El presidente de Francia se las ve con Indiana Jones
Macron propone devolver piezas de los Museos, el doctor Jones no lo aceptar¨ªa
Steven Spielberg esper¨® dos pel¨ªculas para mostrarnos a Indiana Jones joven. La tercera entrega de la saga, Indiana Jones y la ¨²ltima cruzada, comienza con Henry Jones Jr. tratando de impedir que un grupo de cazadores de tesoros se lleve una cruz de la ¨¦poca colonial que acaba de ser desenterrada en una cueva de Utah. ¡°?Deber¨ªa estar en un museo!¡±, dice el futuro profesor de arqueolog¨ªa cuando observa el objeto. De aquella escena Indiana se lleva una cicatriz en la barbilla provocada por un l¨¢tigo, una lecci¨®n de paciencia que le imparte su padre cuando le obliga a contar hasta diez en griego antes de poder hablarle y su caracter¨ªstico sombrero panam¨¢. Para Indiana Jones un museo es donde deben estar los objetos de arte valiosos.
Si la escena hubiera sido rodada hoy, cuando en la casa del padre de Indiana ¡ªHenry Jones padre, interpretado por Sean Connery¡ª el joven se ve forzado a entregar la cruz a los cazatesoros en presencia de un sheriff, hubiera irrumpido un tipo gritando con acento franc¨¦s ¡°?El muchacho no tiene raz¨®n! ?Jam¨¢s a un museo!¡± ¡°?Y qui¨¦n es usted?¡±, preguntar¨ªa Connery. ¡°Emmanuel Macron, presidente de Francia¡±.
Macron ha sembrado la inquietud entre las direcciones de los grandes museos del mundo con una iniciativa que ha vuelto a poner sobre la mesa una espinosa cuesti¨®n para la que no hay una respuesta sencilla ?Se deben devolver los objetos expuestos a sus pa¨ªses de origen? El presidente quiere enviar a las naciones africanas que fueron colonias numerosas piezas. Y eso puede ser solo el principio.
La historia nos ense?a que desde la antig¨¹edad a las victorias militares le sigue la apropiaci¨®n de objetos valiosos y obras de arte. Roma qued¨® inundada de estatuas griegas y egipcias. Retratos, muebles y trofeos se movieron por Europa durante los siglos siguientes en las alforjas de los vencedores. Los venecianos esquilmaron Constantinopla mucho ante de que cayera en manos de los turcos. Las deidades precolombinas de oro terminaron en Espa?a o siguieron camino dentro de Europa fundidas y en forma de monedas. Napole¨®n se hizo una magn¨ªfica colecci¨®n en nombre de Francia. El imperio brit¨¢nico no le fue a la zaga. La Alemania imperial traslad¨® a Berl¨ªn ruinas enteras de Oriente Medio. Su sucesora nazi fue una de las mayores depredadoras de arte de la historia. La excepci¨®n a esta regla son los yihadistas. Cafres entre los m¨¢s cafres, se han dedicado a destruir. Desde los budas de Bamiy¨¢n en Afganist¨¢n, a las ruinas de Palmira en Siria o las esfinges asirias en N¨ªnive, Irak. Precisamente este tipo de salvajadas hace que historiadores como Tom Holland defiendan fervientemente la existencia de instituciones como el Museo Brit¨¢nico.
Los grandes museos no son ¨²nicamente los objetos que estos exponen, sino la historia de c¨®mo han llegado hasta all¨ª. Desmantelarlos es tambi¨¦n borrar una parte de la historia. Puede que sea justo pero genera otras cuestiones. ?Hay l¨ªmite a la devoluci¨®n? ?Qui¨¦nes son los verdaderos due?os de objetos cuyas naciones desaparecieron? ?Los actuales pa¨ªses? ?Y que hay de las comunidades sociales o grupos ¨¦tnicos dentro de cada pa¨ªs? Marcus Brody, decano de la Universidad donde ense?aba arqueolog¨ªa el doctor Henry Indiana Jones. se perdi¨® en su propio museo. Macron acaba de entrar en ¨¦l. Y sin l¨¢tigo.
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