Qu¨¦ ser¨ªa del mundo sin nosotros
Martes
Trust, en HBO. Sobre el secuestro de John Paul Getty III. Pocas cosas funcionan mejor narrativamente que un rico sufriendo, no digamos ya si el rico es pobre. Ridley Scott estren¨® este a?o una pel¨ªcula sobre los Getty, Todo el dinero del mundo. Hizo una maniobra comercial que define los reflejos actuales de Scott: borr¨® las escenas en las que sal¨ªa Kevin Spacey, sustituido por Christopher Plummer, para evitar que Spacey, se?alado por acoso sexual, enturbiase la promoci¨®n de la pel¨ªcula. De esta manera consigui¨® que no se hablase de Spacey en absoluto: si lo hubiese matado con sus propias manos en medio de una rueda de prensa no le habr¨ªa salido mejor. Trust, la serie, borra las escenas rodadas por Scorsese y las sustituye por otras rodadas por Danny Boyle. El resultado de todo esto es que llevo una semana siguiendo el rastro por internet de Harris Dickinson ¡ªque en la serie es una mezcla de Jim Morrison y Rimbaud¡ª de una forma tan obsesiva que es probable que haya que borrar estos p¨¢rrafos y sustituirlos por otros.
Donald Sutherland ¡ªque hizo un papel remotamente parecido (esta expresi¨®n me encanta: ?parecido o no?) en Sexy Money¡ª interpreta al viejo Getty, un hombre de negocios tan admirable que consigui¨® ganar dinero con el secuestro de su nieto: le prest¨® los millones del rescate a su hijo al 4% de inter¨¦s. Tiene una frase maravillosa cuando escucha ruido en la mansi¨®n y le recuerdan que su nieto lleva un par de d¨ªas viviendo all¨ª: ¡°Los invitados, como el pescado, empiezan a oler al tercer d¨ªa¡±.
A Getty III, el adolescente secuestrado, lo entrevist¨® Rolling Stone meses despu¨¦s de su liberaci¨®n, que en el siglo XX s¨®lo rivaliz¨® en inter¨¦s pol¨ªtico con la de Europa. El Getty III real, a diferencia de Harris Dickinson, tiene en las fotos un aire entre Michi Panero y Arantxa S¨¢nchez Vicario, tendiendo a Arantxa con los a?os hasta que un derrame por sobredosis lo dej¨® directamente en algo entre el Dioni y M¨®nica Seles. Hay que resaltar en este sentido que los ricos siempre encuentren parecidos, aunque sea con alfileres, entre tenistas, golfistas y jugadores de polo. Getty III, hablando de su secuestro, improvis¨® en la Rolling Stone una cr¨ªtica de moda de sus secuestradores. Cuenta que le trasladaron a una caba?a, prendieron fuego a la antigua y le dieron de comer. Y que tras varias noches por fin pudo ver a los mafiosos (la 'Ndrangheta, entonces un pu?ado de cabreros de Calabria violent¨ªsimos pero sin estructura), y as¨ª fue c¨®mo se lo cont¨® a la revista: ¡°Parec¨ªan italianos tratando de parecer que ten¨ªan dinero. Trajes holgados de color pastel. Mocasines mal calzados y calcetines que les quedaban muy cortos. Todos fumaban Marlboro, que es lo que fuman los secuestradores italianos cuando quieren actuar como tipos duros americanos¡±. Le falt¨® a?adir que, con tan poco estilo a su alrededor, ten¨ªa que salir de all¨ª pitando.
Mi¨¦rcoles
La premisa de Comstock en De la felicidad y otros escritos (Trama Editora, 2018), de H. L. Mencken, regalo de un lector. ¡°Algunos virtuosos lanzan voces de alarma moral y argumentan en contra de ciertos libros, pues a su entender estos muestran el vicio como algo atractivo. Esto recuerda al rey que mand¨® colgar a un juez por sentenciar que un arzobispo era un mam¨ªfero¡±.
Me gusta lo que dice del puritanismo: ¡°El pavor que provoca pensar que alguien, en alg¨²n lugar, es feliz¡±.
Jueves
Vuelo a Galicia. Desviado, naturalmente. Siempre que el piloto anuncia que no puede aterrizar en Vigo por mal tiempo y que por eso nos lleva a Santiago, donde nunca hay niebla y lluvia, me lo imagino pensando que, puestos a estrellarnos, mejor asegurar.
De Santiago un autob¨²s lleva a los pasajeros a Vigo, y de Vigo uno se busca la vida para ir a su destino. Normalmente el viaje de Madrid a Galicia, sea en avi¨®n, tren o en coche, transcurre el 90% del tiempo en Galicia.
A la salida del cole, el ni?o se pierde entre una nube de ni?os con el mismo uniforme y emitiendo exactamente los mismos gritos. Lo primero que uno aprende cuando tiene un hijo es que el tiempo deja de medirse igual. Treinta segundos sin encontrar a tu hijo de cinco a?os es media hora de una vida normal. Media hora sin ver a tu hijo de quince a?os se convierten aproximadamente en unos treinta segundos.
Tras pagar la comida, el camarero me dice que me vio por la tele en el Parlamento gallego d¨¢ndole ca?a a Feij¨®o. Me estoy haciendo tan mayor que ni siquiera pregunto con qui¨¦n se me ha confundido esta vez. La ¨²ltima actualizaci¨®n de dobles que tengo sueltos desbordaba los cien. A veces me pregunto si en realidad existo, si no ser¨¦ un Zelig de se?ores de pelo y barba. Quiz¨¢ pierda tanto al ni?o porque se va con todo el mundo por la calle; quiz¨¢ para ¨¦l, treinta segundos conmigo se le hagan eternos, y con los dem¨¢s le pasen volando. ¡°Papi, est¨¢s guap¨ªsimo¡±, me dijo el ¨²ltimo verano. ¡°?Y el abuelito?¡±, le pregunt¨¦ delante de mi padre. Vino a mi o¨ªdo y me dijo: ¡°Por qu¨¦ me preguntas eso, si es calvo¡±.
Viernes
Me extra?a que ning¨²n peri¨®dico, conocido el nuevo gabinete ministerial, no haya titulado en portada a cinco columnas: ¡°Pedro S¨¢nchez, t¨²¡±.
En Ocultalit, Ana Castro escribe de Tess Gallagher y Raymond Carver. Carver le escribi¨® esto a Gallagher:
Vamos a suponer que digo verano,
escribo la palabra colibr¨ª,
la meto en un sobre
y la llevo colina abajo
hasta el buz¨®n. Cuando abras
la carta te acordar¨¢s
de aquellos d¨ªas y lo mucho,
lo much¨ªsimo que te quiero.
S¨¢bado
Ha pasado algo incre¨ªble esta ma?ana, cuando le estaba limpiando el culo al ni?o. Grit¨® desde la taza, como siempre: ¡°?Ya est¨¢!¡±. Fui deseando, tambi¨¦n como siempre, que fuese algo r¨¢pido y limpio (a veces ni apoyo el papel, le hago el gesto y ¨¦l se sube confiado el calzoncillo y el pantal¨®n: soy, estrictamente, un home¨®pata de mierda). Esta vez supe que ya lo hace ¨¦l solo, que ya puede limpiarse el culo por s¨ª mismo. En realidad todos los ni?os lo saben hacer desde mucho antes de lo que parece. Hay unos dos o tres a?os en los que ya saben limpiarse el culo pero prefieren que se lo limpien otros. Nunca ser¨¢n tan adultos como en ese momento.
Domingo
Leo en una cr¨ªtica algo as¨ª como que el director o el escritor, ya no recuerdo qu¨¦, trata de demostrar a cada rato lo listo que es. Es uno de esos lugares comunes y tambi¨¦n el que menos entiendo. No s¨¦ si de lo que se trata es de demostrar lo tonto que es uno haciendo algo. Me imagino a un se?or delante del Guernica quej¨¢ndose de que Picasso nos quiere demostrar en cada trazo lo genio que es. Ni un seis y un cuatro en todo el cuadro, queri¨¦ndonos decir lo muy listo que puede llegar a ser.
Paseo diez kil¨®metros por el monte, haciendo el recorrido que hice una d¨¦cada de mi vida en bici yendo a clases de tenis, cuando me parec¨ªa a Getty III porque mi abuelo mont¨® un hostal de una estrella en el pueblo. Hay verdaderas maravillas. Una empresa de gas, por ejemplo, ha puesto tres enormes banderas encima de la puerta: la de Espa?a, la de la Uni¨®n Europea y la del Celta de Vigo. Me paro en medio de junio frente a un paisaje de verde, nubes y roc¨ªo; llovizna. Hago una foto y pienso en lo que llevo un a?o pensando cada vez que hago una foto, que es hacerme instagramer. Despu¨¦s de todo as¨ª fue c¨®mo frustr¨¦ mi carrera de escritor antes de empezar: leyendo s¨®lo para serlo. Cualquier placer que se destina a un objetivo lo aniquila todo: el placer y el objetivo.
Tambi¨¦n puedo ser uno de esos gilipollas que se dedican a hacer aforismos.
Lunes
Retraso de cinco horas en el aeropuerto de Vigo, naturalmente. Viajamos de madrugada solo unas quince personas. Es imposible que el piloto no se relaje. Me proh¨ªbo dormir en todo el vuelo, como cuando juega el Madrid y s¨¦ que, en el momento en que me levante para ir al ba?o, Ramos va a aprovechar para hacer alguna cafrada. Qu¨¦ ser¨ªa del mundo sin nosotros.
Dos semanas ya de esta p¨¢gina. Qui¨¦n lo iba a decir cuando empezamos. Ha habido quejas, llantos, risas; hemos vivido, de alguna manera, un sinf¨ªn de aventuras juntos. Por dos semanas m¨¢s.
As¨ª me imagino el futuro respecto al amor, la amistad, el trabajo, el sexo, la familia. Como un padre que pierde de vista a su hijo treinta segundos y piensa en adoptar otro.
Menken escribi¨®: ¡°Cuando miro hacia atr¨¢s durante una vida malgastada, estoy cada vez m¨¢s convencido de que lo pasaba mejor transmitiendo noticias que en cualquier otra empresa. Es realmente la vida de los reyes¡±.
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