Aspavientos de rectitud
Deber¨ªamos desconfiar de esta sociedad farisaica, encantada de s¨ª misma y a la que le preocupa m¨¢s su propia imagen que las calamidades del mundo.
UN GRAV?SIMO ATAQUE de rectitud recorre el mundo, y Espa?a en particular. Esto ser¨ªa bueno en principio, dados los delirantes niveles de corrupci¨®n de nuestros pol¨ªticos y de la sociedad, que hace cuatro d¨ªas los reeleg¨ªa a sabiendas, una y otra vez. Pero cuando la rectitud no es resultado de un convencimiento estrictamente personal, sino algo sobrevenido, impostado y narcisista, y adem¨¢s se da en forma de arrebatos o ataques, constituye uno de los mayores peligros que acechan a la humanidad. He dicho ¡°narcisista¡± y es as¨ª, o as¨ª lo veo yo. Otros prefieren utilizar el neologismo ¡°postureo¡±, viene a ser lo mismo. El exceso de rectitud afecta a todas las capas sociales y a todas las ideolog¨ªas, derecha, centro, izquierda, populismo o demagogia; a los tertulianos, a muchos columnistas y actores y actrices, escritores, cantantes e historiadores, y sobre todo a individuos desconocidos que creen haber dejado de serlo gracias a las redes y a sus plataformas.
En la discusi¨®n de hace unas semanas sobre la ¡°prisi¨®n permanente revisable¡± o m¨¢s bien ¡°cadena perpetua hasta nueva orden¡±, los partidos enfrentados en el Congreso escenificaron sus histri¨®nicos alardes de rectitud. Los que defend¨ªan su mantenimiento se mostraban como dechados de compasi¨®n hacia las v¨ªctimas y sus familiares, a los que no ten¨ªan reparo en utilizar con obscenidad. Los que abogaban por derogarla representaban, con m¨¢s exageraci¨®n que convicci¨®n, la rectitud de quien cree en la redenci¨®n de los pecadores por encima de cualquier cosa, de quien sostiene que nadie hay intr¨ªnsecamente malvado y que a todos se nos puede rehabilitar. Ambas posturas merecen tomarse en consideraci¨®n, no digo que no. Lo que casi las invalidaba en ese debate era la forma aspaventosa y espuria de presentarlas, la carrera por ver qui¨¦n se alzaba con el trofeo a la rectitud.
El exceso se da en cuanto alguien aspira a que los dem¨¢s adopten su c¨®digo particular y comulguen con ¨¦l
No muy distinto es lo sucedido con la muerte del ni?o almeriense Gabriel Cruz. En las televisiones ¡ªrepugnantes la mayor¨ªa¡ª se libraba una competici¨®n para dilucidar qu¨¦ presentador u opinador estaba m¨¢s indignado, desolado y dolido. Y qu¨¦ decir de las reacciones tuiteras de la gente: sus comentarios no iban a llegarle a la presunta asesina, as¨ª que el ¨²nico verdadero sentido de los insultos, exabruptos y maldiciones era la recompensa y autocomplacencia de quienes los profer¨ªan. Tambi¨¦n similar ha sido la reacci¨®n de muchos ante la muerte de un mantero en Lavapi¨¦s, en Madrid. Incluso despu¨¦s de deshacerse el malentendido (no: malintencionada tergiversaci¨®n) de que la polic¨ªa le hab¨ªa provocado un infarto al perseguirlo, la ¡°virtud¡± mim¨¦tica se apoder¨® de pol¨ªticos y tertulianos, que decidieron que lo que quedaba bien, lo m¨¢s recto, era continuar atribuyendo su muerte a la xenofobia y al capitalismo, en abstracto. S¨ª, claro, cualquier persona pobre, excluida, desempleada, es, en sentido amplio, v¨ªctima del sistema. Pero no se organizan incendios y disturbios por cada una que fallece, y a fe m¨ªa que son millares.
?Cu¨¢ndo el noble af¨¢n de rectitud se convierte en exceso siniestro? En mi opini¨®n es muy f¨¢cil detectar la frontera, y lo habitual de estos tiempos es que grandes porciones de la poblaci¨®n la traspasen inmediatamente, casi por sistema. La rectitud ¡ªel concepto que cada cual tenga de ella¡ª deber¨ªa ata?er tan s¨®lo a nuestro comportamiento individual, es decir, a nuestro prop¨®sito de no hacer esto o lo otro, de regirnos por unos principios o normas m¨¢s bien intransferibles y ce?irnos a ellos en la medida de lo posible. El exceso se da en cuanto alguien no aspira tan s¨®lo a eso, sino a que los dem¨¢s adopten su c¨®digo particular y comulguen con ¨¦l, por las buenas o por las malas. Entonces el recto se convierte en censor, en prohibicionista, en inquisidor y en dictador. Ese recto en exceso no se conforma con no fumar ni beber ni drogarse, no ir de putas ni a los toros, no ver porno y proteger a los animales, sino que pretende que nadie fume ni beba ni se drogue, etc, y que cada represi¨®n suya sea aplaudida y ensalzada. Lo mismo que quienes anta?o pretend¨ªan que todo el mundo fuera a la iglesia y nadie pudiera fornicar ni ver porno, etc. Es probable que L¨®pez, Marqu¨¦s de Comillas, no mereciera la estatua que desde hace siglo y pico ten¨ªa en una plaza de Barcelona, pero la alcaldesa Colau fue incapaz de enviar a unos operarios para retirarla sobriamente, sin m¨¢s: su exhibicionismo la llev¨® a organizar una kerm¨¦s con juglares, bailarines, t¨ªteres y batucadas, lo cual delata que no le importaba tanto la injusticia a la que pon¨ªa fin cuanto cosechar una ovaci¨®n, escenificar su rectitud chirriante, y con jactancia decirse: ¡°Pero hay que ver qu¨¦ bien quedo, mecachis en la mar¡±.
Hoy, no cabe duda, se encuentra un desmedido placer en escandalizarse y en indignarse, y cuando anda por medio el placer ¡ªen lo que s¨®lo deber¨ªa provocar consternaci¨®n¡ª, es preciso desconfiar. Lamento decirlo, pero, con las excepciones que quieran, veo una sociedad farisaica, encantada de s¨ª misma y m¨¢s preocupada por la figura que compone ante su propio espejo que por las infamias y calamidades del mundo ante las que se subleva supuestamente. Es como si, m¨¢s que ocuparse y dolerse de ellas, en cada ocasi¨®n se preguntara: ¡°?Qu¨¦ postura nos conviene ahora, para mejor presumir?¡±?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Javier Mar¨ªas
- Disturbios Lavapi¨¦s 2018
- Prisi¨®n permanente revisable
- Caso?Gabriel
- Disturbios
- Sentencias condenatorias
- C¨®digo penal
- Sentencias
- Casos judiciales
- Asesinatos
- Investigaci¨®n judicial
- C¨®digos jur¨ªdicos
- Sanciones
- Sucesos
- Juicios
- Normativa jur¨ªdica
- Conflictos
- Proceso judicial
- Delitos
- Legislaci¨®n
- Cultura
- Justicia
- Sociedad
- La zona fantasma
- EPS Columnas