Llorar de risa, re¨ªr de pena
Hay quienes necesitan crear un enemigo para ocupar el poder e imponer una sociedad uniforme. Y si no encuentran el enemigo, lo inventan. Les basta con una nariz
CUANDO MI MADRE lloraba de risa, nos qued¨¢bamos en estado de suspensi¨®n. Alertas. Pod¨ªa llorar de risa al o¨ªr los domingos en la radio a Carlos, O Xestal, que era un c¨®mico y m¨²sico que hab¨ªa pasado varios a?os entre rejas por homosexual. Llor¨® de risa el d¨ªa en que mi padre, despu¨¦s de varios a?os de silencio, abri¨® aquel estuche escondido en el armario y volvi¨® a tocar el saxof¨®n. Siempre me ha sorprendido esa cualidad humana de llorar de risa. Cuando mi madre lloraba de risa, algo inquietante iba a suceder.
Hay gente que llora, o le saltan las l¨¢grimas, sin querer. Y hay tambi¨¦n gente que r¨ªe sin querer. R¨ªe de puro nervio. Recuerdo un amigo de escuela, muy flaco y vulnerable, un ni?o eterno, que sin embargo se re¨ªa cuando le maltrataban. Tambi¨¦n ¨¦l lloraba de risa.
Yo no lloro de risa. Pero estoy a punto. Cada d¨ªa, cada ma?ana, cuando escucho un informativo o leo la prensa. S¨ª, soy un neandertal que todav¨ªa lee la prensa en una mesa de m¨¢rmol y tomando un caf¨¦. Y en esa posici¨®n, medio oculto en la maleza impresa, desubicado de Google y dem¨¢s, escudado en el papel, leyendo entre l¨ªneas, otra vez leyendo entre l¨ªneas, puedes llorar de risa o re¨ªrte de pura tristeza, como aquel amigo maltratado en la escuela. Es la posici¨®n m¨¢s parecida a poner el o¨ªdo en tierra y o¨ªr el jadeo del mundo.
¡°Yo no lloro de risa. Pero estoy a punto. Cada d¨ªa, cada ma?ana, cuando escucho un informativo o leo la prensa¡±
Estoy a punto cada d¨ªa, pero esta vez no puedo evitarlo. El llorar de risa y re¨ªr de pena. Pod¨ªa ser por la en¨¦sima noticia de corrupci¨®n, otra foto de exministro detenido, la certidumbre del saqueo p¨²blico por una especie de hampa empotrada en la pol¨ªtica. Ese hundimiento en el bochorno, esa sensaci¨®n de Estado de desverg¨¹enza. Pod¨ªa ser por la incapacidad de resolver un conflicto pol¨ªtico, como es el de Catalu?a por el arte de la pol¨ªtica y no de la permanente acometida. Pasolini escribi¨®, poco antes de morir, un art¨ªculo genial titulado Yo s¨¦, en relaci¨®n con los problemas de Italia. Por atrevido que parezca, podemos parafrasearlo y afirmar que hay una soluci¨®n para Catalu?a sin que se empobrezca la democracia ni se rompa Espa?a: sin c¨¢rcel y sin exilio, sin declaraciones unilaterales y pol¨ªticas sectarias. Dialogando sin acometer. Lo sabemos y ya lo sab¨ªa Sancho Panza: ¡°Tiempos hay de acometer, y tiempos de retirar, y no ha de ser todo Santiago y cierra Espa?a¡±.
Lo que me hace llorar de risa y re¨ªr de pena es un libro titulado Peque?o pa¨ªs. Es la primera novela, editada en Espa?a por Salamandra, de un joven m¨²sico llamado Ga?l Faye, nacido en Burundi, en 1982, de madre ruandesa y padre franc¨¦s.
El pr¨®logo es por s¨ª solo una lecci¨®n universal. Ga?l, Gabriel, pregunta a su padre por la causa de la guerra entre hutus y los tutsis. Van repasando las posibles motivaciones. No hay nada que pueda explicar semejante animadversi¨®n.
¡ªEntonces¡, ?por qu¨¦ est¨¢n en guerra? ¡ªpregunta el ni?o.
¡ªPorque no tienen la misma nariz.
Y Ga?l escribe: ¡°La conversaci¨®n se detuvo ah¨ª. De veras que aquel asunto era muy extra?o. Creo que pap¨¢ tampoco lo entend¨ªa muy bien. A partir de aquel d¨ªa, empec¨¦ a fijarme en la nariz y en la estatura de la gente por la calle¡±. Cuenta c¨®mo los compa?eros en la clase comenzaron a observarse las narices y a acusarse de hutus o tutsis. Y cuando proyectaron la pel¨ªcula Cyrano de Bergerac, alguien grit¨® en la sala: ¡°Mirad, con esa nariz, es un tutsi¡±.
Y el ni?o Ga?l llega a una conclusi¨®n demoledora: ¡°Algo diferente flotaba en el aire. Tuvieras la nariz que tuvieras, pod¨ªas olerlo¡±.
As¨ª que la producci¨®n del enemigo puede comenzar por una nariz. El problema, claro, no son las narices. El problema est¨¢ en esa voluntad de quienes necesitan crear un enemigo para ocupar el poder e imponer una sociedad uniforme. Y si no encuentran el enemigo, lo inventan. Les basta con una nariz. Lo m¨¢s frecuente es convertir la idea del otro, del diferente, en una enfermedad. As¨ª ocurri¨® en la Espa?a franquista, cuando se cre¨® un gabinete psiqui¨¢trico militar para efectuar experimentos sobre presos con el fin de identificar los ¡°genes rojos¡±. La detecci¨®n de estos ¡°genes¡± permitir¨ªa ¡°la segregaci¨®n total de estos sujetos desde la infancia y podr¨ªa liberar a la sociedad de plaga tan terrible¡±. Es evidente que quienes estaban locos de atar eran esos psiquiatras.
En nuestra historia hemos sufrido ya un exceso de producci¨®n de odio. Si hay pol¨ªticos que para afirmarse necesitan un enemigo, que se miren al espejo.
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