Nostalgias del primitivismo
Es asombroso que ahora haya tantas personas dedicadas a poner en cuesti¨®n las vacunas y resueltas a no administr¨¢rselas a sus criaturas.
PALOMA VARELA ORTEGA, que siendo ella muy joven y yo adolescente me dio clases en el colegio, me env¨ªa unas cuantas postales escritas por mi madre a la suya a lo largo de varios veranos. La m¨¢s antigua (destinada a su abuelo Don Jos¨¦, de hecho) es de 1955, la m¨¢s reciente de 1960. Son postales de peque?o tama?o y en blanco y negro, casi siempre con motivo de felicitarle mi madre el santo a la suya, as¨ª que cuentan poco. En 1956, sin embargo, le dice Lolita a Soledad: ¡°Pensamos con pena en tu d¨ªa de la Virgen y en el otro que pasaste aqu¨ª sin la ni?a ya, pero con tu padre. Deseo que Palomita tenga alegr¨ªa y que eso te ayude a ti. Nos dan mucha tristeza los rincones sorianos llenos de recuerdos¡±. Las dos mujeres hab¨ªan perdido, respectivamente, un hijo y una hija peque?os. Un a?o m¨¢s tarde le dice: ¡°Te deseamos ma?ana un d¨ªa con felicidad, junto a las penas¡±. Los textos son tan breves que lo m¨¢s destacable sea quiz¨¢ la menci¨®n, un par de veces, de un collar que al parecer mi padre le hab¨ªa tra¨ªdo a Soledad de Nueva York. En un post scriptum ¨¦l le anuncia: ¡°Tu collar va de camino; como ver¨¢s, te da tres vueltas. Pendientes que igualaran no encontr¨¦¡±. Y m¨¢s adelante Lolita y Juli¨¢n insisten en que se trata de un m¨ªnimo, modest¨ªsimo regalo; supongo que Soledad se ofrec¨ªa a pagarlo, o que acaso era un encargo suyo. En esos a?os mis padres no ten¨ªan una perra, as¨ª que me imagino que en efecto era modesto.
En una cartita, fechada el 3 de agosto de 1958, mi madre explica: ¡°No me cogieron aqu¨ª los fr¨ªos: la temperatura y una leve varicela de ?lvaro¡± (mi hermano peque?o) ¡°me retuvieron en Madrid hasta el d¨ªa 13. Pronto me met¨ª en la varicela doble ¡ªfuerte y muy fuerte¡ª de Fernando y Xavier¡± (mi hermano inmediatamente mayor y yo mismo, que me llam¨¦ con X largos a?os). ¡°Ya est¨¢n completamente bien y Juli¨¢n de vuelta¡±. Y aqu¨ª, claro, me ha acudido el recuerdo. Me he visto guardando cama durante un mont¨®n de d¨ªas, o a m¨ª se me hicieron eternos, en la habitaci¨®n que compart¨ªamos en los veranos de Soria. En efecto, Fernando y yo la padecimos al mismo tiempo, ¨¦l con menos de nueve a?os y yo con menos de siete (m¨¢s aguda, me entero ahora). El picor era insoportable, pero est¨¢bamos bien advertidos de que no pod¨ªamos rascarnos, ni siquiera tocarnos, las feas ves¨ªculas repartidas por el cuerpo. Algo deb¨ª de toc¨¢rmelas, porque, aunque feas, s¨¦ que eran lisas y suaves al tacto. Supongo que por entonces no hab¨ªa a¨²n vacuna. S¨ª la habr¨ªa para la mucho m¨¢s peligrosa viruela, pariente suya, porque no sent¨ªamos su amenaza. No mucho antes no la habr¨ªa para la poliomielitis, porque durante el curso 1954-55, que pasamos en New Haven (mi padre iba de un lado a otro para ganar lo que el r¨¦gimen de Franco le hab¨ªa prohibido ganar en Espa?a), mi madre no quiso que fu¨¦ramos all¨ª al colegio, por temor al contagio.
Esos padres no s¨®lo desprotegen a sus hijos contra buena cantidad de enfermedades para las que hoy hay prevenci¨®n y remedio, sino que ponen en peligro a los dem¨¢s cr¨ªos
Es asombroso que ahora haya tantas personas ¡ªuna corriente de irresponsables que rayan en la criminalidad¡ª dedicadas a poner en cuesti¨®n las vacunas, y resueltas, en muchos casos, a no administr¨¢rselas a sus criaturas. Sin el menor fundamento, hay individuos ¡°influyentes¡± ¡ª actores y gente por el estilo, sin ninguna autoridad en la materia¡ª que han lanzado una campa?a aseverando no s¨®lo la inutilidad de las vacunas, sino denunciando sus perjuicios¡ para la salud, santo cielo. Y como toda necedad y toda superstici¨®n tienen hoy eco y prosperan, hay una legi¨®n de tontos ¡°naturales¡± que les hacen caso. El resultado de esta moda no puede ser m¨¢s desastroso, porque esos padres no s¨®lo desprotegen a sus hijos contra buena cantidad de enfermedades para las que hoy hay prevenci¨®n y remedio, sino que ponen en peligro a los dem¨¢s cr¨ªos (a los dem¨¢s no vacunados, pero el mundo es ancho). Y a¨²n es m¨¢s: est¨¢n reapareciendo dolencias que se daban ya por casi extinguidas. Hace nada ha habido en Europa un brote de sarampi¨®n incomparable con el de anteriores a?os. Los ni?os de mi ¨¦poca cont¨¢bamos, si la memoria no me falla, con que deb¨ªamos ¡°pasar¡± casi por fuerza (y cuanto antes mejor) tres o cuatro enfermedades no graves: el sarampi¨®n, la rubeola, las paperas y la comentada varicela. Pero ya ¨¦ramos inmunes a la mayor¨ªa de las m¨¢s graves. Las muertes por viruela (que no era de las obligadamente funestas) se cuentan por millares a lo largo de la historia, no digamos las causadas por las m¨¢s malignas. Mi abuela, de la que habl¨¦ aqu¨ª hace poco, dio a luz a once v¨¢stagos, de los que dos murieron peque?os y otros dos muy j¨®venes (bien es verdad que a uno de ¨¦stos le pegaron un tiro en la sien, por nada, los chequistas madrile?os del asesino Agapito Garc¨ªa Atadell, a los dieciocho a?os). Durante siglos y siglos las proles eran diezmadas, la mortandad era espantosa entre ni?os y j¨®venes. Hoy est¨¢ espectacularmente reducida, pero como cada vez hay m¨¢s sujetos deseosos de regresar al medievo en todos los aspectos, y proliferan las imbecilizadas nostalgias del primitivismo m¨¢s aciago, se ataca uno de los mejores inventos de la humanidad y se prescinde de sus beneficios. Quienes rechazan las vacunas propagan y resucitan las enfermedades, lo cual no deber¨ªa estarles permitido en nuestra sociedad tan sanitaria.
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