De manadas, lobos solitarios y otras especies
Es ella, aquella, esa otra, es una vecina, una amiga, una compa?era de trabajo, es cualquiera de nosotras cada d¨ªa soportamos la violencia patriarcal en diferentes dosis y formatos
Por estos d¨ªas nos hemos horrorizado con la sentencia de primera instancia a los autores de la violaci¨®n m¨²ltiple ocurrida en el contexto de los Sanfermines 2016 en Espa?a. De manera incomprensible, dadas las evidencias, incluido el testimonio de la v¨ªctima, los jueces han estimado que solo se trat¨® de un mero ¡°abuso sexual¡±. M¨¢s a¨²n, se puso en duda la oposici¨®n de la afectada, por no mostrar claramente su rechazo frente a lo que le estaba sucediendo. Como si uno va por ah¨ª cualquier d¨ªa, la asaltan sexualmente cinco hombres, la llevan a un portal, la violan de todas las formas posibles, la graban, le roban, se jactan de lo hecho y, frente a todo esto, uno debiera conservar la lucidez y claridad para actuar como v¨ªctima: resistirse y mostrar claro desagrado con la situaci¨®n. No vaya a ser que se piense que lo estamos disfrutando.
Este caso ha generado indignaci¨®n mundial. Incluso en Chile, al fin del mundo, donde a las mujeres nos duele tanto como en la Pen¨ªnsula lo sucedido a esta chica. Es ella, es aquella, es esa otra, es una vecina, una amiga, una compa?era de trabajo, es cualquiera de nosotras que cada d¨ªa soportamos la violencia patriarcal en diferentes dosis y formatos, desde las expresiones m¨¢s sutiles hasta las m¨¢s groseras. Somos todas las afectadas. Esto no es casu¨ªstica. Ya no nos valen las justificaciones absurdas: que iba sola, que era tarde, que llevaba la falda muy corta, que era muy sonriente, que esto o que lo otro. ?Basta!
En Chile, desde donde escribo, tambi¨¦n tuvimos nuestra manada. S¨ª, una emblem¨¢tica. L¨¢stima que en una ¨¦poca en que estos delitos contaban con mayores grados de impunidad y menores grados de conciencia que ahora. La manada chilena atac¨® en 1989 en la ciudad de Talca. Asalt¨® sin permiso a Mar¨ªa Soledad Opazo Sep¨²lveda, de diecisiete a?os, quien iba caminando una noche por las cercan¨ªas del puente La Calchona, a donde la arrojaron un grupo de hombres j¨®venes deseosos de sexo sin importar el consentimiento de la joven. La violencia fue extrema: no solo la violaron, sino que destrozaron el cuerpo, introduci¨¦ndole un cuchillo por la vagina para luego, desde ah¨ª, cortar su cuerpo hasta arriba. Seg¨²n los antecedentes del caso, la joven intent¨® resistirse y escapar, comportamiento que indign¨® a¨²n m¨¢s a los atacantes, quienes no escatimaron recursos para mostrar su dominio. Porque, en este caso, a los elementos de g¨¦nero se sumaron los de clase: Mar¨ªa Soledad era una chica de escasos recursos; sus atacantes, chicos ¡®bien¡¯.
"Es ella, es aquella, es esa otra, es una vecina, una amiga, una compa?era de trabajo, es cualquiera de nosotras que cada d¨ªa soportamos la violencia patriarcal"
Tras lo sucedido sus familias supieron utilizar sus influencias para que todo quedara en nada. Fin del cuento: Mar¨ªa Soledad muri¨® desangrada, la manada qued¨® impune (ni siquiera fueron juzgados), y tres j¨®venes lugare?os ¡ªtambi¨¦n pobres¡ª fueron sindicados como culpables, por lo cual estuvieron cuatro a?os tras las rejas. A?os despu¨¦s se demostr¨® su inocencia y el Estado chileno tuvo que liberarlos e indemnizarlos. ?Y los verdaderos culpables? Fueron primero convenientemente protegidos, escondidos y sacados del pa¨ªs. Hoy, de vuelta en Talca, transitan por la ciudad libres de toda culpa, amparados en el doble manto protector de su condici¨®n de hombres de clase alta. La madre de Mar¨ªa Soledad hasta hoy espera una justicia que probablemente ya no llegar¨¢. El entonces obispo de la ciudad, Carlos Gonz¨¢lez (hoy fallecido), conoci¨® la verdad del caso, recibida bajo secreto de confesi¨®n por uno de los asesinos. El caso es conocido hasta hoy como el crimen de La Calchona.
De manadas y manadas ya sabemos bastante. De lobos solitarios tambi¨¦n. Toda clase de especies parece caber en esta fauna violenta. Es fin de semana largo y en Chile, por si fuera poco, nos hemos despertado horrorizados con un nuevo caso de violencia patriarcal: en Los Andes, localidad pr¨®xima a Santiago, Andr¨¦s Espinoza, un hombre de 30 a?os ha violado a su sobrina Ambar de ?un a?o y siete meses! S¨ª, no ha le¨ªdo mal, un a?o y siete meses. Las heridas fueron tan profundas que la peque?a ha fallecido horas despu¨¦s. El equipo de salud que la atendi¨® ha debido recibir apoyo psiqui¨¢trico tras intentar salvar y ver morir a la ni?a. Las primeras pericias policiales indican que se tratar¨ªa de un caso de violencia reiterada en el tiempo. Con un a?o y siete meses de vida, hablar de violencia reiterada en el tiempo desaf¨ªa toda racionalidad posible.
"El equipo de salud que la atendi¨® ha debido recibir apoyo psiqui¨¢trico tras intentar salvar y ver morir a la ni?a"
?C¨®mo seguimos despu¨¦s de esto? ?C¨®mo nos mantenemos en pie? ?C¨®mo conservamos la cordura y no tomamos un arma para salir a matar? No voy a pedir perd¨®n por mi franqueza. Por supuesto, no estoy alentando m¨¢s violencia sobre la violencia. Pero no me digan que no se piensa en todo esto frente a noticias tan devastadoras como ¨¦stas. Necesitamos indignarnos, desahogarnos, activarnos, respirar profundo y contar hasta un mill¨®n (que hasta diez todav¨ªa elegir¨ªamos la violencia¡). Necesitamos contrarrestar los argumentos que salen de la expresi¨®n m¨¢s visceral del horror humano: ¡°est¨¢ loco¡±, ¡°es un enfermo¡±, ¡°no debe estar en sus cabales¡±, ¡°estaban bebidos¡±, ¡°son j¨®venes inmaduros¡±. Nada de eso.
Argumentaciones como ¨¦stas solo contribuyen a eximir de responsabilidades a los responsables. No es que estaban fuera de s¨ª ¡ªni los de all¨¢ ni los de ac¨¢¡ª. Est¨¢n muy claros dentro de s¨ª, en sociedades patriarcales que han legitimado el uso de la violencia por parte de los hombres hacia las mujeres. Desde esa perspectiva, las mujeres les pertenecemos y tienen derecho a hacer con nosotras lo que les plazca, incluso si a¨²n no hemos cumplido ni dos a?os. Incluso si no estamos en condiciones de manifestar nuestra voluntad producto del miedo. O incluso si llegamos a manifestarla. Total, de qu¨¦ le sirvi¨® a C., en Pamplona, si nada import¨® a sus atacantes. ?O es que acaso alguien podr¨ªa pensar que la manada espa?ola o la chilena iba a deponer su actitud al escuchar un no por respuesta?
"Necesitamos contrarrestar los argumentos que salen de la expresi¨®n m¨¢s visceral del horror humano: ¡°est¨¢ loco¡±, ¡°es un enfermo¡±, ¡°estaban bebidos¡±
All¨¢ o ac¨¢ las manadas, los lobos solitarios u otras especies varias. All¨¢ o ac¨¢ las Mar¨ªas Soledades, las C.s o las peque?as Ambares. Violencia, violencia y m¨¢s violencia contras las mujeres y las ni?as. Todos estos casos ponen de manifiesto, entre muchas otras cosas, la necesidad de hablar abiertamente de la violaci¨®n, pero no como esa situaci¨®n excepcional que ocurre a algunas, a esas que se arriesgan m¨¢s de lo debido. Casos como el de Ambar as¨ª lo refutan (y no es el ¨²nico en su tipo, tristemente).
Violaci¨®n es una palabra que complica. Los responsables no la reconocen, aludiendo al supuesto consentimiento de v¨ªctimas que ¡ªparalizadas por el terror¡ª no alcanzan a proferir palabra alguna. Las mujeres violadas la eluden y muchas veces prefieren no pronunciarla ante el miedo de ser desacreditadas. Los medios de comunicaci¨®n buscan eufemismos, cuanto m¨¢s importantes sean los victimarios. O tambi¨¦n cuanto m¨¢s an¨®nimos y normales, como cualquier vecino; as¨ª lo ilustra el caso de la violaci¨®n dentro del matrimonio, legitimada y silenciada durante siglos hasta llegar a ser penalizada recientemente, aunque a¨²n no en todas partes del mundo.
Frente a ello, en su reciente propuesta te¨®rica feminista ¡ªTeor¨ªa King Kong¡ª, Virginie Despentes se?ala con lucidez y agudeza: ¡°La violaci¨®n es un programa pol¨ªtico preciso: esqueleto del capitalismo, es la representaci¨®n cruda y directa del ejercicio del poder. Designa un dominante y organiza las leyes del juego para permitirle ejercer su poder sin restricci¨®n alguna [¡] Creencia pol¨ªtica construida y no evidencia natural ¡ªpulsional¡ª como nos quieren hacer creer. Si la testosterona hiciera de ellos animales de pulsiones indomables, entonces matar¨ªan tan f¨¢cilmente como violan. Y este no es el caso. Los discursos sobre la cuesti¨®n de la masculinidad est¨¢n esmaltados con residuos de oscurantismo. La violaci¨®n, el acto condenado del que no se debe hablar, sintetiza un conjunto de creencias fundamentales sobre la virilidad.¡±
Paulina Morales A. es doctora en Filosof¨ªa de la Universidad de Valencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Opini¨®n
- Caso La Manada
- Jos¨¦ ?ngel Prenda
- Violaciones m¨²ltiples
- Jes¨²s Escudero
- Alfonso Jes¨²s Cabezuelo
- ?ngel Boza
- Antonio Manuel Guerrero
- Violaciones
- Chile
- Machismo
- Agresiones sexuales
- Violencia sexual
- Sexismo
- Casos judiciales
- Derechos mujer
- Delitos sexuales
- Mujeres
- Relaciones g¨¦nero
- Latinoam¨¦rica
- Sudam¨¦rica
- Delitos
- Am¨¦rica
- Prejuicios
- Problemas sociales