¡°Ese acta¡± y esa querella
Que a alguien se le escape un error carece de importancia. Pero no si se repite a cada rato
S¨®lo quienes son perfectos reconocen sus errores.
Cualquiera puede equivocarse. El error no nos distingue a unos de otros porque todos los cometemos. S¨ª nos diferencia, en cambio, la forma de gestionarlos.
Que a un periodista o a un pol¨ªtico se les escape una expresi¨®n incorrecta no tiene mayor importancia. Pero ya no cabe aplicar la misma benevolencia si la repiten varias veces al d¨ªa y varios d¨ªas seguidos. Porque entonces pensaremos que ellos sufren alguna carencia y que sus jefes o sus compa?eros no han sabido corregirles, quiz¨¢s por falta de caridad o, tal vez, a causa de sus propias deficiencias gramaticales; y, por tanto, de sus escasas lecturas.
Muchas informaciones y comentarios sobre el ¡°m¨¢ster¡± de Cristina Cifuentes han abundado en el error de escribir o decir reiteradamente ¡°ese acta¡±, un d¨ªa s¨ª y otro adem¨¢s. ¡°Ese acta que se falsific¨®¡±.
Los sustantivos que comienzan con a t¨®nica y que tienen g¨¦nero femenino (hacha, ¨¢guila, agua¡) llevan el art¨ªculo y los adjetivos indefinidos en masculino (¡°el ¨¢guila¡±, ¡°alg¨²n ¨¢guila¡±), lo cual evita la cacofon¨ªa que se producir¨ªa al decir ¡°la hacha¡± o ¡°la ¨¢guila¡±.
Esta variante naci¨® del originario art¨ªculo femenino ela y su fusi¨®n con la siguiente vocal (¡°el cuerpo e ela ¨¢nima¡±), circunstancia que no se pod¨ªa producir en el plural (¡°los cuerpos e elas ¨¢nimas¡±). Pero esta alteraci¨®n de la concordancia no vincu?la a los dem¨¢s adjetivos: ¡°hacha antigua¡±, ¡°agua clara¡±, ¡°esta agua¡±¡ (Y ¡°la otra ¨¢rea¡±; no ¡°el otro ¨¢rea¡± como se oye en los comentarios de f¨²tbol).
Lo mismo sucede con ¡°acta¡±, seg¨²n indica la gram¨¢tica construida por los hablantes durante siglos y codificada por las Academias hispanas. Se debe decir ¡°el acta¡±; y se pueden usar ¡°ning¨²n acta¡± y ¡°un acta¡±¡; pero nunca ¡°ese acta¡± o ¡°este acta¡± o ¡°el citado acta¡±. Porque ¡°acta¡± es femenino.
Tambi¨¦n ha incurrido en ese error la propia presidenta de la Comunidad de Madrid, quien adem¨¢s cometi¨® el pleonasmo de anunciar una ¡°querella criminal¡± contra los periodistas de eldiario.es que difundieron las primeras dudas sobre su "m¨¢ster" universitario. Las querellas se tramitan siempre por lo criminal, porque no existen las querellas civiles (en tal caso ser¨ªan demandas). Y en ese error la han seguido tambi¨¦n muchos periodistas.
La reiteraci¨®n de una circunstancia suele inducir a la sospecha de que algo estructural la provoca. Y as¨ª sucede en el caso del llamado ¡°m¨¢ster¡± de Cifuentes. (En Am¨¦rica dicen ¡°maestr¨ªa¡± con mejor gusto; y tambi¨¦n existe la alternativa ¡°mag¨ªster¡±).
Y aqu¨ª la circunstancia repetida que induce a sospecha es la mala suerte: primero un fallo inform¨¢tico, despu¨¦s no aparece el acta del ¡°trabajo fin de m¨¢ster¡± (antes llamado ¡°tesina¡±); luego resulta que se borraron los correos con el tutor; no se conoce ning¨²n testigo que asistiera a la defensa de esa obra, que ha de hacerse en ¡°acto p¨²blico¡± (suelen estar presentes, al menos, quienes anteceden y suceden en el turno a quien comparece ante el tribunal); el trabajo se les ha perdido a la universidad y tambi¨¦n a la alumna¡ Todo ello, fruto de la casualidad.
Pero las casualidades reiteradas forman estad¨ªsticas, que a su vez crean indicios. Cuando un dado cae 15 veces seguidas en el n¨²mero tres, algo le ocurre al dado. Y eso vale tanto para la mala suerte de la tesina como para la reiteraci¨®n de ¡°ese acta¡±. Si los mismos periodistas repiten el mismo error a cada rato, algo le pasa tambi¨¦n a su dado.
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