La familia que proyect¨® la mansi¨®n de Brad Pitt en la Provenza
La familia Lafourcade lleva medio siglo restaurando edificios hist¨®ricos y convirti¨¦ndolos en mansiones, hoteles o propiedades vin¨ªcolas
Ligures, griegos, romanos, v¨¢ndalos y visigodos. Picasso y Matisse, C¨¦zanne y Cocteau. Lawrence Durrel y Marcel Pagnol y, al final del camino, Peter Mayle. Ni los sucesivos pueblos moradores o invasores, ni los genios de la pintura en busca de la luz, ni los escritores en busca de inspiraci¨®n o descanso, ni el inolvidable autor brit¨¢nico de Un a?o en Provenza (fallecido el pasado enero) se equivocaban. Y el para¨ªso escondido permanece. Ser¨¢ por el mistral entre los pinos, ser¨¢ por el canto de la cigarra, ser¨¢ por los embriagadores campos de lavanda, por el peso de la Historia o, qui¨¦n sabe, por las generosas dosis de Pastis a la hora del aperitivo en cualquier terraza¡ el caso es que eso tan intraducible del franc¨¦s aunque tan transparente como es la douceur de vivre sigue atrayendo como un im¨¢n a quienes pueden. A quienes pueden pagarse una casa en la Provenza.
Los Lafourcade, una familia de profesionales autodidactas afincada en el precioso pueblecito de Saint-R¨¦my de Provence, llevan medio siglo trabajando sobre la base de esa ilusi¨®n y de esa ambici¨®n: la de los adinerados, muy adinerados e incluso interminablemente adinerados de este mundo que ¨Cprocedentes de muchos lugares pero sobre todo de Estados Unidos, Reino Unido e Italia- buscan y encuentran refugio en el discreto estilo de vida provenzal. Bastidas y mas¨ªas de piedra de Les Baux, castillos desvencijados, abad¨ªas del siglo XIII y propiedades vitivin¨ªcolas en desuso son sucesivamente estudiadas, apuntaladas, rehabilitadas y decoradas por este clan de artesanos-empresarios cuyo ¨²nico lema parece sencillo: procurar, a los que pueden pagarlo, un para¨ªso en la tierra.
Saint-R¨¦my, M¨¦nerbes, Bonnieux, Salon, Eygali¨¨res, Lourmarin, Lauris, Les Baux de Provece¡ son otros tantos enclaves incrustados en la comarca del Lub¨¦ron o en el Parque Nacional de Les Alpilles donde esta empresa familiar hace resucitar edificios y jardines que el paso del tiempo parec¨ªa haber dado por muertos. Han transcurrido cuatro d¨¦cadas desde que Bruno Lafourcade, el patriarca familiar, instal¨® su estudio de arquitectura y restauraci¨®n de edificios hist¨®ricos en Saint-R¨¦my. No era arquitecto. Tampoco restaurador. Ni siquiera delineante. Pero ten¨ªa ojo y ganas de trabajar. En 1970 recibi¨® el Premio Nacional de Restauraci¨®n del Ministerio de Cultura frac¨¦s por la rehabilitaci¨®n de una cartuja del siglo XVII en la regi¨®n del P¨¦rigord. Los primeros ¨¦xitos le brindaron pronto un carnet de baile repleto de empresarios millonarios, estrellas del cine y dem¨¢s cazadores de privacidad en un lugar bendecido por el sol, la naturaleza y la buena comida.
Potentados de Estados Unidos, Reino Unido o Italia buscan refugio en la discreci¨®n de la Provenza menos conocida y expuesta
Siete a?os despu¨¦s, Bruno Lafourcade y su esposa Dominique se instalaron en una antigua f¨¢brica de cemento en Saint-R¨¦my de Provence, el mismo pueblo en el que vivi¨® durante a?os la princesa Carolina de M¨®naco. El visionario y hecho-a-s¨ª-mismo empresario franc¨¦s muri¨® de forma repentina a comienzos de 2016, obligando a su hijo Alexandre ¨Centonces de 30 a?os- a asumir el mando del negocio familiar. Hoy, la cartera de encargos engorda sin parar y apenas pueden atender las ofertas que les hacen los responsables de las principales agencias inmobiliarias francesas o internacionales.
¡°Nuestra clientela suele ser gente del mundo de las finanzas con un alto poder econ¨®mico pero deseosa de llevar una vida bastante discreta en compa?¨ªa de sus familias¡±, explica Alexandre Lafourcade, ¡°no se compran una mansi¨®n porque esto sea la Provenza y haya que tener una mansi¨®n en la Provenza, al rev¨¦s de ciertos famosos que s¨ª se compran casas en Saint-Tropez porque hay que tener una casa en Saint-Tropez, supongo que me entiende. Y desde luego, la nuestra es una clientela bastante m¨¢s f¨¢cil de llevar que algunas celebrities. Nuestra empresa no es precisamente muy show-business¡±.
Eso no quita para que uno de sus m¨¢s recientes, exigentes y pudientes clientes se llame Brad Pitt. El joven empresario lo recuerda as¨ª: ¡°Brad quiso estar presente en casi todas las reuniones en nuestro estudio, tom¨® parte en el dise?o de los planos, aportaba ideas sin parar y ten¨ªa muy claro lo que quer¨ªa; le ayudaban sus conocimientos de arquitectura, de decoraci¨®n y de arte¡±. En cualquier caso, quiere dejar clara su posici¨®n, fruto del trabajo bien hecho y de una intensa red de relaciones: ¡°Nosotros ya no buscamos a nuestros clientes, son los clientes quienes nos contactan, directamente o a trav¨¦s de grandes agencias inmobiliarias que tienen en su cartera edificios que quieren vender y para los que son necesarias grandes reformas¡±, explica.
El ¨²ltimo proyecto de rehabilitaci¨®n puesto en pie es el del Ch?teau de Berne. Se trata de un castillo sin demasiada relevancia arquitect¨®nica, construido a principios del siglo XX ¨Caunque sus or¨ªgenes se remontan a la ¨¦poca romana- y que forma parte de una vast¨ªsima finca propiedad de un empresario brit¨¢nico que incluye un hotel de lujo, una propiedad vitivin¨ªcola y una residencia particular. Los due?os buscaban un refugio en el que poder residir una parte del a?o y recibir all¨ª a sus mejores amigos en un entorno privilegiado, fuera del propio establecimiento hotelero.
Brad Pitt fue cliente de Lafourcade. Aport¨® ideas sin parar y lleg¨® a participar en el dise?o de los planos de su nueva casa
Hay muchos lugares as¨ª en la Provenza para quien pueda permit¨ªrselos y sepa dar con ellos. ¡°Existe un hedonismo espec¨ªficamente provenzal, cierta forma de vida espec¨ªfica de aqu¨ª¡±, asegura Alexandre Lafourcade, y a?ade: ¡°Lo bueno es que, por lo general, a la gente que se compra estas casas le gusta formar parte de esa forma de vida, van a los pueblos, se mezclan con sus habitantes, juegan el juego de la vida local, no quieren adaptar sus diferentes culturas aqu¨ª, sino que quieren adaptarse a la cultura de aqu¨ª¡±.
Los equipos que trabajaron en la restauraci¨®n y acondicionamiento del Ch?teau de Berne lo transformaron todo de arriba a abajo. Techos, suelos, tejados, muros¡ todo ello en un plazo de ocho meses para una restauraci¨®n que los Lafourcade consideran ¡°fara¨®nica¡± y t¨¦cnicamente muy complicada. ¡°Lo m¨¢s dif¨ªcil en este tipo de trabajos es preservar el esp¨ªritu del edificio, simplificar la circulaci¨®n en el interior e introducir la mejor tecnolog¨ªa posible al servicio de lo antiguo. Desde luego no es f¨¢cil, porque no se trata precisamente de edificios pensados para acoger una gran instalaci¨®n de aire acondicionado, o de ventilaci¨®n, o de suelos radiantes¡¡±. Adem¨¢s, el proyecto de Berne inclu¨ªa la recuperaci¨®n de los antiguos vi?edos, rescatando as¨ª una tradici¨®n que se remontaba al siglo XIII, cuando los monjes cistercienses a las ¨®rdenes de Bernard de Clairvaux trabajaban intensivamente la vid.
La familia Lafourcade ha puesto sus manos en edificios hist¨®ricos de todo tipo y condici¨®n que transforma en mansiones particulares, hoteles de lujo, bodegas, spas¡ siempre con los mejores artesanos ¨Ccanteros, herreros, ebanistas, carpinteros, alba?iles, cristaleros¡- y echando mano de los mejores materiales posibles. Pero un punto y aparte en todas sus realizaciones es el paisajismo. De ello se encarga personalmente Dominique Lafourcade, viuda de Bruno y madre de Alexandre, paisajista autodidacta, adem¨¢s de poeta y dise?adora de muebles, etiquetas de vino y unas incre¨ªbles y gigantescas l¨¢mparas elaboradas con botellas de agua mineral. ¡°Un jard¨ªn es la prolongaci¨®n de una casa, y as¨ª hay que contemplarlo. No es sencillo: a veces hay que poner en valor elementos que est¨¢n a la vista y destacarlos¡ otras veces hay que esconderlos, disimularlos porque no son interesantes¡¡±, cuenta esta mujer de aire juvenil que ha superado los 80 y viste vaqueros y sombreros de paja. Paisajismo, ?arte o matem¨¢tica? Le N?tre y Russel Page, ?creadores o delineantes de naturaleza? Ni una cosa ni la otra o, mejor, las dos al tiempo, seg¨²n ella: ¡°Est¨¢ claro que un jard¨ªn es una creaci¨®n art¨ªstica, pero en el paisajismo no se puede ser solo poeta porque la creaci¨®n de jardines para residencias de lujo conlleva tambi¨¦n un gran sentido pr¨¢ctico. La funcionalidad es esencial. Hay un aspecto yo dir¨ªa que matem¨¢tico que es obligatorio respetar. Si yo me dedicara a hacer solo poes¨ªa cuando dise?o un jard¨ªn ¨Cque la hago, y me encanta- los clientes no podr¨ªan ni siquiera cuidarlo, ?no podr¨ªan ni entrar a cortar el c¨¦sped!¡±.
Sin duda uno de los trabajos m¨¢s espectaculares de la firma Lafourcade fue la recuperaci¨®n y restauraci¨®n de la Abad¨ªa de Pierredon (siglo XII), en el Parque Nacional de Les Alpilles, hoy propiedad de un potentado hombre de negocios milan¨¦s que produce all¨ª sus propios vinos y que vio c¨®mo la capilla rom¨¢nica del conjunto acababa convertida en el sal¨®n de su casa. ?El precio? Imposible saberlo. Pero cuando se le suelta, como simple sugerencia, la cifra de 150 millones de euros, la portavoz de Bruno & Alexandre Lafourcade Architecture dice que no es una barbaridad¡
Habitual de todas las grandes revistas de decoraci¨®n del mundo, Alexandre Lafourcade trabaja ahora en un proyecto hotelero en las cercan¨ªas de Par¨ªs. ¡°Se trata de unos empresarios del mundo de la cosm¨¦tica que quieren crear un gran complejo hotelero que integre la fabricaci¨®n de perfumes y productos cosm¨¦ticos, el spa, habitaciones de lujo, etc¨¦tera¡±, explica, ¡°son empresarios que crearon un complejo hotelero en Menorca a los que no les fue demasiado bien en la isla¡±. Ni el periodista ni el lector sabr¨¢n un ¨¢pice m¨¢s. Discreci¨®n obliga. La marca Lafourcade.
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