La amenaza a la democracia empieza en casa
La crisis ¨¦tica que aflige al capitalismo occidental no la cre¨® Putin, sino banqueros estadounidenses que arrastraron la econom¨ªa global a la debacle de 2008
Cuatro d¨ªas antes de la elecci¨®n de 1924 en el Reino Unido (RU), el Daily Mail public¨® una carta presuntamente escrita por el presidente de la Internacional Comunista, Grigori Zinoviev, que llamaba a los comunistas brit¨¢nicos a movilizar ¡°fuerzas simpatizantes¡± en el Partido Laborista para apoyar un pacto anglosovi¨¦tico y alentar la ¡°agitaci¨®n y propaganda¡± en las fuerzas armadas. M¨¢s tarde se descubri¨® que era falsa (un fraude creado por rusos blancos antibolcheviques o tal vez por el servicio secreto brit¨¢nico), pero para entonces, ya hab¨ªa causado la derrota del primer gobierno laborista del RU. Las campa?as de desinformaci¨®n actuales de Rusia, parte de la guerra h¨ªbrida del Kremlin contra las democracias occidentales, parecen tener mucho en com¨²n con la tristemente c¨¦lebre carta de Zinoviev. Pero ?son realmente comparables? ?Ser¨ªan hoy las democracias occidentales diferentes sin los subterfugios rusos?
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Seg¨²n G¨¦rard Araud, embajador de Francia ante los Estados Unidos, hay que poner coto a las interferencias y manipulaciones rusas en las elecciones, o plantear¨¢n una ¡°amenaza existencial¡± a las democracias occidentales. Esto equivale a decir que el aut¨®crata de un pa¨ªs empobrecido con una econom¨ªa menor a la de Brasil dependiente del petr¨®leo ser¨ªa capaz de derribar las principales democracias del mundo.
Sin embargo, la elecci¨®n presidencial del a?o pasado en Francia parece contradecir la lectura de Araud. La cibercampa?a rusa contra el centrista Emmanuel Macron (para favorecer a la candidata ultraderechista Marine Le Pen) incluy¨® de todo, desde la publicaci¨®n de afirmaciones infundadas de que Macron es gay a la difusi¨®n de documentos falsos que lo hac¨ªan poseedor de una cuenta bancaria en el extranjero. Pero hoy Macron es el presidente de Francia, mientras Le Pen est¨¢ en problemas tratando de cambiar la imagen de su partido.
Lo m¨¢s preocupante de las elecciones de? 2016 en Estados Unidos es que 61 millones de ciudadanos hayan cre¨ªdo ciegamente en las mentiras flagrantes de Trump
Esto no quiere decir que Rusia no pueda ser un incordio peligroso, ni supone minimizar el riesgo de que las redes sociales deformen la visi¨®n que sus usuarios tienen de la realidad, al facilitar la difusi¨®n de noticias tendenciosas o incluso totalmente falsas (aunque muchos expertos creen que Internet es mucho m¨¢s eficaz generando ¡°activismo de sill¨®n¡± que aut¨¦ntica movilizaci¨®n pol¨ªtica).
Pero el orden liberal de Occidente no est¨¢ en crisis por culpa de Rusia. Las democracias occidentales deben asumir su responsabilidad por una crisis que, en definitiva, surgi¨® de su seno, impulsada por la incapacidad de sus dirigencias para enfrentar eficazmente los retos de la globalizaci¨®n.
El aspecto m¨¢s preocupante de la elecci¨®n presidencial de 2016 en Estados Unidos no es el intento ruso de generar oposici¨®n a Hillary Clinton mediante trolls y bots, sino que 61 millones de ciudadanos estadounidenses hayan cre¨ªdo ciegamente en las mentiras flagrantes de Donald Trump, el candidato presidencial menos educado y m¨¢s mendaz en la historia de Estados Unidos. Por supuesto, tampoco ayud¨® que Clinton (con la anuencia de un testarudo aparato dem¨®crata) hiciera una campa?a d¨¦bil y desprovista de visi¨®n, que ignor¨® la rabia creciente de millones de votantes que se sienten olvidados por la globalizaci¨®n.
Adem¨¢s, la crisis ¨¦tica que aflige al capitalismo occidental no la cre¨® el presidente ruso Vladimir Putin, sino banqueros estadounidenses que, aprovech¨¢ndose de la desregulaci¨®n y la interconexi¨®n financiera, arrastraron la econom¨ªa global a la debacle de 2008. Despu¨¦s, los pol¨ªticos estadounidenses se negaron a introducir regulaciones bancarias adecuadas, por no hablar de castigar a los que causaron la crisis mientras se llenaban los bolsillos. En Europa, similares fracasos ¨¦ticos y pol¨ªticos en la respuesta a la globalizaci¨®n extendieron el apoyo a los populistas de derecha e izquierda.
Si partidos populistas que antes estaban en los m¨¢rgenes de la pol¨ªtica obtuvieron casi la mitad de los votos en la reciente elecci¨®n en Italia no fue por campa?as de desinformaci¨®n de los rusos, sino por el malestar creciente hacia un establishment pol¨ªtico corrupto que no supo resolver los grandes problemas econ¨®micos, como la inestabilidad financiera y el alto desempleo juvenil. La elecci¨®n tambi¨¦n fue una clara muestra de las persistentes desigualdades regionales de Italia: mientras el pr¨®spero norte favoreci¨® a la Liga (xen¨®foba), el Movimiento Cinco Estrellas (m¨¢s populista) obtuvo la mayor¨ªa de sus votos en el sur pobre.
El establishment pol¨ªtico occidental se fue aislando de la opini¨®n p¨²blica, como ocurri¨® en la Europa de entreguerras
Puede que estos resultados electorales beneficien a Putin, pero eso no lo hace responsable por ellos. Son pol¨ªticos nacionales (desde los partidarios del Brexit a Trump) los que defienden pol¨ªticas divisivas, los que se niegan a admitir la importancia de la cooperaci¨®n y la ¨¦tica en la formulaci¨®n de pol¨ªticas, los que critican a las ¨¦lites tradicionales y a las instituciones estatales mientras elogian a aut¨®cratas (Putin incluido). El eslogan de campa?a de la Liga en Italia (¡°los italianos primero¡±) es un tributo patente al nacionalismo de Trump.
Los medios han reforzado este discurso. Es verdad que se descubri¨® que detr¨¢s de algunas de las ¡°noticias falsas¡± difundidas a trav¨¦s de las redes sociales estuvo Rusia. Pero en el RU, por ejemplo, los tabloides de Rupert Murdoch y Jonathan Harmsworth han hecho mucho m¨¢s para generar oposici¨®n a la Uni¨®n Europea antes del referendo por el Brexit. La historia tambi¨¦n ha influido. El euroescepticismo de las ¡°democracias antiliberales¡± de Europa del Este es reflejo de tradiciones religiosas y autoritarias profundamente arraigadas, que han impedido a estas sociedades internalizar la cultura posmoderna de tolerancia secular y valores universales de la UE. Sirve de ejemplo de esta din¨¢mica la combinaci¨®n polaca de rusofobia feroz y nacionalismo religioso extremista.
Lo cierto es que Occidente adolece de profundas desigualdades sociales, reforzadas en tiempos recientes por la mala gesti¨®n de la globalizaci¨®n. Al mismo tiempo, su establishment pol¨ªtico se fue aislando de la opini¨®n p¨²blica, como ocurri¨® en la Europa de entreguerras (fen¨®meno que impuls¨® el ascenso del fascismo y del autoritarismo populista). Esta din¨¢mica es particularmente evidente en la UE, donde muchas decisiones est¨¢n en manos de una burocracia distante, exenta de rendir cuentas y carente de legitimidad democr¨¢tica suficiente.
Rusia no plantea una amenaza existencial a la democracia occidental. La Uni¨®n Sovi¨¦tica era un adversario mucho m¨¢s formidable, y termin¨® derrumb¨¢ndose bajo el peso de su propio fracaso econ¨®mico. Rusia enfrenta problemas internos de una escala similar (no s¨®lo el estancamiento econ¨®mico, sino tambi¨¦n el colapso demogr¨¢fico). Pero eso no implica que la democracia occidental est¨¦ a salvo. Para protegerla, la dirigencia occidental debe afrontar sus propias falencias: modernizar las instituciones, mejorar la rendici¨®n de cuentas democr¨¢tica, reducir la desigualdad econ¨®mica y social, y trabajar para que la globalizaci¨®n beneficie a todos.
Shlomo Ben-Ami, ex ministro israel¨ª de Asuntos Exteriores, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor del libro Cicatrices de guerra, heridas de paz: la tragedia ¨¢rabe-israel¨ª.
Traducci¨®n: Esteban Flamini.
?Project Syndicate, 2018.
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