Dapper Dan, el sastre que plagiaba a las firmas de lujo y acab¨® fichado por Gucci
Dapper Dan se apropi¨® en los ochenta de los logos de las grandes firmas de lujo para convertirlos en s¨ªmbolos de la aristocracia del ¡®hip-hop¡¯. Hoy una de las compa?¨ªas agraviadas, Gucci, se al¨ªa con el sastre para reabrir su atelier 25 a?os despu¨¦s de que las demandas por sus copias le obligasen a cerrarlo.
EN LA ESQUINA este del cruce entre la 125 y Lenox, all¨ª donde el poeta de las calles Gil Scott-Heron advirtiera de que la revoluci¨®n no iba a ser televisada, una gigantesca valla proclama el regreso del h¨¦roe a casa. ¡°Dapper Dan. Made in Harlem¡±, anuncia. Y es un clamor. ¡°Nada va a generar m¨¢s inter¨¦s que ese cartel, ah¨ª donde est¨¢. Es algo que nadie nos podr¨¢ arrebatar jam¨¢s¡±, dice el interesado, un sastre que se hizo famoso a principios de los ochenta por apropiarse de los logos m¨¢s prestigiosos de la industria del lujo y vestir con ellos a la emergente aristocracia del hip-hop, adem¨¢s de alg¨²n que otro g¨¢nster. Un corsario que en 1992 se vio obligado a cerrar su m¨ªtica tienda en la calle 125 acosado por las demandas de plagio, y que, 25 a?os despu¨¦s, vuelve redimido al mostrador y la aguja gracias a una de las insignias entonces agraviadas, Gucci. De la mano de su director creativo, Alessandro Michele, lanza una colecci¨®n c¨¢psula que se pondr¨¢ a la venta en julio y estrena atelier a unos metros de la anterior, en el proverbial gueto de los oprimidos, justo al final del camino de baldosas amarillas que desciende por Manhattan, donde el mensaje suena m¨¢s alto y claro que nunca: la moda os har¨¢ libres e iguales. Por un precio, faltar¨ªa m¨¢s.
¡°El uso de los logos es algo aspiracional y se convierte en el s¨ªmbolo de la aristocracia negra para mi comunidad¡±
Mucho ha llovido sobre Harlem desde que Dapper Dan desapareciera de su paisaje, silenciado por las mismas fuerzas econ¨®micas que hoy lo devuelven con honores al barrio, reformulado en los ¨²ltimos tiempos como para¨ªso negro para j¨®venes blancos ansiosos de una inmersi¨®n cultural afroamericana pol¨ªticamente correcta. Datos del censo neoyorquino de 2015 revelan que la poblaci¨®n cauc¨¢sica ha aumentado un 10% en Central Harlem, mientras que la afrodescendiente ha ca¨ªdo hasta unos m¨ªnimos de los que no hab¨ªa noticia en casi un siglo. Entre eso y que el ¨ªndice de criminalidad se ha desplomado un 80% desde mediados de los noventa, el ¨¢rea no ha podido evitar ser pasto de la especulaci¨®n inmobiliaria, tanto que hay quien pretende rebautizarla como SoHa, evocaci¨®n de la apisonadora de exclusividad del bajo Manhattan. ?Es posible seguir definiendo entonces Harlem como ¡°una actitud, una personalidad, un legado¡±, como hace Adriano Espaillat, representante dem¨®crata del distrito? ?O es el fin del hist¨®rico Harlem negro?
¡°Los afrodescendientes, la gente de color, aqu¨ª, en Estados Unidos, somos libres desde hace solo ciento y pico a?os. Nuestra cultura est¨¢ en constante construcci¨®n, por eso todo nos parece una amenaza. Tenemos ese sentimiento de protecci¨®n, de ¡®Esto no se toca¡¯. Es algo que tiene mucho que ver con nuestra historia como esclavos¡±, arguye el sastre pirata y septuagenario de la calle 125. ¡°Pero hay un nuevo orden mundial. Y lo que cambia ese orden en una sociedad es la percepci¨®n que tenemos los unos de los otros. Por supuesto, siempre habr¨¢ quien desee mantener el antiguo estatus, pero son muy pocos¡±. Recolocado a todo trapo en la avenida Lenox, a escasos metros de la seminal Dapper Dan¡¯s Boutique, el neoyorquino predica con el ejemplo.
Hay mucho de justicia po¨¦tica en el segundo advenimiento de Dapper Dan, nombre de guerra de Daniel Day, que es como se conoc¨ªa al sastre antes de que un antiguo rey de las apuestas le regalara su alias siendo todav¨ªa un joven buscavidas.
En los ochenta, Dan visti¨® a estrellas del ¡®hip-hop¡¯ como Jay-Z o LL Cool J y a g¨¢nsteres. Hoy, Beyonc¨¦ o Salma Hayek son sus clientas
En el s¨®tano de su tienda, abierta en 1982 para vender cazadoras de cuero de marcas ajenas, comenz¨® un d¨ªa a imprimir los logotipos de los grandes del lujo en tejidos con los que confeccionaba prendas, accesorios y hasta tapicer¨ªas de coche. La idea era tan simple como genial. Y reveladora: en el gueto, la marca, el logo, lo supone todo. Un s¨ªmbolo de la supremac¨ªa blanca como herramienta de liberaci¨®n de una minor¨ªa oprimida. ¡°Para m¨ª representa m¨¢s la aristocracia blanca, algo aspiracional. Pero en este contexto social, el uso de esas im¨¢genes se convierte en s¨ªmbolo de aristocracia negra para mi comunidad¡±, rebate. ¡°Decir supremac¨ªa blanca me resulta un poco fuerte, pero es otra forma interesante de verlo, como ¡®voy a meterme de lleno en la moda para acabar con la supremac¨ªa blanca¡¯. Me parece bien¡±.
As¨ª fue como se hizo con una clientela fiel plagada de estrellas del hip-hop y deportistas, pero tambi¨¦n g¨¢nsteres y pandilleros, detalle que el creador nunca ha escondido. ¡°No s¨¦ si el negocio actual est¨¢ preparado para o¨ªr eso, pero yo ya he avisado¡±, dice. Y entonces, descarga: ¡°Pero ?sabe qu¨¦ es lo mejor de todo? Usted sentado en esa silla. Por eso adoro estar aqu¨ª. Eso quiere decir que tengo voz. Que se me oye cuando hablo de moda, de injusticia social o se?alo el origen de los problemas. Nosotros fuimos la causa de que la moda se nos escapara, fue culpa nuestra [en referencia a la mala fama del barrio y c¨®mo las principales firmas no se atrev¨ªan a establecerse en ¨¦l]. Entonces yo no pod¨ªa hacer nada. Lo intent¨¦, pero mi voz no sonaba lo suficientemente alta. Cuando empec¨¦, la moda no encajaba aqu¨ª, pero en lugar de irme me qued¨¦ para trabajar con mi comunidad y construir algo para ella. No, no soy ese negro que se va a quejar: ¡®Oh, los blancos europeos hicieron esto o aquello¡¯. Yo quiero cambiar las cosas, aunque para eso necesito se?alar lo que las ha causado. As¨ª que nos estamos cambiando a nosotros mismos. Esa es mi voz, ese es mi mensaje¡±.
La percepci¨®n que la no tan inex?pugnable industria del lujo ten¨ªa del que un d¨ªa fue su n¨¦mesis cambi¨® hace justo un a?o, durante la presentaci¨®n de la colecci¨®n Crucero 2018 de Gucci que el avispado Alessandro Michele tram¨® en el palacio Pitti florentino. En aquellas galer¨ªas renacentistas, el director creativo de la firma italiana le gui?aba el ojo a Drap?per, el h¨¦roe que hab¨ªa entregado el fuego del estatus a los desheredados de la moda. Michele fue en esta ocasi¨®n el que replic¨® una chaqueta de vis¨®n con abultadas mangas de cuero que el sastre de Harlem hab¨ªa creado para la atleta ol¨ªmpica estadounidense Diane Dixon en 1989. Una reivindicaci¨®n en toda regla, no exenta de pol¨¦mica viral al principio. ¡°Fue como si se abriera el cielo y sonara una trompeta. Al fin, un dise?ador se aproximaba a m¨ª con buenas intenciones. Es como cuando uno de esos predicadores de Harlem da un serm¨®n: no importa cu¨¢l sea su intenci¨®n, lo importante es el efecto que causa en la gente y la convierte¡±.
El enamoramiento entre Michele y Dan no termin¨® ah¨ª. En uno de los edificios de estilo neocl¨¢sico que dominan el vecindario, rehabilitado para la ocasi¨®n por Gucci, se encuentra el flamante estudio de Dapper Dan, m¨¢s de 400 m2 repartidos en dos pisos: el taller, en el bajo, y los elegantes salones de pruebas, en el superior. Todo terciopelos, madera color cereza y mobiliario de ¨¦poca. Por fin al amparo de la legalidad, confecciona y crea piezas personalizadas, solo por encargo y con el sello de la firma de origen florentino ¡ªque para eso lo aprovisiona de tejidos, estampados y bordados¡ª, para una clientela que, de nuevo, remite a sus controvertidos d¨ªas de gloria (cambien LL Cool J por DJ Khaled, Floyd Mayweather por Salma Hayek o Jay-Z por Beyonc¨¦), antes de que una orden judicial cerrara su negocio original en 1992, acosado por las constantes demandas de plagio de etiquetas como la que lo apoya y financia actualmente. Desde el cierre hasta su redenci¨®n, Dan desapareci¨® del mapa de la moda.
¡°Estoy seguro de que estoy mucho m¨¢s preparado que nunca, porque ahora se me han abierto muchas m¨¢s posibilidades que cuando era, digamos, underground. Antes no ten¨ªa acceso a ciertos mercados, pero, gracias a Gucci, mi paleta creativa se ha extendido¡±, expone el creador. La colecci¨®n c¨¢psula que tambi¨¦n ha dise?ado para las tiendas de la ense?a comenzar¨¢ a despacharse a principios de julio: ¡°Es mi manera de llegar a todo el mundo, y de que todo el mundo pueda llegar a m¨ª¡±.
Dice Dapper Dan que si la moda est¨¢ enferma, Alessandro Michele es el doctor que ha llegado para curarla. Con ¨¦l, desde luego, ha obrado un aut¨¦ntico milagro: el de la resurrecci¨®n. La pregunta concluyente solo puede ser una: ?a qu¨¦ precio? La sombra del agente gentrificador se siente alargada. ¡°Gucci no est¨¢ aqu¨ª por la geograf¨ªa, sino por la cultura¡±, sentencia. ¡°Que haya venido aqu¨ª significa que Harlem merece la pena. Ha abrazado nuestra cultura y la ha fundido con su estilo. Eso es lo que el mundo necesita. Unos y otros necesitamos abrazarnos¡±.?
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