Tomar el poder: leonas y zorras
La cultura patriarcal nos ha negado a las mujeres el derecho a la individualidad
"Vosotras sois mucho mejores que nosotros los hombres¡± es la nueva versi¨®n galante, pero en el fondo igualmente peligrosa, de asignar a las mujeres una esencia, un modo de ser espec¨ªfico que contribuye a asentar en el imaginario social las diferencias entre hombres y mujeres en lugar de deshacerlas. Las feministas luchamos desde hace siglos contra los discursos que, ya sea en nombre de la tradici¨®n o la ciencia, han servido para definir la naturaleza femenina y explicar que las mujeres somos diferentes a los hombres e id¨¦nticas entre nosotras mismas. Es obvio que hay diferencias en un mundo que nos asigna papeles desiguales y la lucha feminista surge precisamente por hacernos cargo de ellas.
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Pero comprender la injusticia de las mismas es comprender que no hemos ocupado determinados lugares en sinton¨ªa con la naturaleza sino que se nos han impuesto a trav¨¦s de la fuerza y la violencia. Lo primero que la cultura patriarcal nos ha negado a las mujeres es el derecho a la individualidad, el reconocimiento de que somos diferentes unas de otras, que somos tan distintas como lo son los hombres entre s¨ª y que somos, por tanto, unos y otras igualmente capaces de las mismas cosas.
Eso nos obliga a tener mucho cuidado con el argumento de la supuesta bondad de las mujeres que a menudo aparece en escena. A veces en nombre del feminismo se cuestiona que las mujeres accedan a cuotas de poder si es para ¡°parecerse a los hombres¡± o ¡°hacer pol¨ªticas no feministas¡± o ¡°ser como Tatcher o Merkel¡±. Si van a hacer lo mismo que ellos con el poder ¡ªse dice¡ª, ?para qu¨¦ querr¨ªamos que las mujeres accedieran a donde ahora no acceden? Pensemos hasta qu¨¦ punto ser¨ªa absurdo plantearlo al rev¨¦s. ?Tendr¨ªa sentido decir que para que los hombres hagan pol¨ªticas como las que hace Rajoy no los queremos en lugares de poder? Los hombres, con independencia del uso que hagan del poder pol¨ªtico, tienen ya garantizado su derecho a acceder a ¨¦l.
Un modo menos retador y agresivo de hacer pol¨ªtica es, no una manera femenina de hacer pol¨ªtica sino, simplemente, una mejor manera de hacerla.
?Tenemos las mujeres feministas que defender que el poder en manos de mujeres debe estar condicionado a hacer solo determinadas pol¨ªticas? ?Tenemos nosotras que cumplir m¨¢s condiciones que los hombres para ganarnos el derecho a disputar el poder? ?No tienen nuestras adversarias pol¨ªticas derecho a no encontrarse con techos de cristal en sus respectivos partidos? ?No tienen derecho todas las mujeres a hacer pol¨ªtica en igualdad de condiciones con los hombres incluso si es para hacer pol¨ªticas con las que no estamos de acuerdo entre nosotras? ?No tendremos las feministas, frente a la apelaci¨®n de la virtud femenina y la exigencia de que seamos buenas si queremos ser poderosas, que defender incluso el derecho al mal de las mujeres? ?No tendremos que defender que podamos ser igualmente capaces de las mismas cosas?
En mi reciente libro Leonas y zorras trato de explicar y combatir algunos de los modos tradicionales de apartar a las mujeres de la pol¨ªtica. Si esta consiste, como sosten¨ªa Maquiavelo, en el uso de la coacci¨®n (del le¨®n) y el uso de la seducci¨®n (de la zorra), tiene sentido preguntarnos c¨®mo podr¨ªamos desactivar los estereotipos culturales a trav¨¦s de los cuales se ha naturalizado la fuerza como algo esencialmente masculino y c¨®mo se ha estigmatizado la seducci¨®n ¡ªla astucia y la estrategia¡ª como algo que las mujeres no deben o no saben practicar.
Tiene sentido preguntarnos por qu¨¦, cuando las mujeres representan el ¨¦xito de la pol¨ªtica del cambio y las Adas y las Manuelas demuestran que saben ganar y tomar el poder, tendemos a leer la ¡°feminizaci¨®n de la pol¨ªtica¡± que ellas representan como algo que tiene que ver con ¡°la cultura femenina¡±, el modo de ser de las mujeres y, en ¨²ltima instancia, que el mundo las ha hecho as¨ª. Naturalizar lo femenino en pol¨ªtica, aunque siempre sea en nombre de las bondades de las mujeres, puede servir para que los hombres piensen que ellos juegan en otra liga y no se planteen lo que esto comporta: que un modo menos retador y agresivo de hacer pol¨ªtica es, no una manera femenina de hacer pol¨ªtica sino, simplemente, una mejor manera de hacerla.
Lo menos asumible por quienes han monopolizado el poder hasta hoy es que el feminismo y las mujeres puedan dar una excelente lecci¨®n de inteligencia y estrategia pol¨ªtica mientras los hombres (igualmente capaces de las mismas cosas) no pueden sino tomar buena nota.
Clara Serra es diputada en la Asamblea de Madrid por Podemos. Ha publicado recientemente Leonas y Zorras (Catarata)
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