Menstruar entre mitos y tab¨²es
A lo largo de la historia, pr¨¢cticas sociales, culturales y religiosas han transformado el proceso natural del periodo en una fuente de enfermedad, desigualdad y exclusi¨®n
El 52% de la poblaci¨®n femenina en el mundo o, el 26% del total de los que habitamos este planeta, est¨¢ en edad reproductiva. Siendo el periodo parte del ciclo de vida humana, la mayor¨ªa de estas mujeres y ni?as menstr¨²an cada mes entre dos y siete d¨ªas. Sin embargo, a lo largo de la historia, pr¨¢cticas sociales, culturales y religiosas han transformado este proceso natural en una fuente de enfermedad, desigualdad y exclusi¨®n debido a su mal manejo, particularmente en lo relativo a la higiene.
Estos mitos y tab¨²es, a menudo asociados a conceptos tradicionales tintados de verg¨¹enza o incluso a fuerzas malignas sobrenaturales, que rodean la reproducci¨®n sexual son una constante en pr¨¢cticamente todas las civilizaciones. En el Antiguo Egipto por ejemplo, el flujo menstrual era utilizado en ritos de brujer¨ªa y tratamientos m¨¦dicos. Los productos higi¨¦nicos de tiempos fara¨®nicos eran igualmente sospechosos: uno de los primeros registros de un tamp¨®n data del siglo XV a. C. Estaba hecho de papiro (textura similar a la de un c¨¢?amo) e iba empapado con las aguas del Nilo (fuente de vida y receptor de todos los residuos no tratados del imperio), aunque no contamos con mucha m¨¢s informaci¨®n sobre su uso.
Recientemente, se conoce un poco mejor lo que ocurre en pa¨ªses como Nepal, donde hay mujeres y ni?as que se ven privadas de residir en su hogar una vez al mes a causa de la aversi¨®n cultural a la regla. Pero hacemos frente a un problema que no tiene fronteras: actualmente, en Am¨¦rica Latina y el Caribe mujeres y ni?as son v¨ªctimas de normas sociales y culturales que les impiden potenciar las oportunidades de desarrollo a las cuales ellas deber¨ªan de acceder si as¨ª lo desean. Por ejemplo, en algunas comunidades, cuando est¨¢n menstruando, se les dice de no ba?arse por razones de salud, cuando justamente es imprescindible poder mantener una higiene adecuada para evitar enfermedades que pueden llegar a producirse.
?A qu¨¦ nos referimos cuando hablamos de higiene menstrual o femenina adecuada? A que las mujeres y ni?as que est¨¢n menstruando tengan la posibilidad de utilizar productos higi¨¦nicos seguros para absorber o recolectar el sangrado vaginal, cuenten con facilidades sanitarias que ofrezcan privacidad, cuantas veces fuese necesario durante el per¨ªodo menstrual, usando jab¨®n y agua para lavarse ¡ªlas manos, el cuerpo, su ropa y/o productos higi¨¦nicos reusables¡ª y puedan disponer adecuadamente de sus residuos.
Desde la perspectiva del derecho humano al agua y saneamiento, toda mujer o ni?a menstruando debe de tener acceso a un espacio seguro, limpio y privado para poder manejar su per¨ªodo con dignidad. Esto incluye el hogar as¨ª como los establecimientos laborales, educativos o de esparcimiento; y contribuye al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En efecto, la matr¨ªcula escolar de las ni?as se incrementa un 15% cuando las comunidades cuentan con acceso a agua y saneamiento.
Los mitos y tab¨²es asociados a conceptos que rodean la reproducci¨®n sexual son una constante en pr¨¢cticamente todas las civilizaciones
Concentr¨¢ndonos en las acciones posibles en educaci¨®n sobre agua, saneamiento e higiene en las escuelas, vemos que junto a la dotaci¨®n de los centros educativos de acceso a servicios equitativos y sostenibles, se deben incorporar componentes de educaci¨®n sobre higiene general y femenina. Toda intervenci¨®n debe de ser culturalmente adaptada para favorecer la adopci¨®n de comportamientos adecuados tanto en los estudiantes como en los docentes y dem¨¢s profesionales de los centros, independientemente del g¨¦nero.
En ese sentido, contar con una fuente de agua segura en las escuelas es esencial para crear un entorno propicio para la promoci¨®n de buenas pr¨¢cticas de higiene femenina. Idealmente, todas las unidades sanitarias deber¨ªan de contar con alg¨²n tipo de acceso de agua, sea una llave o un recipiente rellenado peri¨®dicamente.
Desafortunadamente, m¨¢s de la mitad de las escuelas en pa¨ªses de media o baja renta no cuentan con suficientes instalaciones sanitarias para las estudiantes o sus ense?antes; y en caso de que haya alguna, esta es limitado tanto en n¨²mero como en calidad, adem¨¢s de insegura por falta de agua, separaci¨®n de los cuartos de ba?o o facilidades de disposici¨®n de residuos. Las ni?as pueden entonces ser sujeto de burla si se manchan, o de acoso si no pueden gestionar su higiene ¨ªntimamente, lo cual explica que algunas opten por la deserci¨®n escolar.
Y muy poco sabemos sobre el acceso de las ni?as y docentes, a un suministro de productos higi¨¦nicos apropiados y asequibles, sobre todo en comunidades remotas, vulnerables o marginalizadas. En estos casos, ya sea por limitaciones econ¨®micas o socioculturales (verg¨¹enza o falta de costumbre), las mujeres y ni?as se ven obligadas utilizar trapos, papel, hojas, paja o cenizas; y esto acoplado a la falta acceso a agua y saneamiento o servicios de mala calidad, pone en riesgo su bienestar.
Gracias a la valent¨ªa y perseverancia de algunos individuos y organizaciones, la higiene menstrual ha tomado relevancia en la agenda internacional, contribuyendo a m¨¢s y mejores pol¨ªticas y conocimiento que conllevan a pr¨¢cticas de higiene sin prejuicios sobre la menstruaci¨®n. Ahora bien, 2.000 a?os despu¨¦s, puede que tengamos tampones m¨¢s suaves y absorbentes que Cleopatra, pero a¨²n queda mucho por hacer. Al tratarse de una responsabilidad compartida entre hombres y mujeres, todos debemos seguir rompiendo mitos y tab¨²es para un mundo m¨¢s igualitario e inclusivo.
Anamar¨ªa N¨²?ezes responsable de comunicaci¨®n de la divisi¨®n de agua y saneamiento del Banco Interamericano de Desarrollo. Ilustraciones de Luc¨ªa Franco, Adriana Loeff, Anamar¨ªa N¨²?ez y Jovana Garz¨®n Lasso.
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