Catarsis ¨¦tico-p¨²blica

La gran diferencia entre el caso Cifuentes y otros esc¨¢ndalos pol¨ªticos que hemos presenciado es que su juicio ha sido ¡°p¨²blico¡±. Todos lo son, pero lo digo en el sentido de que aqu¨ª no se ha pasado por el filtro del complejo mundo judicial, con sus largas tramitaciones, sus tretas procesales, su complejo entramado de testigos y evaluaci¨®n de pruebas. Contrariamente a los abigarrados casos de la G¨¹rtel, la P¨²nica, Lezo y tantos otros, los hechos y los medios de prueba estaban a la vista de todos, limpios de los farragosos sumarios de cientos o miles de folios. Bast¨® una h¨¢bil y pautada publicaci¨®n en prensa de hechos y declaraciones puntuales.

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En ese sentido ha funcionado como un juicio popular. Los protagonistas en la evaluaci¨®n de los cargos no han sido los jueces, sino el mismo p¨²blico. Quiz¨¢ por eso mismo se nos ha hecho tan insoportable. A pesar de que el asunto enjuiciado ¡ªla obtenci¨®n de un m¨¢ster sin seguir los debidos tr¨¢mites¡ª era nimio en comparaci¨®n con los otros casos mencionados, su impacto fue mucho mayor. Las mentiras sal¨ªan a la luz con una facilidad y velocidad pasmosa, sin mediaciones encubridoras. Qu¨¦ lejos de esos otros donde la leg¨ªtima presunci¨®n de inocencia y las tramitaciones de m¨¢s de un lustro permiten tirar balones fuera y dilatar la asunci¨®n de responsabilidades pol¨ªticas. A este respecto el caso Cifuentes resulta ejemplarizante.

Tambi¨¦n, porque ha sacado a la luz c¨®mo existen distintas varas de medir los componentes morales de un caso en funci¨®n de que est¨¦ o no en juego el poder. S¨®lo as¨ª hay que interpretar la declaraci¨®n de Rajoy de que Cifuentes ¡°hizo lo que ten¨ªa que hacer¡±. Si no dimit¨ªa, el PP perd¨ªa la Comunidad de Madrid. ?Hasta ah¨ª podr¨ªamos llegar! La dimensi¨®n moral del caso pasaba a un segundo plano, al final lo que de verdad importa, siempre, es el poder.

Y est¨¢, por ¨²ltimo, el asunto del famoso v¨ªdeo, lo que precipit¨® lo inevitable. Aqu¨ª la indignaci¨®n moral ya dio paso al asco. La repugnancia que produce el saber que hay mafias de cloaca dispuestas a despellejar a cualquiera traficando con datos de su vida privada. O el indisimulado jolgorio, casi euforia, con el que se acompa?¨® en algunos medios o en las redes. Que encima se tratara o no de fuego amigo es a estos efectos indiferente.

Todo este s¨®rdido espect¨¢culo ha provocado una nueva vuelta de tuerca en la fatiga civil, la depresi¨®n c¨ªvica o como queramos llamarlo. Pero deber¨ªa tener un efecto cat¨¢rtico, que de la contemplaci¨®n de esta tragedia desplegada en dosis casi diarias podamos recobrar fuerzas para insistir en la imprescindible regeneraci¨®n ¨¦tica de nuestra democracia. Que tenga un efecto purificador. Y ya se sabe que en democracia el mejor purgante, el m¨¢ximo oxigenador, siempre acaba siendo el voto.