El Juli, valor de ley
El ni?o que se lanz¨® a los ruedos es hoy un maestro del toreo con 20 a?os de alternativa. Asegura sentirse m¨¢s vulnerable que nunca.
EL SILENCIO de la dehesa en una tarde templada de primavera se interrumpe por la algarab¨ªa entusiasta de los hijos de El Juli. Dos mellizos de siete a?os, Fernando y Rosario, y una ni?a de cuatro, Isabel, cuya devoci¨®n al padre alcanza a imitarlo con un capotillo de juguete mientras los caballos se secan al sol y el viento mece las encinas. Es una escena cotidiana en la exuberante finca extreme?a del matador. Tan cotidiana que los ni?os y su madre, Rosario Domecq, son los ¨²nicos que se relacionan con Juli¨¢n L¨®pez (Madrid, 1982) como lo hac¨ªan antes del 16 de abril. Es la fecha del trance y del ¨¦xtasis. El d¨ªa en que El Juli indult¨® en La Maestranza un ejemplar de Garcigrande. Acaso la mejor faena de su vida. Y la jornada m¨¢s dichosa de los aficionados que abarrotaron la plaza de Sevilla, estupefactos por la emoci¨®n y la conmoci¨®n que procur¨® el torero madrile?o en la lidia a c¨¢mara lenta de Orgullito. As¨ª se llamaba el toro y el protagonista del indulto excepcional, aunque el diminutivo no contradice el diagn¨®stico de una experiencia superlativa.
¡°Cuando estableces intimidad con el toro, desaparecen su ferocidad y su peligro, se convierte en un c¨®mplice¡±
Los hijos de El Juli no han observado transformaciones evidentes, pero los taurinos, los cr¨ªticos y hasta los vecinos de Olivenza (Badajoz) se relacionan con el ?matador como si hubiera regresado de un acontecimiento sublime. Ya no puede desayunar con la tranquilidad de anta?o en los bares del pueblo que siempre frecuentaba. Se le acercan. Le tocan. Y lo zarandean con preguntas e inquietudes a semejanza de una aparici¨®n. Como si El Juli levitara. O procediera de una aventura extrasensorial. ¡°Lo que viv¨ª es muy dif¨ªcil de contar. Cada vez que lo intento me doy cuenta de que la descripci¨®n limita lo que realmente sent¨ª. Sent¨ª que me abandonaba. Desaparecieron el miedo, la sensaci¨®n de peligro, la t¨¦cnica, el control. Era como si la muleta llevara mi cuerpo. Sent¨ªa que me romp¨ªa por dentro. No hay nada parecido a esa sensaci¨®n de plenitud. Te dejas ir. Trasciendes. Y estableces con el toro una relaci¨®n de intimidad. Tambi¨¦n desaparece su ferocidad y su peligro. Lo percibes no como un antagonista, sino como un c¨®mplice. Sab¨ªa que no iba a matarlo¡±.
Hacerlo hubiera sido como da?arse a s¨ª mismo. El Juli hubiera querido abrazar al toro. Y hubiera querido curarle las heridas, como luego hicieron los veterinarios. El Juli se despojaba del vestido de luces y se vest¨ªa de fraile franciscano. M¨¢s que jalear a Orgullito, lo arrullaba con la voz. Susurraba al hermano toro. ¡°Amaba a ese animal. Y me conmovi¨® cuando regres¨® vivo a los corrales. Llegu¨¦ a sentir que la faena no iba a terminar nunca. Que est¨¢bamos en la eternidad¡±.
Impresiona el relato del indulto por la experiencia en s¨ª y por los antecedentes. Juli¨¢n conoc¨ªa al padre de Orgullito. Que se llama Cazador. Y al que ha visto encampanarse en la finca salmantina de Garcigrande. Habla de ¨¦l como si fuera un familiar. Y como si la simiente del torazo estuviera predispuesta a su tarde de gloria. El Juli hab¨ªa visto a Orgullito en el campo. Lo reconoci¨® como a un amigo en cuanto apareci¨® entre las sombras del toril de La Maestranza. ¡°Son experiencias que suceden muy pocas veces. Que te abruman. Que te sobrepasan. Y me acord¨¦ del primer novillo que indult¨¦ en mi vida. Ten¨ªa 14 a?os. Ocurri¨® en M¨¦xico. Y cuando le perdonaron la vida me puse a llorar y no pod¨ªa controlar las l¨¢grimas. Me desbordaba la experiencia. Ahora ha sido distinto. Muy intenso, pero no hacia fuera, sino hacia dentro. Como si me descoyuntara y me partiera por la mitad¡±.
¡°Me impresionaron mucho las muertes de V¨ªctor Barrio e Iv¨¢n Fandi?o. Se te presume un torero valiente, pero eres fr¨¢gil¡±
El Juli habla con m¨¢s pudor que timidez. Una mirada profunda y expresiva que se acomoda a un rostro todav¨ªa adolescente, aunque las cicatrices que amenazan la boca retratan las costuras de una vida al l¨ªmite. Ni?o prodigio fue Juli¨¢n. Tan precoz que no pod¨ªa torear en Espa?a. Y en hombre prodigio se ha convertido cuando cumple 20 a?os de alternativa. Sevilla ha capitulado a su maestr¨ªa en una tarde de euforia. Madrid lo har¨¢ el 24 de mayo. Se anuncia mano a mano con Gin¨¦s Mar¨ªn en la Feria de San Isidro. La plaza m¨¢s dif¨ªcil. La m¨¢s hostil. Y la que m¨¢s estimula su camino de superaci¨®n, aunque El Juli se reconoce ¡°m¨¢s fr¨¢gil y vulnerable que nunca¡± ahora que ya tiene 35 a?os y que le acechan unas sombras inquietantes. ¡°Me impresionaron mucho las muertes de V¨ªctor Barrio (2016) y de Iv¨¢n Fandi?o (2017). Me conmovieron. Y me hicieron adquirir conciencia de los peligros. He tenido cornadas fuertes, momentos de mucho riesgo, pero nunca crees realmente que puedes morir en una plaza. Hablamos de jugarnos la vida sin reparar en lo que estamos diciendo. Y te das cuenta de que puedes morirte de verdad. Y empiezas a convivir con esas sombras. No se marchan nunca, pero tratas de alejarlas. Y entonces te das cuenta de tu vulnerabilidad y de tu fragilidad. Se te presupone un torero poderoso, valiente, t¨¦cnico, muy capacitado, pero en realidad eres fr¨¢gil. Y esa conciencia de la fragilidad te abre a incertidumbres, a dudas, a preocupaciones. Y entonces rezas¡±.
Habla Juli¨¢n como si las palabras pesaran. Y como si le costara confiar su intimidad. Coopera en la confesi¨®n la serenidad de una sobremesa de primavera en el porche de su finca. Portugal est¨¢ al alcance de la vista. Las reses bravas transitan con antigua parsimonia. Y el torero apura un caf¨¦ de verdad y un cigarrillo de mentira, estimulantes de una conversaci¨®n metaf¨ªsica. ¡°No soy practicante, pero s¨ª creyente. Hablo con Dios, tengo conversaciones. Me conforta la conciencia de algo superior. Que no acierto a definir, pero s¨ª a sentir. Y que me sirve de ayuda cuando vienen momentos de preocupaci¨®n. La paternidad ha sido una experiencia maravillosa, pero tambi¨¦n es una responsabilidad enorme. Y siendo torero, contraes unos riesgos que multiplican esa responsabilidad. Sabes que tienes una familia. Que tienes que velar por ella. No quiero decir que haya dejado de correr riesgos, pero no es lo mismo torear cuando estas solo que cuando tienes tres ni?os esper¨¢ndote¡±.
El primog¨¦nito le ha salido del Real Madrid. Un contratiempo a la tradici¨®n atl¨¦tica de la familia que El Juli observa con m¨¢s ternura que indignaci¨®n. Se emocion¨® y llor¨® cuando el chaval apareci¨® de la mano de Sergio Ramos en el partido de Champions que enfrent¨® a los blancos contra la Juventus. ¡°No me gustar¨ªa que mi hijo fuera torero. Sufrir¨ªa yo m¨¢s que ¨¦l. Y lo har¨ªa ¨¦l tambi¨¦n porque esta profesi¨®n es muy dura, muy exigente. Si le va tan bien como a m¨ª, lo va a pasar muy mal. Y si le va peor, va a sufrir much¨ªsimo. Claro que no me arrepiento de haber sido torero. Esta profesi¨®n no es una profesi¨®n, sino una manera de vivir. He tenido experiencias incre¨ªbles. Grandes sacrificios. Ha sido mi vida, pero preferir¨ªa que mi hijo eligiera otra profesi¨®n¡±. El cortijo de El Juli parece el de un torero decimon¨®nico. Un caser¨®n de techos altos cuyas paredes est¨¢n recubiertas de carteles antiguos. Y los sof¨¢s del porche trasero predisponen a la contemplaci¨®n y a la sinceridad. ¡°?Que si he pensado en retirarme? Claro. Hay veces que te sientes frustrado y otras en las que crees haber hecho todo lo que ten¨ªas que hacer. Empec¨¦ de muy ni?o. Llevo 20 a?os. Y me he exigido mucho. Incluso ahora, que me importan muy poco las estad¨ªsticas, me preparo m¨¢s que nunca. Y lo hago corrida a corrida, como el cholismo. Me reconozco bastante en esa idiosincrasia de luchar, de sufrir, de ganar, de perder. He procurado ser ¨ªntegro. Defender mi forma de torear y de vivir. Y hay ocasiones en las que s¨ª me planteo dejarlo. Esas sombras que he mencionado tienen que ver. A veces incluso se me aparece una cornada muy fuerte que un toro me peg¨® en Sevilla. Estoy toreando y se me viene el recuerdo porque el toro que tengo delante me la recuerda. Y entonces dudo. Creo que hay un equ¨ªvoco conmigo. Se me considera un torero t¨¦cnico, a veces fr¨ªo, pero yo me reconozco como un torero y un hombre pasional y apasionado. Me entrego mucho¡±.
Los ni?os reanudan el acoso al padre. Interrumpen la conversaci¨®n. O m¨¢s bien la derivan al debate del animalismo. ¡°?T¨² crees que est¨¢n traumatizados?¡±, nos pregunta el joven patriarca. ¡°Estos ni?os viven en la naturaleza. Conocen los animales, los ¨¢rboles. Est¨¢n en contacto con la vida, y viven con naturalidad la muerte. Porque la muerte es parte de la vida, aunque pretendamos esconderla. Me da rabia el malentendido de los toros. Al toro no se le maltrata, se le respeta. Yo cr¨ªo toros, los cuido en el campo. Y son los antitaurinos quienes parecen querer exterminarlos, incluso a costa de da?ar los ecosistemas. El mundo taurino tiene que explicarse mejor. Hacer pedagog¨ªa. Hemos pecado de pasividad, de divisi¨®n¡±.
El Juli considera prioritario desvincular la tauromaquia de la ideolog¨ªa. Rescatarla de la refriega pol¨ªtica. ¡°La bestia se despert¨® en Catalu?a. La decisi¨®n de prohibir los toros y de cerrar la plaza de Barcelona traslad¨® el mensaje de que los toros eran una espa?olada. Y a partir de ah¨ª empez¨® a relacionarse la fiesta con lo conservador y el antitaurinismo con lo progre. Es un desprop¨®sito. Los toros son un fen¨®meno universal. Y su perversi¨®n pol¨ªtica es solo una manera de utilizarlos como arma arrojadiza. Este malentendido me obliga a m¨ª mismo no a votar seg¨²n mis ideas pol¨ªticas ¡ªsiempre he votado¡ª, sino a diferenciar entre los partidos que los atacan y los que los protegen. Es un gran sinsentido¡±.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.