sino, henchidos de orgullo racial: ¡°Por fin¡±.
No hab¨ªa que esconder la potencia f¨ªsica y el ritmo, el supery¨® de los blancos temerosos, sino que se volv¨ªa urgente potenciarlos con mandobles de mano abierta, neones pornogr¨¢ficos en Times Square y m¨²sica funk precoito que ni siquiera ahora sonar¨ªa en Starbucks.
Sus protagonistas no eran ¨¢ngeles, pero Shaft, por ejemplo, se enfrenta con el g¨¢ngster que lo contrata cuando este intenta desacreditar a los Panteras Negras y el protagonista de The Mack escucha con atenci¨®n el discurso final de su hermano militante. Durante mucho tiempo fundaciones y asociaciones criticaron esa estilizaci¨®n hipercool de la vida de drogas, chulos y calle, lupas de espejo y medallas al cuello.
Un relato de lo negro que empap¨® cierto hip hop posterior. Pero imaginen un cine quinqui en el que los protagonistas tomaran batidos de coco en lugar de papelas de hero¨ªna, escucharan a Hombres G en vez de a Los Chichos o se dedicaran a la Bolsa en lugar de al estiramiento de bolsos en marcha. El cine blaxploitation siempre entendi¨® que hab¨ªa que dibujar la leyenda, defender el derecho a la representaci¨®n y a la venganza. Y no ser¨ªa posible un personaje como Omar Little en The wire (ese Robin Hood homosexual, amante de los Cheerios con miel y de las recortadas) sin hero¨ªnas tan pioneras como las encarnadas por Pam Grier, rescatada despu¨¦s por Tarantino.
Durante mucho tiempo estas pel¨ªculas fueron placer culpable de cin¨¦filos blancos, reivindicados por el mismo Tarantino (Jackie Brown) o por novelistas como Michael Chabon en Telegraph Avenue, pero ahora se prepara un nuevo tsunami de remakes y secuelas. Se han anunciado nuevas pel¨ªculas de Shaft, Super Fly, Cleopatra Jones y Foxy Brown.
D¨¦jame salir no deja de ser la vuelta de tuerca chalada de la pel¨ªcula de Poitier y el eco black is beautiful planea sobre otros estrenos como Proud Mary. Hasta funciona con ¨¦xito Brown Sugar, un servicio de streaming con pel¨ªculas del subg¨¦nero. Y Black Panther ha batido el r¨¦cord de venta anticipada de entradas para una pel¨ªcula de superh¨¦roes.
No es extra?o si jugamos a trazar paralelismos. Ahora ocupa el despacho oval un ni?o septuagenario adicto a las hamburguesas que responde a la violencia supremacista en Charlottesville con frases como ¡°un grupo fue malo y un grupo del otro lado tambi¨¦n fue muy violento¡±. Calan movimientos como Black Lives Matter y las investigaciones sobre la injerencia rusa se parecen al Watergate.
Adem¨¢s, se dan respuestas parecidas a las de M¨¦xico, con Colin Kaepernick, el quaterback de la NFL, hincando la rodilla en el suelo durante el himno (Donald Trump contest¨® con un madur¨ªsimo: ¡°?Saque a ese hijo de puta del campo ahora mismo, est¨¢ despedido! ?Despedido!¡±). Si los setenta parec¨ªan dominados por Diana Ross, ahora reina Beyonc¨¦. Los Oscar intentaron, el a?o pasado, redimirse premiando como nunca en clave afroamericana. Y parece que solo una mujer del mundo del espect¨¢culo de esa raza (Oprah Winfrey) se promociona para batir a Trump.
Make America black again.
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