Ante lo peor s¨®lo queda lo ¨²ltimo
El independentismo ha logrado internacionalizarse en los tribunales y Puigdemont est¨¢ demostrando una dureza y una capacidad de resistencia inesperadas. Suena desesperado, pero esperaremos que entre los partidos surja un l¨ªder providencial
Al parecer, la cuesti¨®n catalana ya deambula por los arrabales de lo peliagudo, m¨¢s all¨¢ de los cuales todo es turbio e incierto. ?Tiene o no tiene derecho Jordi S¨¤nchez a ser elegido presidente de la Generalitat? ?Est¨¢ bien fundamentada la atribuci¨®n de un delito de rebeli¨®n? O: ?hubo violencia? Y si la hubo, ?lo fue en grado tal que justifique peticiones de prisi¨®n que pueden llegar a los treinta a?os y que permita la equiparaci¨®n con los guardias civiles que entraron a tiros en el Congreso de los Diputados el 23-F? Ha sido tan exitoso y tan c¨®modo llamar golpistas a los l¨ªderes independentistas que cuando desde Alemania se ha disentido sobre las implicaciones penales de este s¨ªmil la perplejidad y la consternaci¨®n se han adue?ado de todos aquellos que aplaud¨ªan y jaleaban la s¨®lida fiabilidad de lo alem¨¢n. Sin embargo, cualquiera que haya seguido c¨®mo la prensa alemana trataba la cuesti¨®n del proceso ¡ªa derecha y a izquierda¡ª ya pod¨ªa por lo menos haber sido un poco m¨¢s cauto con la actitud de los jueces alemanes ante algo que tambi¨¦n aqu¨ª, y no solamente en las filas del independentismo, se consideraba expuesto al reproche de la desmesura. ?Por qu¨¦ atribuir rebeli¨®n, si sedici¨®n era ya muy duro? ?Por qu¨¦ ir a lo peor, si aplastando y humillando con penas ¡°ejemplarizantes¡± no se lograba nada que fuese realmente ejemplar para un pa¨ªs que debe levantar la mirada y pensar tambi¨¦n en el futuro? Claro, claro: los jueces son independientes, y por descontado que hay separaci¨®n de poderes en Espa?a, por lo menos formalmente. Pero el primero que habl¨® de rebeli¨®n fue el fiscal general del Estado, que es un cargo que depende del Gobierno.
El Estado de derecho es infinitamente invencible en su serena solidez, no en su sobreactuaci¨®n
Y por supuesto que en Espa?a no se persiguen ideas pol¨ªticas. Pero la contradicci¨®n est¨¢ ah¨ª: algunas ideas pol¨ªticas s¨®lo pueden llevarse a cabo rompiendo el orden constitucional establecido, como el plan organizado pol¨ªticamente de segregar y lograr la independencia de un territorio del Estado. ?Acaso alguien cree seriamente que eso puede lograrse pactando dentro del marco legal? De modo que no se persigue la idea en la medida en que puede ser un teorema privado o una elucubraci¨®n intelectual, faltar¨ªa m¨¢s. Pero s¨ª cuando responde a una acci¨®n pol¨ªtica organizada que busca resultados pol¨ªticos concretos que fuerzan violentar las leyes. ?Y por qu¨¦ es legal poner en un programa para unas elecciones el prop¨®sito de llevar a cabo algo a todas luces ilegal? Esa es otra cuesti¨®n peliaguda que los alemanes s¨®lo pueden contemplar con aires de suficiencia. All¨ª est¨¢ directamente prohibido organizarse pol¨ªticamente para conseguir lo que la Constituci¨®n considera inadmisible. La fractura territorial de la Federaci¨®n o su transformaci¨®n en un Estado totalitario no se admiten en el juego pol¨ªtico.
El Estado espa?ol parece dominado por sus fantasmas. Por un lado quiere ser liberal y garantista: ¡°Usted piense como quiera, faltar¨ªa m¨¢s¡±. Por el otro, cuando este pensamiento se convierte en acto no puede refrenar una reacci¨®n de car¨¢cter y usa el Gran Poder cuando jur¨ªdicamente tambi¨¦n hubiese sido muy eficaz recurrir a un poder m¨¢s mesurado. Se intuye un nivel de esc¨¢ndalo y de indignaci¨®n en el instructor que no es evidente que hayan facilitado el temple que el caso exig¨ªa. El Estado de derecho es infinitamente invencible en su serena solidez, no en su sobreactuaci¨®n, no cuando se muestra con car¨¢cter. La reacci¨®n airada y ofendida porque un simple tribunal ¡°provincial¡± alem¨¢n le enmendaba la plana a todo un juez del Supremo ya denota una mala percepci¨®n de la realidad en la que nos movemos. Y produce desaz¨®n que lo que tantas voces perfectamente cualificadas consideraban posible, o probable, haya pillado (aparentemente) tan por sorpresa al Gobierno y al Supremo. Hay en esa imprevisi¨®n algo que inquieta y preocupa profundamente, porque transmite la idea de que frente al independentismo se ha pasado de una especie de quietud hind¨² ¡ªno exenta de soberbia y desprecio¡ª a la bravura del golpe de car¨¢cter ¡ªtampoco exenta de improvisaci¨®n lanzada a la acci¨®n-reacci¨®n¡ª. Frente a ello no diremos que el independentismo haya sido m¨¢s noble. S¨®lo ha sido m¨¢s listo.
Ahora, a cada golpe de car¨¢cter, los secesionistas se asientan m¨¢s y mejor en el suelo
El hecho es que ahora a cada golpe de car¨¢cter los secesionistas se asientan m¨¢s y mejor en el suelo. Y no debemos equivocarnos sobre dos cosas que ya no deben perderse de vista: que el independentismo ha logrado en los tribunales lo que no consegu¨ªa en las canciller¨ªas: internacionalizarse. Y la otra: que Puigdemont est¨¢ demostrando una dureza y una capacidad de resistencia que, guste o no, lo est¨¢n forjando, con o sin balizas de seguimiento, como lo que sin duda siempre quiso ser: un l¨ªder indiscutible, y en todo caso m¨¢s mesi¨¢nico que el aprendiz de brujo que lo propuso de presidente en enero de 2016. Hace meses escrib¨ª un art¨ªculo en EL PA?S de Catalu?a diciendo que Junqueras en la prisi¨®n era la experiencia de lo real, y Puigdemont en B¨¦lgica era el viaje hacia lo irreal. Pues bien, me equivoqu¨¦: lo irreal ha salido de la c¨¢rcel de Neum¨¹nster dotado de una realidad que parece hecha para que los golpes de car¨¢cter del Estado espa?ol reboten. Y s¨ª: los prime time casi diarios que TV3 le ha dedicado estos ¨²ltimos meses han contribuido a ello. Pero si no se decidi¨® en su momento incluir la intervenci¨®n de TV3 en el 155, ?de qu¨¦ sirve ahora lamentarse o pretender rectificar (cuando ya es m¨¢s que demasiado tarde)? El hecho es un Puigdemont crecido y desatado. Mientras tanto, los pol¨ªticos sometidos a una larga prisi¨®n preventiva, comenzando por Junqueras, constituyen un agujero negro de consecuencias absolutamente imprevisibles para el propio Estado. Es f¨¢cil decir que ser¨¢n juzgados, condenados y punto. Pero hay demasiados ciudadanos en Espa?a poco o nada dispuestos a verlo as¨ª de f¨¢cil. Si los jueces pueden vivir en un universo donde impere la m¨¢xima del fiat iustitia, pereat mundus, los pol¨ªticos es evidente que no pueden permitirse la arrogancia de lo formal arrollando a lo real. La ley es sagrada, s¨ª. Pero sin pol¨ªtica, la ley oscila entre lo ciego y lo demasiado expuesto a interpretaci¨®n, y su dureza se transforma en fragilidad. En eso acaba la famosa judicializaci¨®n de la pol¨ªtica. No s¨®lo es un fracaso de la pol¨ªtica, es un desastre para los ciudadanos de este pa¨ªs. ?Era ese el alto precio que P¨¦rez Rubalcaba dijo que el Estado deber¨ªa pagar para acabar con el desaf¨ªo independentista?
?Hay alguna esperanza de salir del atolladero? S¨ª ha de haberla, suponiendo que est¨¦ agazapado (o agazapada) en cualquiera de los partidos con posibilidades de gobernar un o una l¨ªder con altura de miras, con una inteligencia estrat¨¦gica capaz de poner las luces largas, con capacidad de liderar y generar las complicidades necesarias para acometer las grandes reformas que este pa¨ªs necesita, para proponer un proyecto que ilusione y convenza y que nos ayude a no quedar embarrados en el laberinto catal¨¢n. No debe perderse esta esperanza, aunque sea lo ¨²ltimo que nos quede, y aunque la invocaci¨®n de un l¨ªder providencial tenga ya mucho de desespero.
Jordi Ib¨¢?ez Fan¨¦s es escritor y profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra.
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