Periodismo en un pa¨ªs de incienso
El asesinato de tres informadores ecuatorianos nos recuerda que esta profesi¨®n es memoria
Los griegos antiguos pensaban que la existencia humana constitu¨ªa una tragedia insoportable. Para volver la vida m¨¢s llevadera, inventaron el arte, en sus distintas manifestaciones sublimes, como la m¨²sica, el teatro, la pintura o la escultura, que lleg¨® a puntos m¨¢gicos, como la Venus de Milo. Observaron los astros e inventaron las ciencias. Aspiraron a ser felices o libres, que era lo mismo. Hicieron gimnasia. Narraron. Tomaron la posta a otras antiguas civilizaciones y narraron los hechos que envolv¨ªan la vida de los seres humanos.
Pienso que el primer periodista fue Homero. La Odisea y la Il¨ªada, en el fondo, son cr¨®nicas de viajes. Y son mucho m¨¢s que eso: esos primeros reportajes o borradores de la historia que describ¨ªan las civilizaciones, los gobiernos y los pueblos, las creencias y las manifestaciones culturales, su arquitectura y sus taras. El viaje de Ulises es, quiz¨¢, al menos a mi entender, la primera gran expedici¨®n period¨ªstica.
Pienso en Ulises mientras escribo esta columna, al menos 28 siglos despu¨¦s de la publicaci¨®n de ese primer gran trabajo de corresponsal¨ªa y narraci¨®n de hechos. Desde hace 20 d¨ªas, pienso en Ulises y en el sentido de la espera: el reportero Javier Ortega, el fot¨®grafo Pa¨²l Rivas y el conductor Efra¨ªn Segarra partieron a una misi¨®n period¨ªstica, a Mataje, la zona caliente de la frontera colombo-ecuatoriana, la zona donde reina el terror del l¨ªder disidente de las FARC, alias Guacho. El 26 de marzo el reportero Javier Ortega, el fot¨®grafo Pa¨²l Rivas y el conductor Efra¨ªn Segarra fueron secuestrados. D¨ªas m¨¢s tarde, el reportero Javier Ortega, el fot¨®grafo Pa¨²l Rivas y el conductor Efra¨ªn Segarra fueron cobardemente asesinados. Repito sus nombres, una y otra vez.
Repito sus nombres en mi intento por comprender qu¨¦ fue lo que pas¨®. En mi intento de no olvidarlos. En mi intento de darle un sentido a estos d¨ªas de terror. Yo conoc¨ª a Javier Ortega en la cobertura del caso Odebrecht, que llev¨® al hombre duro del entramado de corrupci¨®n en los Sectores Estrat¨¦gicos, el exvicepresidente Jorge Glas, tras las rejas. Recuerdo haberme sentado junto a ¨¦l en varias de las audiencias judiciales. Tengo la sensaci¨®n de haber descubierto, en los pocos comentarios que cruzamos, su personalidad alegre, afable y generosa, as¨ª como en sus textos observ¨¦ su rigor y ese periodismo instintivo que en ¨¦l era natural como el sentido de la vista o el olfato.
Pen¨¦lope espera durante 20 a?os el retorno de Ulises a ?taca, en medio del desastre teje y desteje un sudario. Ecuador descubre, por boca del presidente Len¨ªn Moreno, que Javier Ortega, Pa¨²l Rivas y Efra¨ªn Segarra fueron asesinados y no volver¨¢n. Llego a mi casa. Veo mi rostro en el espejo y me pregunto si la imagen que aparece ante mis ojos es la de un periodista. Dicen, en mi pa¨ªs, que para ser periodista hay que tener un t¨ªtulo universitario que lo acredite. Yo estudi¨¦ Derecho. Me pregunto: ?Qu¨¦ es el periodismo? ?Por qu¨¦ me gusta tanto? Porque me gusta contar historias, me respondo, porque me gustan las palabras.
Escribo un reportaje que nunca imagin¨¦: Presidente Len¨ªn Moreno confirma el asesinato de Javier Ortega, Pa¨²l Rivas y Efra¨ªn Segarra. Me duelen las palabras. Vienen im¨¢genes a mi mente: yo tengo 21 a?os y estoy en la redacci¨®n de El Comercio y no concibo el mundo sin contar historias. Veo a Pa¨²l Rivas, alegre, con su c¨¢mara. Otras im¨¢genes. Tengo 26 a?os y trabajo como reportero de La Hora. Estoy con Guadalupe, la madre de Pa¨²l Rivas, frente a las c¨¢maras an¨¢logas que ¨¦l exhibe en vitrinas al interior de su habitaci¨®n. Le pregunt¨® si Pa¨²l es un buen hijo. Demasiado, me dice, demasiado buen hijo. Llora. Siento, en ese momento, que no voy a poder escribir esta historia, que no voy a poder poner en palabras la magnitud del horror. Quiz¨¢ Javier Ortega podr¨ªa escribir esta historia que yo no puedo.
Siempre pens¨¦ que escrib¨ªa porque me gustaba el silencio. Las palabras no son ruido. Son aquello que cre¨® al mundo
Tomo aire. Me digo: pronto volver¨¢n, pronto volver¨¢n los periodistas. Pronto podr¨¦ ense?arles los perfiles que en su ausencia redact¨¦ sobre ellos en La Hora, tratando de reconstruir sus vidas por medio de las palabras. Y las im¨¢genes que de ellos conservan, muy adentro en la memoria, sus seres queridos. Llego a la casa de los hermanos Cristian y Patricio Segarra. Veo las fotos de Efra¨ªn y encuentro sus rasgos en los rostros de sus hijos. Pienso: a Pa¨²l Rivas, que le gusta hacer retratos, le fascinar¨ªa encontrar la presencia palpitante de don Segarrita en los rostros de sus hijos. Es el ciclo de la vida. De nuestros padres venimos y hacia nuestros padres vamos. Pa¨²l se hizo fot¨®grafo para seguir los pasos de su padre. Cristian y Patricio son gente buena, como su padre. Cristian de hecho, es periodista, como su padre que, como yo, no estudi¨® periodismo pero no concibe la vida sin contar historias.
Tengo 21 a?os otra vez. Estoy en ?msterdam y observo el autoretrato de Vincent Van Gogh. Pienso: las historias de nuestras vidas se narran en nuestros rostros. Recuerdo ese momento de catarsis a?os despu¨¦s en la Plaza de la Independencia de Quito. Horas antes el ministro C¨¦sar Navas, sin claridad ni valor, sugiri¨® la muerte de Javier Ortega, Pa¨²l Rivas y Efra¨ªn Segarra. Fue la rueda de prensa m¨¢s dolorosa de mi vida y de la de muchos colegas reporteros y fot¨®grafos. Gritos. Llantos. Dolor. Hay en el castellano palabras que describen emociones, pero no totalmente. Horror. Fin. Muerte. Pensando en esas palabras llego al centro de Quito y al Palacio de Carondelet. Atravieso la peque?a multitud que llora y grita consignas en la plaza y en el suelo encuentro una pancarta, rodeada de velas, donde est¨¢n los rostros de Javier Ortega, Pa¨²l Rivas y Efra¨ªn Segarra. Repito sus nombres. En silencio. Ahora son silencio.
Siempre pens¨¦ que escrib¨ªa porque me gustaba el silencio. Las palabras no son ruido. Las palabras son aquello que cre¨® al mundo. H¨¢gase la luz. H¨¢ganse los mares y los r¨ªos. H¨¢gase el periodismo para que los humanos tengan consciencia. Los rostros de Javier Ortega, Pa¨²l Rivas y Efra¨ªn Segarra ya no son palabras sino aquello que buscamos desesperadamente cuando invocamos las palabras. Aquello que queremos lograr cuando empezamos a narrar una historia. Aquellas im¨¢genes que te marcan profundamente y te acompa?an. Aquello que dolorosa e inevitablemente te da sentido. Da vitalidad a lo que haces. Me digo: escribir¨¦ historias con la pasi¨®n que a las palabras le pon¨ªa Javier Ortega. Nunca m¨¢s har¨¦ periodismo sin pensar que Javier Ortega podr¨ªa escribirlo o investigarlo mejor y que es mi obligaci¨®n esforzarme, tener ese rigor y ese olfato period¨ªstico que en sus textos admir¨¦.
Ulises. Los griegos. La tragedia de la existencia humana. Las palabras. ?Qu¨¦ nos queda despu¨¦s de este desastre? Es algo que el periodismo no puede explicar. El miserable asesinato de Javier Ortega, Pa¨²l Rivas y Efra¨ªn Segarra es tan doloroso como un yarav¨ª. Y tan silencioso. Pienso en los Andes. Javier Ortega dej¨® Valencia para hacer periodismo en los Andes. En 1946 C¨¦sar D¨¢vila Andrade public¨® su poema ¡°Espacio, me has vencido¡±. Quiz¨¢ la poes¨ªa puede explicar con palabras lo que nos sucede. Lo leo en voz alta. ¡°Adi¨®s canci¨®n antigua en la aldea de junio,/ tardes en las que todos, con los ojos cerrados/ viajaban silenciosos hacia un pa¨ªs de incienso¡±. ?Hacia donde viajaron, Javier, Pa¨²l y Efra¨ªn? La vida humana es una tragedia insoportable. Pero los antepasados contaron historias para hacer que la existencia sea soportable. Sea vivible, libre, alegre, como los rostros de la gente buena. Inventamos las palabras que dicen la verdad para que la humanidad no se desboque. Para que lloremos. Para no olvidar a los muertos y las causas atroces que se los llevaron. Para ser cada vez m¨¢s humanos. ?Qu¨¦ es el periodismo? El periodismo es memoria.
Javier. Pa¨²l. Segarrita. Hasta pronto.
Miguel Molina D¨ªaz es periodista de La Hora, conductor del programa de entrevistas La Tertulia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.