Cifuentes dimite tarde y mal

La ca¨ªda de Cristina Cifuentes deber¨ªa pervivir en la memoria de este pa¨ªs como ejemplo de todos los comportamientos que da?an la democracia y ensucian el nombre de la pol¨ªtica y las instituciones. Por un lado est¨¢n los hechos en s¨ª: un t¨ªtulo fraudulento de un m¨¢ster que produce verg¨¹enza por el desprecio que supone a las Universidades y estudiantes y un supuesto hurto menor en un supermercado que aleja a la presidenta de la Comunidad de Madrid de la m¨ªnima ejemplaridad que se le debe exigir y suponer.

Pero no es esto lo ¨²nico preocupante, sino la gesti¨®n que ha rodeado el esc¨¢ndalo hasta su dimisi¨®n, este mi¨¦rcoles. La negaci¨®n y la mentira por parte de Cifuentes; la connivencia de profesores universitarios, prestos a socorrer a la presidenta falseando documentos oficiales; el silencio y la par¨¢lisis de Mariano Rajoy; el desfile de apoyos y aplausos por parte de los altos cargos del Partido Popular desde la convenci¨®n en Sevilla hasta horas antes de su dimisi¨®n cuando el fraude ya era m¨¢s que evidente, y, finalmente, la exhibici¨®n de trapos sucios guardados desde 2011 para su explotaci¨®n pol¨ªtica en un ataque de tono mafioso que nos arrastra a unas cloacas inadmisibles en democracia. No solo toda la cadena de responsables pol¨ªticos del PP ha fallado, sino que desde las sombras se han a?adido las peores pr¨¢cticas de la lucha pol¨ªtica mediante el golpe bajo y rastrero propio de grupos delincuentes.

El Partido Popular de Madrid ha alcanzado cotas de podredumbre solo similares a las del Partido Popular en la Comunidad de Valencia. Si all¨ª han sido los casos G¨¹rtel, Imelsa, Cooperaci¨®n, Fabra o Taula, entre otros, los de la Comunidad de Madrid no le han ido a la zaga: tambi¨¦n G¨¹rtel y todas sus ramificaciones, Lezo, P¨²nica, etc¨¦tera. La corrupci¨®n ha llevado a la c¨¢rcel al expresidente Ignacio Gonz¨¢lez, al exsecretario general del PP Francisco Granados y ha arrojado sospechas sobre las grandes operaciones econ¨®micas en la Comunidad. El lodazal en ambos feudos del PP, que sostuvo el poder en estas dos autonom¨ªas durante los a?os en que gobern¨® el PSOE en Espa?a y en varias comunidades, ha desbordado a las familias del PP y altos cargos municipales, auton¨®micos y de partido en m¨²ltiples instancias. La implosi¨®n es lo que cabe esperar en organizaciones con un reguero delictivo tan intenso y es seguramente a lo que estamos asistiendo en la Comunidad de Madrid, como antes fue en la de Valencia. La ca¨ªda de Cifuentes ¡ªm¨¢s all¨¢ de sus propias corruptelas¡ª se enmarca en ese contexto de enfrentamientos y vendettas en su partido, de las que este cap¨ªtulo podr¨ªa no significar el final.

El Partido Popular debe enfrentarse de una vez con urgencia y determinaci¨®n a esta realidad, limpiar sus filas de corrupci¨®n y revisar el lastre que supone su comportamiento ante los esc¨¢ndalos. Una vez que Cifuentes, que durante m¨¢s de un mes se resisti¨® a dimitir, deleg¨® en Rajoy su futuro, el presidente del Gobierno y del partido ha sido el responsable de prolongar una crisis que no solo mancha al PP, sino a las instituciones y a los principios de ejemplaridad que deben guiar la gesti¨®n p¨²blica. El descr¨¦dito de la pol¨ªtica y de los pol¨ªticos es la consecuencia m¨¢s da?ina de tanta irresponsabilidad y dejar hacer.