Resistir
Cualquier otro en su lugar habr¨ªa dimitido antes de ser expulsado de su cargo, pero ¨¦l no
El 19 de enero de 2002, Mariano Rajoy Brey, a la saz¨®n ministro del Interior del Gobierno de Espa?a, llev¨® a hombros junto a otros dos compa?eros de gabinete y algunas otras autoridades, prueba de la heterodoxia del muerto, el cad¨¢ver de Camilo Jos¨¦ Cela hasta su tumba. Quiz¨¢ fue en ese momento cuando el hasta ayer presidente del Gobierno espa?ol, gallego como el premio Nobel, determin¨® hacer suyo el lema de este, convencido de que la vida le hab¨ªa dado la raz¨®n: el que resiste, gana.
Si fue as¨ª como ocurri¨® Rajoy nunca lo dir¨¢, pero su comportamiento a partir de entonces fue la demostraci¨®n de que Cela y ¨¦l compart¨ªan, adem¨¢s del origen y la ideolog¨ªa, la misma idea del ¨¦xito. Resistir, resistir a toda costa, tenga o no tenga sentido, tengas o no razones para ello, es la estrategia a seguir. Resistir por encima de todo es el objetivo, lo de menos es para qu¨¦. Y es que llega un momento en el que la victoria es eso: la supervivencia misma.
Con esa idea en la cabeza Rajoy se convirti¨® en una especie de Terminator que sobreviv¨ªa a todos los ataques tanto de dentro como de fuera de su partido como si fuera de otro planeta. Con la corrupci¨®n a la altura del pecho, los catalanes echados al monte, su partido acorralado por los jueces y un mont¨®n de esc¨¢ndalos de todo tipo por cualquiera de los cuales cualquier primer ministro europeo habr¨ªa dimitido al instante, Mariano Rajoy ha resistido hasta ayer al frente de su Gobierno como esos seres indestructibles a los que es imposible abatir por mucho que se les dispare porque no son de este mundo. Desde hace tiempo daba la sensaci¨®n, adem¨¢s, de que todo le daba ya igual, de que ni sent¨ªa ni padec¨ªa y de que lo ¨²nico que le importaba era seguir al frente de este pa¨ªs aunque no supiera qu¨¦ hacer con ¨¦l. Desde hace tiempo para Rajoy la supervivencia era un objetivo en s¨ª, el ¨²nico que persegu¨ªa ya como qued¨® demostrado ayer en el debate de la moci¨®n de censura en su contra.
Cualquier otro en su lugar habr¨ªa dimitido antes de ser expulsado de su cargo, pero ¨¦l no. ?l resisti¨® hasta el final obcecado en su testarudez, incapaz de rendirse a las evidencias, convencido de que al final ganar¨ªa otra vez como en tantas otras anteriores. Pero ayer no ocurri¨® as¨ª y ahora lo llevan a hombros hacia la tumba sus enemigos como ¨¦l hiciera con Cela, solo que en su caso, en vida. Mientras lo llevan seguramente va pensando que ha ganado y que la realidad, como siempre, est¨¢ equivocada, no ¨¦l.
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