Ponemos a un periodista a decir la verdad sin filtros durante una semana y esto es lo que pasa
Pedimos a los dem¨¢s que vayan de cara pero, ?estamos preparados para escuchar lo que piensan de verdad?
Solt¨¦ mi ¨²ltima mentira hace una semana, y la receptora fue mi hija mayor, de ocho a?os. Empe?ado en que se haga hincha del equipo de f¨²tbol que los Bargue?o venimos siguiendo desde hace tres generaciones (ella ser¨ªa la cuarta), le espet¨¦ que el equipo rival siempre gana haciendo trampas. Admit¨ª la falsedad al instante: no siempre gana. Y a veces gana limpiamente (por lo menos dentro del terreno de juego).
El caso es que la ni?a se lo ha grabado a fuego y lo repite sin tregua a compa?eros, profesores y familiares, muchos de ellos del otro equipo. Es el tipo de mentiras ¡ªmentirijillas¡ª que puede salir de mi boca alguna vez. Esa fue la ¨²ltima: justo despu¨¦s me propuse decir solo la verdad durante una semana, cayera quien cayera. No verdades a medias, ni silencios o elipsis por respuesta: la verdad.
Las personas mentimos, de media, 1,6 veces al d¨ªa. Lo asegura un estudio de la Universidad P¨²blica de Michigan (EE UU) realizado sobre una muestra de mil adultos estadounidenses. Claro que, a?ade, el reparto de trolas no es equitativo: parece que el 41% acapara la mayor¨ªa de embustes mientras el resto miente de forma ocasional. Mentimos para gustar y mostrarnos competentes, postula un estudio del psic¨®logo Robert S. Feldman, de la Universidad de Massachussets (EE UU). Y eso que, cuantas menos mentiras digamos, mejor nos sentiremos f¨ªsica y mentalmente y mejores ser¨¢n nuestras relaciones, de acuerdo con una investigaci¨®n de la Universidad de Notre Dame (Indiana, EE UU).
"Decir la verdad es saludable y coherente, pero mentir est¨¢ dentro de nuestra naturaleza", dice Juan Castilla, psic¨®logo cl¨ªnico especializado en inteligencia emocional y psicolog¨ªa positiva. "En los tests de selecci¨®n de personal una de las preguntas de control es: '?Has mentido alguna vez en tu vida?'. Si dices que no, se desprende que no eres fiable, porque todos mentimos".
Las verdades crudas que he soltado esta semana
Pedimos a los dem¨¢s constantemente que vayan de frente, de cara, y quiero saber si es posible, empezando por m¨ª mismo. Coincido con un colega de profesi¨®n que hac¨ªa tiempo que no ve¨ªa y a quien encuentro m¨¢s rellenito. "?No me ves m¨¢s delgado?", me pregunta. Todo franqueza, le digo: "No. Te veo m¨¢s gordo, de hecho". Mueca de dolor.
En d¨ªas sucesivos, cuando el camarero del restaurante me pregunta si no me ha gustado el salmorejo, intacto en mi mesa, le digo que tiene tanta sal que parece mentira que no sea blanco en vez de naranja; cuando mi madre me pide que vaya a visitarla le digo que no me apetece; cuando me invitan a una presentaci¨®n a la que no quiero asistir alego que habr¨¢ gente que no quiero encontrarme. Y sigo as¨ª hasta que consigo reducir mi reputaci¨®n a escombros.
Se puede ser sincero sin resultar duro, sostiene la Psicolog¨ªa. "Nuestra mejor herramienta es la comunicaci¨®n. En determinados estados emocionales se gana en visceralidad. Y un mismo fondo con distintas formas provoca en el otro reacciones distintas", dice Juan Castilla. A m¨ª madre a¨²n no se le ha pasado el disgusto.
Hay que diferenciar entre sinceridad y sincericidio
La cuesti¨®n es: ?estamos preparados, como individuos y como sociedad, a ir por la vida descerrajando verdades a diestro y siniestro? "No podemos enfrentarnos a una dosis tan alta de sinceridad", opina Manuel Nevado, doctor en Psicolog¨ªa cl¨ªnica y miembro del Colegio Oficial de Psic¨®logos de Madrid. "Hay que diferenciar entre sinceridad y sincericidio. Puede que las personas que nos rodean, o nosotros mismos, no estemos preparados para asumir sinceridad a raudales. ?Est¨¢ preparada una persona para aceptar que su pareja desea a otro hombre u otra mujer? ?O lo que quiere o¨ªr es que quiere estar solo con ella? Cada uno de nosotros merece el derecho de tener sus propios anhelos y esa parte es fundamental para preservar la convivencia".
Otro d¨ªa, un amigo me lleva a un restaurante donde "se come de maravilla". Cuando nos traen el caf¨¦ me pregunta: "?A que se come bien?". Me lanzo en tromba: "El gazpacho estaba ins¨ªpido; el pollo, ahogado en salsa; y el caf¨¦ me va a hacer ir disparado al ba?o". Se muestra conciliador: "La verdad es que la otra vez que estuve estaba mejor¡".
Hacia el final de semana organizo una cena en casa con amigos, y uno se ha molestado en traerme un regalo: un libro de un autor que detesto. Se lo digo en esos t¨¦rminos, a lo que ¨¦l responde ofreci¨¦ndome, cabizbajo, el tique regalo. No soy as¨ª: lo usual es que acepte el obsequio con una sonrisa y musite que me ha encantado, aunque al d¨ªa siguiente vaya a cambiarlo. ?l se siente fatal, yo me siento fatal. En esta clase de situaciones, "conviene ser asertivo y decir: 'Much¨ªsimas gracias, me ha encantado el detalle que has tenido, pero este regalo no concuerda con mis gustos, aunque igualmente te lo agradezco", aconseja Manuel Nevado.
Los griegos, de los que menos mienten
En algunos pa¨ªses del norte de Europa y en Canad¨¢, por ejemplo, si llamas para decir que no vas a acudir a una cena "porque no te apetece" nadie se lo toma a mal; les parece de lo m¨¢s natural. En Espa?a nos buscar¨ªamos una excusa. ?Existe un factor cultural? El doctor David Hugh-Jones, de la Universidad de Aglia del Este (Reino Unido), cree que s¨ª. Se propuso averiguar el grado de sinceridad de ciudadanos de 15 pa¨ªses. Una de las pruebas consisti¨® en pedirles que lanzaran en secreto una moneda al aire y dijeran si hab¨ªa salido cara o cruz; si reportaban que hab¨ªa salido cara recib¨ªan un incentivo econ¨®mico. Cuando en un pa¨ªs el porcentaje de caras superaba el 50%, es que ah¨ª hab¨ªa gato encerrado.
Otra prueba se basaba en un test sobre conocimientos musicales: si acertaban todas las preguntas, sin consultar ninguna fuente, tendr¨ªan una recompensa econ¨®mica; algunas eran tan dif¨ªciles (?En qu¨¦ a?o naci¨® Debussy? ?Cu¨¢ntas v¨¢lvulas tiene una trompeta?) que un alto n¨²mero de respuestas correctas implicaba haber tirado de Wikipedia. Result¨® que los habitantes de China, Jap¨®n, Corea del Sur y la India eran los ¡°menos honestos¡±, mientras que los de Grecia fueron de los m¨¢s sinceros. A modo de explicaci¨®n, Hugh-Jones sugiri¨® que a menor prosperidad econ¨®mica del pa¨ªs, mayor honestidad de sus s¨²bditos.
"El car¨¢cter latino es m¨¢s social, vivimos m¨¢s en comunidad, necesitamos m¨¢s la aprobaci¨®n social y existe una especie de compromiso social, que te obliga a hacer cosas aunque no te apetezcan", se?ala Manuel Nevado. "Cuando te invitan a una boda a la que no quieres ir, o terminas asistiendo o te inventas algo. Lo de inventarse algo es muy espa?ol. En los pa¨ªses n¨®rdicos y anglosajones la gente tiende a ser m¨¢s directa".
?Nos ayudan las mentiras en redes sociales a ganar 'likes'?
En estos d¨ªas, las nuevas tecnolog¨ªas invitan a mentir. Sacar partido a las redes sociales conlleva en muchas ocasiones maquillar la verdad. En Instagram somos capaces de convertir una hamburguesa grasienta en un manjar gourmet. PhotoShop nos borra arrugas y manchas de la piel. Sospechamos que demasiada sinceridad se penaliza (con menos 'likes').
"Existe un concepto que es la deseabilidad social: somos seres sociales y necesitamos la aprobaci¨®n de los dem¨¢s, porque nos hace sentirnos pertenecientes a un grupo. Intentamos dar nuestra mejor versi¨®n, y decoramos la realidad. Las personas que necesitan tanto de eso lo que est¨¢n demostrando es una necesidad de aprobaci¨®n que puede estar relacionada con problemas de autoestima", dice Castilla. El experto nos recuerda que algunos, en Meetic, llegan a poner no una foto suya de hace a?os, sino la de un amigo. "La primera impresi¨®n es desastrosa, pues parte de una gran mentira", afirma.
Durante toda esta semana de sinceridad no me he sacado de la cabeza el recuerdo de la secretaria de un jefe que tuve. Ella era testigo de Jehov¨¢, y no pod¨ªa mentir. As¨ª que cuando el jefe le ped¨ªa que no le pasara llamadas y alguien telefoneaba preguntando por ¨¦l, la asistente posaba la vista en la ventana m¨¢s pr¨®xima y respond¨ªa: "Ahora mismo no lo veo". M¨¢s sinceridad, imposible.
Cuando somos sinceros... y estamos mintiendo
En ocasiones, sobre todo cuando evocamos eventos del pasado, no es raro dar por buenos hechos que en realidad no ocurrieron o sucedieron de otra forma.
El psic¨®logo cl¨ªnico Juan Castilla pone como ejemplo las autobiograf¨ªas: "A veces, con el paso del tiempo creamos realidades complementarias que creemos que son verdad. En las autobiograf¨ªas est¨¢ demostrado que hay una fabulaci¨®n. Intentamos que las situaciones que vivimos no nos produzcan dolor y las vamos moldeando para que no nos produzcan disonancia cognitiva: que no haya desequilibrio entre lo que vives, sientes y piensas. Pero otras personas que han vivido esa situaci¨®n saben que no ha sido as¨ª. No es una mentira consciente, pero objetivamente hay una transformaci¨®n".
Algunos mentirosos compulsivos terminan crey¨¦ndose sus propios bulos, de modo que al final piensan que est¨¢n contando la verdad. "A fuerza de repetir algo una y mil veces pueden generar un delirio y creerse ese hecho inventado", apunta Manuel Nevado.
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